Zodiac Chronicles

Capítulo 33: La Luz de los Juramentos

Después de las pruebas individuales que el **Cetro del Destino** les había impuesto, los signos se sentían renovados, como si hubieran alcanzado un nuevo nivel de comprensión de sí mismos y de sus compañeros. Esa noche, en el claro del bosque, decidieron sellar su unión y compromiso con un juramento. Las llamas de la fogata proyectaban sombras danzantes sobre sus rostros, intensificando el ambiente de solemnidad y propósito.

**Leona**, de pie en el centro del círculo, sostuvo el cetro con ambas manos, observando a cada uno de sus compañeros con una mirada decidida.

—Hemos enfrentado nuestros miedos y deseos más profundos —comenzó, su voz clara resonando en el silencio—. Sabemos que la misión que tenemos ante nosotros no solo es una prueba de nuestras habilidades, sino de nuestra lealtad y unión. Por eso, hoy les propongo que hagamos un juramento, aquí y ahora, como Guardianes de las Doce Llamas.

Todos asintieron, sus rostros reflejando una mezcla de respeto y orgullo. **Escorpio** fue el primero en dar un paso adelante.

—Juro, por la fuerza de las sombras que me guían, que protegeré este grupo y este destino con mi vida. No habrá duda ni traición en mi corazón —dijo, su tono grave y seguro.

**Aries**, siempre impulsiva pero llena de pasión, sonrió con intensidad. —Yo, Aries, juro que mi fuego arderá para defenderlos. Seré la chispa que ilumine el camino y la llama que destruya a nuestros enemigos. No me rendiré hasta ver cumplida nuestra misión.

**Sagitario** colocó una mano sobre el hombro de Aries, su expresión tranquila pero seria. —Juro que seré el arquero que nunca falla, que mis ojos y mi corazón estarán enfocados en nuestra meta común. No habrá distracción que me aparte de ustedes.

A su lado, **Tauro** se inclinó hacia **Virgo**, quien le ofreció una sonrisa de apoyo. —Juro, como el signo de la tierra, que seré la roca y la estabilidad que necesiten. Nada ni nadie nos derrumbará mientras estemos juntos.

**Virgo**, tocando la mano de Tauro, afirmó con serenidad. —Juro que mi mente y mi análisis estarán al servicio de la misión. Cada cálculo, cada estrategia, será para protegernos. Confiaré en ustedes, aunque a veces me cueste.

**Géminis** levantó una ceja, sonriendo a medias, pero con una seriedad que rara vez se le veía. —Yo, Géminis, juro ser la adaptabilidad en la que pueden confiar. Seré la conexión entre todos nosotros, el que sabe escuchar y entender. Porque sé que juntos somos imparables.

**Libra** asintió, su voz suave pero firme. —Juro que buscaré siempre el equilibrio y la armonía en nuestro grupo, que mis decisiones estarán guiadas por la justicia y el bien común. No habrá dilema que me desvíe de nuestra misión.

Cada signo hizo su juramento, reafirmando su compromiso y lealtad ante los demás. Cuando todos terminaron, el cetro brilló aún más fuerte, como si la magia respondiera a sus palabras, solidificando su promesa en algo tangible y poderoso.

Entonces, en ese momento de unión, una presencia desconocida apareció entre ellos, manifestándose en la forma de una figura espectral, una mujer vestida con ropajes antiguos, su rostro velado por una luz suave.

—¿Quién eres? —preguntó **Capricornio**, dando un paso al frente con cautela.

La figura sonrió con amabilidad. —Soy **Elena**, la primera Guardiana de las Doce Llamas. He sido testigo de su juramento, y he venido para advertirles de la última prueba que enfrentarán.

Leona intercambió una mirada con Escorpio, una mezcla de curiosidad y aprehensión en su rostro. —¿Qué clase de prueba?

—Uno de ustedes será tentado a romper el pacto, a abandonar la misión. Las fuerzas oscuras que buscan apoderarse del cetro tratarán de corromperlos desde adentro. Su unidad es su mayor fuerza… pero también su debilidad.

**Acuario** frunció el ceño, siempre desafiante. —¿Por qué habríamos de traicionarnos? Nos conocemos, confiamos los unos en los otros.

Elena asintió, sus ojos brillando con compasión. —Confianza… Es algo poderoso, pero también frágil. Solo quiero que estén alerta. El cetro probará su lealtad en momentos inesperados, cuando sus corazones estén más vulnerables.

**Piscis** miró a la figura con tristeza. —Entonces, ¿estamos destinados a desconfiar los unos de los otros?

La figura negó con suavidad. —No es desconfianza lo que les pido, sino sabiduría. Aprendan a ver más allá de las apariencias, a escuchar más allá de las palabras. Solo así podrán superar lo que está por venir.

Con esas palabras, la figura comenzó a desvanecerse, dejando tras de sí un suave susurro, como un eco de esperanza y advertencia al mismo tiempo.

El grupo se quedó en silencio, procesando las palabras de Elena. Sabían que, aunque estaban más unidos que nunca, las sombras todavía acechaban, listas para poner a prueba sus corazones y su juramento.

**Leona** fue la primera en hablar, su tono resuelto. —Hemos jurado lealtad y no permitiremos que nada ni nadie nos desvíe de nuestro destino.

Todos la miraron y, uno por uno, asintieron. Las dudas que pudieran tener quedaron momentáneamente eclipsadas por la intensidad de su compromiso. Sabían que la verdadera prueba estaba cerca, pero también sabían que juntos, serían capaces de enfrentar cualquier obstáculo.

Esa noche, el juramento de las Doce Llamas se convirtió en algo más que una simple promesa. Fue un pacto de fuego, una promesa sellada por el destino y el poder del cetro, y por el espíritu de la primera Guardiana que los había guiado.




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