La luz del amanecer bañaba el campamento, pero la paz de la noche anterior era ahora un recuerdo distante. Los signos despertaron uno a uno, con la energía del **Cetro del Destino** aún resonando en sus cuerpos. Sin embargo, la experiencia de enfrentar sus sombras los había dejado emocionalmente vulnerables, y aunque se habían fortalecido como grupo, cada uno aún cargaba con dudas individuales.
**Leona** estaba junto a la fogata, mirando las brasas que quedaban, sumida en sus pensamientos. Sentía el peso del cetro en su regazo, y con él, la responsabilidad de liderar a los signos hacia un destino que cada vez parecía más incierto. Sabía que su conexión con ellos era su mayor fortaleza, pero también su mayor debilidad; cualquier fisura entre ellos podría costarles la vida.
**Aries** se acercó y se sentó junto a ella en silencio, una rareza en su naturaleza. Sin embargo, no había necesidad de palabras; Leona podía sentir la misma preocupación en su amiga.
—Es solo cuestión de tiempo antes de que tengamos que hacer frente a los enemigos que ya saben que poseemos el cetro —murmuró Leona finalmente, sin apartar la mirada de las brasas.
—Entonces estamos listos —respondió Aries, con un tono decidido—. Esta misión siempre fue un reto a vida o muerte. No podemos permitir que la duda nos venza.
Leona asintió, pero su mente estaba en otra parte. El vínculo con sus compañeros era cada vez más fuerte, pero sabía que ese lazo también podía quebrarse si no eran cuidadosos.
**Escorpio** se acercó al grupo, su rostro serio y con una expresión de alerta. —Vi movimientos cerca del campamento. Quizá sea una ilusión o solo la paranoia que todos sentimos, pero creo que alguien nos está vigilando.
Antes de que pudiera terminar de hablar, **Géminis** y **Libra** aparecieron detrás de él. Ambos habían notado lo mismo. Libra, en particular, tenía una expresión de intranquilidad que no podía ocultar.
—He sentido un cambio en el equilibrio de energía a nuestro alrededor —dijo Libra, su voz era casi un susurro—. Algo oscuro se está aproximando, y parece que va directo hacia nosotros.
**Tauro** y **Virgo** se acercaron al círculo que se formaba en torno a la fogata. Tauro, siempre sereno, observaba las llamas con una calma que resultaba reconfortante, aunque por dentro también sentía la ansiedad de la situación.
—Si lo que hemos visto hasta ahora ha sido una prueba —comentó Tauro—, entonces nuestro próximo desafío podría ser mucho más peligroso.
Fue entonces cuando una presencia comenzó a manifestarse en el horizonte. No era un enemigo visible, sino una especie de aura oscura, una neblina densa que se acercaba lentamente al campamento, oscureciendo la luz del amanecer.
—No están solos —dijo una voz familiar, pero distorsionada. Del humo, surgió la figura de **Capricornio**, quien hasta entonces había permanecido distante de los otros signos. Su rostro era serio, y su aura había cambiado, como si algo en él hubiese sido corrompido por esa sombra.
—Capricornio… ¿dónde has estado? —preguntó **Sagitario**, intentando disimular su sorpresa.
Capricornio lo ignoró, sus ojos fijos en el cetro en manos de Leona. —He estado en una misión propia. Y he visto cosas que ninguno de ustedes ha experimentado. Ahora veo la verdadera naturaleza de nuestra misión y lo que implica portar ese cetro.
Los signos intercambiaron miradas de desconfianza. Había algo diferente en Capricornio, una frialdad y determinación que no habían visto antes.
—No entiendes el poder que tienes en tus manos, Leona —continuó, dando un paso adelante—. Ese cetro no solo es una herramienta de unión; también es una fuente de poder inmenso, un poder que podría destruir a cualquiera de nosotros.
**Escorpio** avanzó un paso, su postura defensiva. —¿Qué intentas decir, Capricornio? ¿Que debemos temerle al cetro? Porque hasta ahora solo ha sido una fuente de fuerza.
Capricornio lo miró con desdén, como si Escorpio fuera incapaz de comprender algo evidente. —Lo que quiero decir es que ese poder necesita un portador que sea capaz de controlarlo sin dudar, sin temor. Y estoy empezando a pensar que ninguno de ustedes tiene lo que se necesita para hacer eso.
**Libra** intervino, intentando mantener la calma. —Capricornio, todos estamos juntos en esto. Ninguno de nosotros ha dudado de nuestras capacidades hasta ahora, ni del destino que nos ha traído aquí.
Pero Capricornio no cedió. —Eso es precisamente el problema. La unión que tanto valoran es una debilidad. Para dominar el cetro y el destino que nos espera, uno de nosotros debe tener el control absoluto, sin necesidad de depender de nadie más.
Las palabras de Capricornio cayeron como un golpe. Los signos sabían que la misión requería su unión, pero ahora una duda comenzaba a sembrarse entre ellos. ¿Y si Capricornio tenía razón? ¿Y si el poder del cetro era demasiado grande para ser compartido entre todos?
**Géminis** rompió el silencio con un tono juguetón, intentando aliviar la tensión. —Vaya, Capricornio, parece que te has vuelto muy dramático desde la última vez que hablamos. ¿Qué te hace pensar que uno solo de nosotros podría manejar un poder tan grande?
Capricornio lo miró con frialdad. —Porque he visto lo que el poder hace a aquellos que no son dignos de él. Y, lamentablemente, esa lista es larga.
Leona apretó el cetro con fuerza, sintiendo cómo la energía vibraba bajo su mano. **Capricornio** era una figura enigmática, pero hasta ahora había confiado en él como parte de su equipo. Sin embargo, esta nueva actitud comenzaba a despertar en ella una mezcla de desconfianza y desafío.
—No somos débiles porque estamos unidos, Capricornio —replicó, su tono firme—. Si el cetro eligió estar con nosotros, es porque sabe que juntos tenemos la fuerza necesaria para protegerlo. No necesito demostrarte nada.
Capricornio sonrió, una sonrisa fría y desprovista de emociones. —Entonces, quizás llegue el momento de poner a prueba esa teoría, Leona. No soy el único que cree que el cetro necesita un solo portador. Hay fuerzas ahí afuera que pronto pondrán a prueba todo lo que creen.