Los signos, ahora armados con el **Cetro del Destino**, sintieron cómo la energía fluyó por sus cuerpos, uniendo sus almas en un lazo inquebrantable. Sin embargo, la paz de ese momento duró poco. Apenas habían salido del templo de las sombras cuando una presencia oscura comenzó a acercarse, llenando el aire con una sensación inquietante.
**Leona** mantuvo el cetro firme en sus manos, mirando a su alrededor. La guardiana les había advertido que este sería solo el inicio, y el peso de esas palabras recaía ahora sobre sus hombros. Sabía que el verdadero desafío estaba cerca.
—No estamos solos —susurró **Virgo**, sus ojos analizaban el entorno con detenimiento—. Hay algo aquí, algo que nos observa.
Los signos se prepararon, cada uno en alerta máxima. A medida que avanzaban, la oscuridad a su alrededor pareció tomar forma, transformándose en figuras nebulosas que susurraban palabras ininteligibles, ecos de antiguos miedos y recuerdos olvidados.
**Escorpio** entrecerró los ojos, tratando de entender el mensaje oculto en esos susurros. Sabía que las sombras solían reflejar los aspectos más oscuros de quienes las enfrentaban. Este lugar, tan impregnado de energía antigua, parecía una prueba más, algo que pondría a prueba la fortaleza mental y emocional de cada uno.
De repente, una figura salió de entre las sombras, tomando una forma familiar que provocó un escalofrío en **Leona**. Era una versión de **Leo**, su madre, quien había gobernado el reino antes que ella. Su mirada, severa y acusadora, la miraba directamente a los ojos, como si cuestionara su capacidad de liderazgo.
—¿Por qué tú? —le susurró la figura, con una voz que parecía entremezclarse con la bruma—. ¿Realmente crees que eres digna de llevar el cetro y guiar a los demás?
**Leona** sintió el peso de las palabras como una daga en el pecho. Había luchado toda su vida por ganarse el respeto de su madre y por probarse a sí misma, pero ahora ese viejo dolor surgía, avivando sus dudas. Recordó, sin embargo, el desafío que había superado enfrentando su sombra en el templo. Sabía que esta figura no era real, sino una manifestación de sus propios temores.
—No soy perfecta —respondió **Leona**, con voz firme—, pero soy la elegida, y eso es suficiente. Aprenderé, caeré si es necesario, pero no dejaré que mi pasado determine mi valor.
La figura de su madre se desvaneció con un susurro, y **Leona** sintió que algo en su interior se fortalecía.
Al mismo tiempo, **Libra** también enfrentaba su propio eco del pasado. Delante de ella se encontraba una imagen distorsionada de una amistad que había perdido hacía mucho tiempo, alguien que solía ser su confidente pero que la había traicionado. La figura la miraba con reproche, recordándole cada vez que había confiado en otros y había salido lastimada.
—¿Crees que realmente puedes confiar en ellos? —preguntó la sombra, con una sonrisa amarga—. ¿Cuántas veces te han fallado ya?
**Libra** sintió cómo la herida se reabría. Había sido traicionada en el pasado y, desde entonces, le había costado abrirse completamente a los demás. Sin embargo, a lo largo de esta misión, había comenzado a confiar en sus compañeros. Sabía que no podía avanzar si se dejaba llevar por ese dolor del pasado.
—Ellos son diferentes —respondió, con convicción—. He aprendido que el equilibrio también se encuentra en arriesgarse, en confiar.
La sombra se desvaneció, y **Libra** se sintió liberada de esa carga.
**Aries**, por su parte, estaba frente a una versión de sí misma que representaba todas las veces que había dejado que su furia y orgullo la alejaran de aquellos que le importaban. La figura la miraba con desdén, como si disfrutara de recordarle sus errores pasados, los momentos en los que su temperamento había puesto en peligro su misión y a sus amigos.
—Eres solo fuego que consume todo a su paso —la acusó la sombra—. ¿Quién te seguiría cuando ni siquiera puedes controlarte?
**Aries** sintió cómo su propia rabia hervía al escuchar esas palabras, pero en lugar de explotar, respiró hondo. Sabía que su fuerza también radicaba en su pasión, en su impulso, pero también comprendía la importancia de mantener el control.
—Mi fuego me define, sí, pero también me hace fuerte —dijo, mirándose a sí misma con determinación—. Aprenderé a canalizarlo y a usarlo para proteger, no para destruir.
Con esa aceptación, la sombra se desvaneció, dejándola en paz consigo misma.
Mientras los signos enfrentaban y superaban sus propios ecos del pasado, una figura más oscura comenzó a tomar forma en el centro del grupo. Esta sombra, mucho más poderosa y enigmática, no pertenecía a ninguno de ellos, sino que parecía una entidad antigua y sombría, una representación de la amenaza que habían sentido desde que llegaron a este lugar.
**Sagitario** alzó la voz, rompiendo el silencio. —Esta no es una prueba más —dijo, observando con cautela la forma de la figura—. Esta… es una advertencia.
**Escorpio** asintió, sintiendo una conexión extraña con la figura. —Creo que estamos viendo una manifestación de la profecía. Las Doce Llamas, si no logran mantenerse unidas, caerán bajo el peso de esta oscuridad.
La figura se movió lentamente, extendiendo una mano hacia el cetro en manos de **Leona**. Ella retrocedió, apretando el cetro con fuerza, sintiendo cómo la energía que emanaba del objeto parecía responder al peligro, envolviendo a los signos en una esfera de luz protectora.
**Géminis** dio un paso adelante, observando a la figura con una mezcla de intriga y cautela. —Esta sombra representa el caos que amenaza nuestro destino. Si dejamos que nuestras dudas y miedos nos controlen, ella se hará más fuerte.
—Entonces, no debemos ceder a esas dudas —respondió **Tauro**, con la calma que lo caracterizaba—. Ya hemos enfrentado nuestras sombras individuales. Ahora debemos enfrentarnos juntos a esta oscuridad.
Uno a uno, los signos se reunieron alrededor de **Leona**, formando un círculo unido en torno al cetro. Cada uno dejó de lado sus miedos y dudas, recordando lo que habían aprendido en sus propias pruebas y confiando en la fortaleza de sus compañeros. La luz que emanaba del cetro comenzó a crecer, iluminando la figura oscura y disolviéndola poco a poco.