I
La excéntrica fiesta había empezado como evento especial en el crucero. Mujeres vestidas a la antigua, hombres con elegantísimos trajes de siglos pasados, y todos con máscaras.
Una vez empezado, Thabie regresó a su cuarto y se sentó sobre su cama. Sus hijos dormían en otras recámaras.
Alguien toca la puerta.
—Thab, mi amor puedo pasar
Ella solo quería meditar sobre lo ocurrido hace un momento, era ya realmente desesperante no saber cómo reaccionar en estos casos.
—Por favor, tenemos que hablar…
— ¡No, así que lárgate!
El silencio por un momento pareció inquietante, las olas chocaban con el gran barco haciendo unos sonidos muy típicos.
Ella se paró y salió, vio a los ojos de su marido y dijo: —Terminamos.
Esa simple palabra, la cual salió muy improvisada pero directa, resonó en todo el pasillo. Caminó a su derecha sin mirar atrás. Esperaba que él le gritara y le rogara, pero no. Lo conocía desde hace mucho, y sabía muy bien que en cualquiera que hubiera sido el caso, no hubiera hecho nada. Era así, un simple y estúpido orgulloso.
Mientras tanto, en la fiesta se escondía algo muy sutil, una sensación de horror combinado con la alegría y la euforia de la gente. Todos vestían a la antigua, mujeres con vestidos llamativos y máscaras brillantes, mientras que los hombres con trajes elegantes.
Sobre la noche llena de sentimientos encontrados, el secreto que las estrellas y en especial la luna guardaba en su semblante eran muchos, algunos buenos y risueños mientras que otros, eran la trágica pesadilla de la humanidad. Se hacían presentes aún más sobre el mar.
Sería innecesario pensar que algo pasaría aquella noche, lóbrega. Sin embargo las parejas empezaron con sus pasos dando vueltas y siguiendo el ritmo con sus zapatos e ignorando el hecho de que estaban en peligro.
Thabie se sentó en la escalerilla que daba al centro de la pista de baile. Una pareja de jóvenes tomados de la mano corrieron por su costado subiendo. Supuso que estaban ebrios por la forma en que reían, y que tendrían sexo en alguna parte del crucero.
Mientras cientos y cientos de personas bailaban sin parar, Thab advirtió desde las ventanillas, que la luna era roja. No estaba pintada de la blancura que siempre alumbraba en las noches, esta vez era roja, como si intentara anunciar algo.
—Thab que sucede.
Anunció alguien, el baile paró por un momento y esta vez las personas descansaban en asientos distribuidos por diversos lugares del salón, habían todavía quienes seguían bailando, y los que sobraban se acercaban al buffet para degustar de lo que había sobre la mesa.
Se volvió y miró a una señora maquillada, su rostro era más claro que el cuello y eso le daba un toque grotesco.
—Nada Martha.
—Sé que nos conocimos hace dos días, pero ahora eres mi amiga y puedes confiar en mí.
Era verdad, aquella mujer se le acercó mientras subían al crucero y charlaron un momento, de ahí se convirtió en la única persona con quien socializaba en todo el crucero, a diferencia de su esposo que…
—Te conté que mi esposo me engañó dos veces—ella afirmo con la cabeza—pensé que esta sería una manera de empezar de nuevo, de fortalecer el amor de familia. Pero no fue así. Hace un momento lo encontré en otro camarote, con tres mujeres.
Thab quebró en llanto, no podía resistir.
—Ya—la apoyó sobre su hombro—ya pasará. Pero que le dijiste.
Entre lágrimas dijo—Que terminamos, oh dios—intentaba ponerse fuerte pero no lo lograba—Mis hijos, me preocupan mis hijos.
Martha suspiró, su pecho robusto se levantó con la respiración y volvió a su lugar.
—Thab eso no importa, sé que tus hijos estarán contigo, no tienes que preocuparte por ello.
Ella se limpió las lágrimas, logró que el maquillaje no estropeara en su totalidad.
—Creo que fue lo mejor.
—Sí, es lo mejor. Ahora solo debes preparar el divorcio.
“Como si fuera algo fácil”
II
Emil yacía pensativo alado de los camarotes de sus hijos.
No podía creer que Thabie terminara con él. No quería aceptarlo, todos los momentos junto a ella y sus hijos, en especial cuando nacieron. No quería.
De sus ojos empezaron a brotar lágrimas de una culpa, culpa que al poco rato desaparecería mientras una mujer caminaba en dirección a él y empezó a besarlo.
—Que pasó—dijo ella en tono lascivo—te comió la lengua el gato.
—Queras decir una gata.
Ella sonrió y empezó nuevamente a besarlo acariciando su cabello. Emil poco a poco bajaba las manos de su cintura a su trasero prominente. Ella se sacó la máscara y se desabrocho el vestido, el cual era apretado en específicas partes. Emil pasó de su boca al cuello y bajó aún más hacía sus pechos, la respiración se empezó a combinar con los gemidos de ella.
“Acaso esto es mejor que una familia”, pensó, “Por favor Dios, dime que esto no es gustoso. No puedes negarlo”
Las manos de aquella dama se posaron por sobre sus testículo y empezó a acariciarlos.
Entonces, de entre el acto y los toques seductores, escuchó la voz inocente: — ¿Papá?