La luz que emanaba del Cetro del Destino iluminaba el suelo bajo sus pies, revelando un paisaje que parecía salido de un sueño. Al fondo, se erguía una puerta de cristal, que parecía un portal hacia otro mundo, un lugar desconocido donde todo lo que habían hecho hasta ese momento cobraba sentido o se desmoronaba por completo. El aire estaba cargado de una energía densa y palpable, como si la tierra misma estuviera a punto de sucumbir a la presión del destino inminente.
Leona, Escorpio, y el resto de los signos avanzaron hacia la puerta. No había vuelta atrás, y lo sabían. El Cetro del Destino pulsaba con más fuerza en las manos de Leona, el poder que había ganado durante su travesía se sentía como un torrente imparable que hervía dentro de ella. Pero no era solo su propio poder el que la impulsaba. Era la conexión con los demás signos, una unidad nacida del sacrificio, de los deseos compartidos y los temores enfrentados.
—Esto es lo que hemos buscado todo este tiempo, ¿verdad? —dijo **Escorpio**, su voz grave y tensa. Miraba la puerta con la misma intensidad con la que había observado cada una de las pruebas que habían superado. Sabía que este último desafío los marcaría para siempre.
**Leona** asintió, su rostro serio pero firme. —Sí, hemos llegado hasta aquí por una razón. La última batalla, el último sacrificio. Pero debemos hacerlo juntos. No importa lo que se nos presente. Juntos.
**Sagitario** lanzó una mirada desafiante al frente. —Entonces, ¡vamos! No hay nada que temer.
Pero, a medida que se acercaban al umbral, la puerta de cristal comenzó a brillar con una luz cegadora. De repente, la figura de **la Guardiana de los Secretos Antiguos** apareció ante ellos, más imponente que nunca. Su presencia era casi opresiva, como si la misma atmósfera se doblara a su alrededor.
—Bienvenidos a la última prueba. Ustedes, los elegidos, han llegado hasta aquí, pero no todos superarán este umbral. Solo aquellos con el coraje necesario podrán cruzarlo. —Su mirada penetrante se fijó en cada uno de ellos. Sus palabras eran claras, pero también cargadas de un reto.
**Leona** no titubeó, levantando el Cetro del Destino hacia la guardiana. —Hemos superado todo lo que nos has lanzado. Estamos listos. No importa lo que nos pongas enfrente, lo enfrentaremos juntos.
La Guardiana sonrió con una mezcla de respeto y desafío. —Si tan solo fuera tan simple... Esta prueba no es solo física. Es mental, es emocional, y es algo mucho más profundo. Cada uno de ustedes tendrá que enfrentarse a su propio reflejo. A lo que más temen. Solo si logran superar sus propios demonios podrán cruzar la puerta.
**Escorpio** frunció el ceño, inquieto. —¿Un reflejo? ¿De qué hablas?
La Guardiana no respondió de inmediato. En lugar de eso, levantó la mano y, con un gesto, las sombras comenzaron a retorcerse alrededor de ellos. Pronto, cada uno de los signos se vio envuelto en una burbuja de oscuridad, aislado de los demás. Una extraña sensación de desorientación los invadió. Estaban atrapados en su propio mundo, enfrentando no solo la oscuridad externa, sino también la que habitaba dentro de ellos mismos.
**Leona** miró a su alrededor, el silencio era abrumador. En el aire flotaba la sensación de que algo muy profundo estaba a punto de emerger. Y de repente, una figura se materializó ante ella: una versión distorsionada de sí misma. Esta Leona no era la misma guerrera decidida que había sido. Era una versión rota, vulnerable, llena de inseguridades y dudas. En sus ojos no había el fuego que solía tener, sino un vacío oscuro, como si la esperanza ya no existiera en su mundo.
—¿Crees que eres capaz de liderar? —preguntó su reflejo, su voz teñida de sarcasmo. —¿De realmente proteger a todos, si ni siquiera puedes protegerte a ti misma?
Leona dio un paso atrás, sintiendo cómo la angustia comenzaba a apoderarse de su pecho. Las palabras de su reflejo se clavaron como dagas en su mente. Sabía que esa era una de sus peores dudas, la idea de que no era lo suficientemente fuerte, que no era capaz de soportar el peso de ser líder.
Pero, con un esfuerzo sobrehumano, apretó los dientes y levantó el Cetro. —No. No voy a dejar que mis miedos me dominen. Soy más que eso.
La versión distorsionada de ella sonrió con malicia, pero Leona, con todo lo que había vivido, con todos los sacrificios que había hecho, no retrocedió. El Cetro brilló intensamente, y con un grito de furia, desterró la sombra que la acosaba.
Pero al igual que Leona, cada uno de los signos se vio enfrentado a su propio reflejo. **Escorpio** vio la oscuridad de su alma, la traición que temía, el miedo a perderse en sus propios deseos y a arrastrar a los demás con él. **Sagitario** enfrentó su impulsividad, la falta de control que podía destruir lo que más amaba. **Aries** vio su furia incontrolable, la rabia que había dejado escapar muchas veces en el pasado, arrasando todo a su paso. **Libra**, vio sus dudas sobre el equilibrio, temerosa de que su búsqueda de justicia y armonía no fuera suficiente para salvar a todos.
Pero cada uno de ellos, con fuerza y determinación, logró superar las sombras que los acechaban. Al final, la oscuridad que los rodeaba se desvaneció, dejando atrás a los signos más fuertes, más unidos, más completos.
La Guardiana apareció nuevamente, observando la escena con una expresión de aprobación. —Han superado la prueba. Han enfrentado sus propios miedos, sus propios defectos, y han emergido más fuertes. El destino está en sus manos ahora.
Con esas palabras, la puerta de cristal se abrió, revelando un mundo brillante al otro lado. Los signos avanzaron hacia ella, el peso de su misión nunca había sido tan claro, pero también sabían que ahora, más que nunca, estaban listos para lo que les esperaba.
El Cetro del Destino brilló una última vez, y con él, la unidad de las Doce Llamas se selló para siempre. Estaban listos para cumplir con la profecía y enfrentar el destino final que les aguardaba.