La oscuridad estaba tomando forma. No solo era la amenaza externa que se cernía sobre ellos, sino la fuerza que emanaba de sus propios corazones. Los signos sabían que el viaje al **Laberinto de las Sombras** no sería solo una prueba de fuerza física, sino de resistencia emocional y mental. Todo lo que habían mantenido oculto, todo lo que habían temido, ahora formaba parte de la amenaza que enfrentaban.
El campamento estaba en silencio mientras los signos se preparaban para continuar su travesía. **Leona** se encontraba al borde de un acantilado, mirando hacia el horizonte donde las sombras comenzaban a formarse como una niebla espesa. La sensación de estar siendo observada nunca había sido tan palpable, y lo peor de todo era que no sabía si provenía de los demás, o si las sombras ya habían comenzado a invadir su propia mente.
—**Leona**, no podemos quedarnos aquí mucho más tiempo —la voz de **Escorpio** la alcanzó desde detrás, y cuando se giró, lo vio acercarse con una expresión que reflejaba tanto determinación como preocupación. Algo en su presencia la hacía sentir más fuerte, más centrada, pero también sabía que cada uno de ellos estaba llevando su propia carga oculta.
**Leona** asintió, sin responder. **Escorpio** notó el peso de sus pensamientos y, sin pedir permiso, la acompañó en su caminar hacia el resto del grupo.
El **Laberinto de las Sombras** era el siguiente destino señalado en el mapa ancestral, un lugar donde los secretos y miedos de aquellos que entraban se materializaban en formas tangibles. Sabían que solo enfrentando esas sombras, podrían obtener la clave para desatar todo el poder del **Cetro del Destino**.
Los signos avanzaron hacia el umbral del laberinto, un portal de piedra oscura rodeado de runas que brillaban tenuemente. Nadie dijo una palabra cuando se adentraron, pero todos sintieron el cambio en el aire. Las paredes del laberinto estaban cubiertas de extrañas inscripciones, como si el propio lugar estuviera vivo y consciente de su presencia. Un frío intenso recorría el lugar, y las sombras parecían moverse por voluntad propia, susurrando, llamando.
**Géminis** fue el primero en hablar. —No me gustan estas runas. Este lugar no está diseñado para los vivos.
**Libra** se detuvo, mirando alrededor con cautela. —Estamos dentro. Y ya no hay marcha atrás.
**Aries**, con su impulso natural, dio un paso al frente, rompiendo el silencio. —No importa lo que haya aquí. Vamos a enfrentarlo. El Cetro nos pertenece. Y lo tomaremos.
Pero antes de que pudieran avanzar más, las sombras comenzaron a formar figuras, humanas al principio, pero con contornos borrosos, como si fueran una mezcla de recuerdos y pesadillas. **Leona** sintió un estremecimiento al ver a la figura frente a ella: era **Escorpio**, pero no el de antes. Este **Escorpio** parecía vaciado, como si su alma hubiera sido arrancada de su cuerpo, dejando solo un vacío en su lugar.
**Escorpio**, al ver la figura frente a **Leona**, se tensó, pero su voz fue firme cuando habló. —Es solo una ilusión. No dejes que te controle.
**Leona** asintió, pero el reflejo de **Escorpio** no desapareció. Seguía allí, mirándola con los ojos vacíos, sonriendo con una sonrisa vacía, que no era la suya. Un dolor punzante comenzó a formarse en su pecho.
—**Leona**... —la figura susurró—. ¿Lo recuerdas? La oscuridad que sientes dentro de ti, ese dolor que no puedes dejar ir. ¿Qué harías si te dijera que es tuya? ¿Qué harías si la aceptaras?
Un sudor frío recorrió la frente de **Leona**. Las palabras eran tentadoras, pero sabía que no podía sucumbir. No podía permitir que las sombras se apoderaran de su mente. Pero cada palabra sentía como una daga en su alma. **Escorpio**, el verdadero **Escorpio**, dio un paso adelante, colocándose entre ella y su reflejo.
—¡No! —gritó él, y con un movimiento rápido, la figura se desvaneció como niebla al viento. —Las sombras no te pertenecen, **Leona**. No caigas en su trampa.
Pero aunque la figura desapareció, la sensación de duda no se desvaneció. **Leona** luchaba por mantener el control, pero el laberinto estaba diseñado para explotar cada una de sus inseguridades, cada uno de sus temores más profundos. Y las sombras no se detendrían hasta haber probado que la unidad de los signos era más débil que sus miedos.
**Aries** avanzó con determinación, su energía ardiente disipando algunas de las sombras cercanas. —¡No importa lo que este lugar nos haga ver! ¡No somos nuestras sombras! ¡No somos nuestros miedos!
Las figuras comenzaron a tomar nuevas formas, más personales esta vez. **Virgo** vio una visión de sí misma, frágil y quebrada, su mente atrapada en un ciclo interminable de lógica fría, sin espacio para los sentimientos. **Tauro** enfrentó una versión de sí mismo, llena de dudas y temores sobre sus decisiones pasadas. **Libra** vio cómo su búsqueda de equilibrio la llevaba a perderse a sí misma, sacrificando lo que más amaba por la perfección.
Y mientras todos luchaban contra sus propias sombras, **Leona** se dio cuenta de que no podía hacerlo sola. Cada uno de los signos estaba enfrentando algo mucho más profundo que una simple ilusión. Estaban confrontando las partes de ellos mismos que nunca habían querido ver. Y para salir de allí, tendrían que hacerlo juntos.
**Escorpio**, al igual que los demás, luchaba contra su propia visión. Se vio a sí mismo, pero no como el protector fuerte que todos conocían, sino como un hombre marcado por sus propios fallos, sus propios traumas. Su rostro reflejaba lo que nunca había mostrado: miedo, arrepentimiento, soledad.
Pero fue el momento en que **Leona** extendió su mano hacia él que todo cambió. Al contacto de sus dedos, algo se rompió. La sombra de **Escorpio** desapareció, y la verdadera esencia de su ser, la que siempre había estado ahí, resurgió. **Leona** no estaba sola, y sabía que juntos podrían derrotar a las sombras, porque solo cuando aceptaron su oscuridad, pudieron enfrentarse a ella.