Capitulo:36

El aire, aún cargado de la energía liberada en el valle de las almas perdidas, parecía vibrar con un poder renovado. Cada uno de los signos, ahora más unidos que nunca, sentía una extraña mezcla de agotamiento y fortaleza al mismo tiempo. Habían pasado por numerosas pruebas, pero la sensación de estar cada vez más cerca del destino final les daba un propósito renovado.

El camino que se extendía ante ellos estaba más claro ahora, libre de la niebla oscura que los había envuelto. Un faro de luz, brillante y cálido, emergía en el horizonte, guiándolos hacia el final de su travesía. Sin embargo, un sentimiento ominoso se cernía sobre ellos. Sabían que estaban a punto de enfrentarse a su mayor desafío: la última prueba, aquella que les permitiría cumplir con la profecía de las Doce Llamas, o los destruiría por completo.

**Leona** observaba el horizonte con una determinación feroz. El Cetro del Destino seguía brillando a su lado, cada vez más potente. Sabía que el momento de la verdad estaba cerca. Había sacrificado tanto en este viaje, había visto a sus compañeros enfrentarse a sus peores miedos, y también había puesto a prueba su propio corazón. La lucha no solo era por el reino de los signos, sino también por su propia humanidad.

—Nos hemos acercado demasiado para dar marcha atrás —dijo **Leona**, girándose hacia los demás.

**Escorpio** se acercó a ella, sus ojos fijos en el horizonte. —Lo sé. Este es el momento que hemos estado esperando, pero también el que más tememos. Las llamas que nos unen nos han mostrado tanto lo mejor como lo peor de nosotros. ¿Estás lista para lo que está por venir?

Leona asintió, tomando el Cetro con más fuerza. —No tengo otra opción. Debemos completar nuestra misión, pero debemos hacerlo juntos. Sin importar el costo.

**Sagitario** sonrió con un destello de audacia en sus ojos. —Esos son los mejores desafíos. Y ya hemos enfrentado lo peor. No tenemos nada que perder, solo todo por ganar.

**Libra** se adelantó, sus ojos observando cuidadosamente los alrededores. —No subestimemos lo que aún nos espera. La última llama será la más difícil de controlar. El equilibrio se ha roto en muchos de nosotros, pero si nos mantenemos unidos, podemos restaurarlo.

**Aries** asintió con la cabeza, sus manos apretadas en puños. —Vamos a luchar hasta el final. No hay vuelta atrás.

La luz del faro en el horizonte parecía acercarse con cada paso que daban, hasta que finalmente llegaron a un claro donde el suelo se abría ante ellos. En el centro, un enorme obelisco de cristal negro se erguía, rodeado por doce llamas flotantes que giraban en un movimiento constante, como si danzaran en un ritual ancestral. Cada llama representaba una prueba, una verdad, una mentira, una pasión que había sido puesta a prueba y forjada en su viaje.

El **Obelisco de las Llamas Eternas**, como lo llamaban los antiguos, se alzaba imponente, un símbolo de la unión de los signos y de la inevitabilidad de su destino. Las llamas se alineaban con precisión, cada una esperando que los signos tomaran su lugar.

**Leona** dio un paso hacia adelante, seguida por los demás. Las llamas comenzaron a brillar más intensamente, como si reconocieran su presencia, como si los estuvieran esperando. En ese momento, el aire se volvió pesado, cargado de la energía del Cetro del Destino.

**Escorpio** se acercó al obelisco, sus ojos fijados en las llamas. —Esta será nuestra última prueba. Cada uno de nosotros tendrá que enfrentar la llama que representa su mayor desafío. La última llama es la más difícil de dominar, pero si no la controlamos, todo lo que hemos hecho será en vano.

Leona miró al obelisco con una determinación feroz. —Lo haremos. No importa lo que cueste. El destino de todos los reinos depende de esto.

Las llamas comenzaron a girar más rápido, iluminando todo el valle con su brillo cegador. En el centro de las llamas, apareció una figura, una figura conocida por todos, pero transformada en algo mucho más oscuro y peligroso. **La Guardiana de los Secretos Antiguos** había regresado.

—Creyeron que podían escapar de su destino, pero ahora deben enfrentarlo por completo. —La voz de la guardiana resonó en sus mentes, llena de autoridad y misterio. —Las llamas no solo les darán poder, sino también destrucción. ¿Serán capaces de mantener la unidad o caerán uno a uno?

**Leona** dio un paso al frente, enfrentándose a la guardiana. —Hemos enfrentado todas las pruebas que nos has puesto, y seguiremos adelante. La unidad entre los signos es más fuerte que cualquier sombra que intentes imponer.

La guardiana sonrió, pero había algo siniestro en su expresión. —La última llama está lista para juzgarlos. Solo quienes realmente comprendan la naturaleza del sacrificio podrán controlarla.

Con esas palabras, las llamas comenzaron a intensificarse, su calor quemando el aire. Cada uno de los signos se vio rodeado por una de ellas. **Leona**, al estar frente a la llama de su signo, se vio enfrentada a una visión de sí misma, sola, liderando a los demás sin poder conectar verdaderamente con ellos, sin poder mostrar su vulnerabilidad. El miedo de ser rechazada, de cargar con todo el peso del destino sin poder compartirlo, la rodeó como una sombra. Pero recordó las veces que había luchado junto a los demás, el poder que emanaba de su unión.

Con un grito de furia, levantó el Cetro y la llama se calmó, su energía fluyendo a través de ella y desintegrándose en un resplandor dorado.

**Escorpio** también se vio rodeado por su propia llama, una llama que representaba la traición. La visión de perder a Leona, de ser consumido por su propio orgullo y sus deseos oscuros, lo azotó con fuerza. Pero en el fondo de su ser, supo que no podía ceder a esa oscuridad. Su lealtad era más fuerte que su orgullo. Con un golpe rápido, controló la llama, apagándola con su voluntad.

Cada signo enfrentó su propia llama, luchando contra las sombras que les acechaban, pero el poder de la unión los hizo más fuertes que nunca. Al final, cuando la última llama se extinguió, el obelisco de cristal negro comenzó a brillar con una luz cegadora.