El aire estaba cargado de energía pura, como si el mismo universo estuviera conteniendo la respiración. La puerta de cristal se cerró detrás de ellos con un sonido que resonó como el cierre de un ciclo, pero lo que se abría ante ellos no era solo una nueva fase de su misión: era la última.
La luz que emanaba del Cetro del Destino iluminaba su camino, pero esta vez, el resplandor era diferente. Más fuerte. Más abrasador. Como si el poder de las Doce Llamas estuviera convergiendo en un solo punto, preparándose para estallar.
**Leona** dio un paso hacia adelante, seguida por **Escorpio**, **Sagitario**, y los demás. Todo lo que habían vivido los había llevado hasta este momento, hasta este lugar. El portal que se abría ante ellos no era solo una puerta física, sino un umbral hacia la culminación de su destino.
Frente a ellos, se extendía un vasto paisaje, uno que parecía no tener fin. Montañas de piedra negra se elevaban hacia el cielo, y en el horizonte, una gigantesca figura se alzaba, envolviendo el aire con una presión palpable. Era el **Corazón del Mundo**, el núcleo de todo lo que había sido creado, un lugar donde la magia de los signos se entrelazaba con el tejido mismo del universo.
Pero no estaban solos.
Delante de ellos, una figura emergió de la oscuridad, un ser cuya presencia llenó el aire con una intensidad inhumana. Era la **Oscuridad Primordial**, la entidad que había estado tejiendo los hilos de su destino desde el principio. La figura, imponente y etérea, no tenía rostro, pero sus ojos, si es que podían llamarse ojos, brillaban con la fría luz de un cosmos distante.
—**El momento ha llegado.** —Su voz retumbó en sus mentes, profunda y ominosa. —**Ustedes, los elegidos, han llegado a la última prueba. Pero no hay regreso. El Cetro no solo representa su poder. Es el símbolo de su sacrificio. El mundo, todo lo que conocen y todo lo que aman, será alterado por su decisión.**
**Leona** levantó el Cetro del Destino, su mirada llena de determinación. No había miedo en sus ojos, solo una clara resolución. —**Sabemos lo que está en juego. Estamos listos para enfrentar lo que sea necesario.**
La Oscuridad Primordial rió, una risa que no era humana, sino que parecía venir del mismo tejido del universo. —**Muy bien, entonces. Prepárense para el juicio.**
De repente, una oleada de energía oscura envolvió a los signos, separándolos nuevamente. Esta vez, no era solo un reflejo de sus miedos, sino una confrontación con la propia esencia de su ser. Cada uno de ellos se vio arrastrado a una visión aterradora, un escenario donde los ecos de sus decisiones pasadas resonaban con fuerza.
**Escorpio** se encontró en un campo desolado, rodeado por las sombras de aquellos a quienes había traicionado. Cada rostro de sus víctimas lo observaba con ojos acusadores, y él no podía escapar de la culpa que lo atormentaba. En un susurro, las voces comenzaban a ahogarlo. —**¿Crees que puedes redimirte? ¿Que el amor que tienes por los demás es suficiente para borrar tus pecados?**
Pero **Escorpio**, respirando profundamente, apretó su puño alrededor del Cetro. —**No me rendiré. No dejaré que mis errores me definan. Yo soy el dueño de mi destino.**
Con esas palabras, la oscuridad que lo rodeaba se disipó, y **Escorpio** avanzó hacia la luz, dejando atrás el peso de su pasado.
Mientras tanto, **Sagitario** se encontraba en lo alto de un acantilado, mirando hacia un futuro incierto. La tentación de abandonar todo, de escapar y renunciar a la lucha, era fuerte. La voz de su propio reflejo susurraba: —**¿Realmente crees que tienes lo que se necesita para ganar? Todo esto es más grande que tú, más grande que cualquiera de nosotros.**
**Sagitario** miró al horizonte, sus ojos ardiendo con determinación. —**No se trata de lo que somos capaces de hacer. Se trata de lo que estamos dispuestos a perder.**
Con esas palabras, el vacío que lo rodeaba se desvaneció, y el camino se abrió ante él.
En otro rincón del paisaje, **Libra** se vio atrapada en un mar de caos, el equilibrio que tanto valoraba se rompía ante sus ojos. Todo a su alrededor se desmoronaba en una maraña de conflictos. Las voces de aquellos que había intentado proteger la acusaban de no ser suficiente, de no poder equilibrar todo.
Pero **Libra** se mantuvo firme, con el Cetro en las manos, su mente serena a pesar de la tormenta a su alrededor. —**El equilibrio no significa perfección. Significa saber cuándo luchar y cuándo soltar.**
La tormenta se calmó, y la oscuridad que la rodeaba desapareció.
**Leona** avanzó con paso firme, su corazón latiendo al ritmo del poder del Cetro. Sabía que su decisión sería la más difícil, que el sacrificio que debía hacer no solo afectaría a su destino, sino a todos los que amaba. Pero su confianza en los demás, en su unidad, era más grande que cualquier miedo.
**La Oscuridad Primordial** los observó, su forma desvaneciéndose en la neblina. —**Has aprendido, entonces. Han comprendido el verdadero significado del sacrificio y la unidad. Pero solo ustedes pueden decidir lo que sucederá a continuación.**
De repente, el Cetro del Destino brilló con tal intensidad que la oscuridad se disipó por completo, dejando solo luz. La Oscuridad Primordial desapareció, su forma desvaneciéndose como una sombra que se disuelve al amanecer.
Leona, con el Cetro en alto, se dirigió hacia el núcleo del **Corazón del Mundo**, donde el destino final se sellaría. Todos los signos la siguieron, sabiendo que, sin importar el precio que tuvieran que pagar, estaban listos para cumplir con su misión.
La convergencia del destino estaba por cumplirse. Y solo ellos, las Doce Llamas, podían decidir si el mundo sobreviviría o sucumbiría.