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-ay mierda, mierda, mierda, mierda…
-sí, Florence, ya tenemos claro que es una mierda pero no tienes que repetirlo- Odysseus me saca de mis pensamientos.
-no esperaba estar tan pronto en casa y menos con un intento de superhéroes salidos de un comic- digo.
Luego de pasar por una persecución a media carretera, terminar en una parada de tráileres y pasar durante cuatro horas debatiendo que género de música es el mejor… logramos llegar a mi pueblo. Les pedí que paráramos justo delante del cartel que decía “Bienvenidos a Whitewood” porque no estaba preparada para enfrentar la manada de comentarios y micro agresiones por parte de todo el pueblo.
Hipocresía en todo su esplendor.
Un pueblo religioso y con preferencia a todo lo estereotipado es lo que me espera, las personas son amables con un estilo hipócrita que solo yo puedo notar. Irme sola y regresar con una carga de problemas y un grupo de raros, no es algo bien visto por ellos.
-¿ya?- pregunta Samantha, niego con la cabeza. No pasan ni cinco minutos cuando…
-¿y ahora?- pregunta Kat.
-pero, ¿Cuál es la urgencia?- pregunto ya irritada.
-lo siento, comprende que hace mucho no socializamos- dice Space y nota mi gran signo de interrogación en la cara- es una larga historia, algún día la sabrás.
-¿ya podemos seguir?- pregunta Blood, hastiado.
Inflo mis pulmones con todo el aire que puedo y me mentalizo que todo saldrá bien.
-está bien, po…- no consigo seguir cuando giro sobre mi talones y veo a la persona que más “prefiero” en este mundo.
-¿Flor?- pregunta la señora Brown, una de las mujeres que no ha hecho más que hablar hipócritamente “bien” de mi familia y más que todo, de mí.
Me acerco al Aston Martin DB5 celeste y un poco oxidado, la señora Brown se encuentra en la parte trasera sacando su cabeza y su muy, exageradamente, reluciente cara me da una razón más para no maquillarme ya que tiene colores demasiado extravagantes para alguien de su edad. No me malentiendan, no tengo nada en contra de que señoras de 60 años se maquillen estoy en contra del Edadismo, pero soy de las que piensa que para todo hay un límite… y la señora Brown en definitiva lo pasa.
Ella y el resto de sus acompañantes.
-Sí, señora Brown, soy yo Florence- digo entre dientes, remarcando mis dientes. Estoy a unos pasos de los chicos y necesito urgentemente que alguien me salve antes de que…
-señoras, recuerdan a la hija rebelde que se fue de viaje durante meses que les conté- todas la señoras que van igual de maquilladas como ella asienten reparando mi vestuario, no es que tenga la mejor ropa pero según yo me veo decente.- pues es ella, les presento a la hija de los Webb, Flor…
-es, Florence, señora Brown… solo Florence.
-como digas cariño, si alguna tiene un nieto igual de perdedor que ella… pues díganle, ¡esta solterísima!- aprieto los dientes para evitar decir algo de lo que luego se que no me arrepentiré pero mis padres me lo sacaran en cara.
-creo que en eso está confundida, señora…- dice una voz a mis espaldas y la señora Brown junto con sus amigas, quedan con la boca abierta cuando cierto chico rubio de 1.90 de altura se posa a mi lado pasando su brazo por mi cintura.
-vaya, veo que saliste toda una caza fortunas- suena mal, pero yo también lo creería si viera a alguien que parece vagabunda y su pareja se vea salido de una revista de moda. Y es que el hecho de que Odysseus este vestido solo con una camisa blanca y pantalones azules junto con unas zapatillas sencillas se vea tan bien me hace sentir como si fuera una copia barata de Betty, la fea.
-al contrario señora…
-Brown…- respondo por ella.
-gracias, todo aquí fue al revés ya que fui yo quien estuvo insistiéndole a Florence que me diera una oportunidad, pues ella para mi es mucho.-dice y me pega mucho más a él- fue difícil, ella una mujer muy hermosa para alguien tan sencillo como yo- sonríe y con eso se gana el suspiro de las señoras. ¿Por qué no me sorprende que sea tan exagerado?
-oh, linda, tienes tanta suerte de tener a este muchacho guapo…- dice la señora Brown y eso si me sorprende pero…- lástima que se conforme con tan poco.- ya está, ¡la voy a matar!
Odysseus se percata de mi intención y me toma de la cintura como muñeca para luego ponerme sobre su hombro como si de un peluche se tratara.
-¡Suéltame!- le grito y pataleo.
-lo siento, tendremos que dejarlas, nuestros amigos nos esperan, espero verlas pronto, cuídense.- dice el de manera rápida y todas las señoras le canturrean un “adiós, joven” y se van cuchicheando como pericas.
Sigo pataleando hasta que llegamos con los chicos y Odysseus por fin me baja.
-AGH, hubieras dejado que le jalara los pelos de escoba que tiene por cabello- gruño cruzándome de brazos.
-no, claro que no, parecía que un demonio se te hubiera metido, luego me lo agradeces- dice y se aleja.
-¡Claro que no te agradeceré! ¡Ahora mis padres lo sabrán! ¡Y todo el maldito pueblo!- grito jalando mi pelo.
-cálmate, cariño- me dice Kat que comienza a masajear mi espalda y la bola de nervios y tensión desaparecen.- debemos seguir, cuando estemos allá te ayudaremos, ¿sí?- asiento porque tiene razón.
-y si necesitas que patee algunos traseros, con gusto lo hare yo- dice Marina y me guiña un ojo.
-Bien, ahora sí, podemos seguir…
-¡Gracias!- grita Blood y nos encaramamos en los autos. Los guio hacia donde debemos ir para llegar a mi casa, en el camino diviso algunos de los que fueron mis compañeros de escuela y claro, algunas personas de las que no tengo su cariño por no seguir sus normas.
Cuando pasamos enfrente de mi antigua escuela nos ganamos muchas miradas, la mayoría con curiosidad por que en mi pueblo no es normal ver esta clase de autos. Legamos por fin a mi casa y el grupo de familiares que ni me tomo el tiempo de detallar nos regala su atención de una manera TAAAAN discreta.