Zombie Queen

V. - VI .

V

Los niños estaban confundidos y no entendían lo que sucedía. La mujer, que en un momento trató de seducir a su padre, discutía afuera y caminaba de un lado a otro.

—Olga, cariño despierta—la niña abrió los ojos, que al parecer, según el brillo y las mejillas mojadas, habría estado llorando.

—Mami que sucede…

De pronto una sacudida, las luces parpadearon y varias cosas cayeron.

— Debemos salir de aquí— agregó Thabie— Olga, necesito que seas fuerte por favor—la niña gimoteó.

Su hermano yacía en una esquina observando lo que sucedía.

Al poco rato, Thabie tomó unas cosas en una mochila, sábanas, mantas, algo de comida y agua. Tomó a los niños de las manos y salieron, otra sacudida.

—Bien—dijo Emil— ahora qué.

—Debemos salir afuera y tomar los botes salvavidas para escapar de aquí.

—Lo dices como si fuera algo fácil—comento la otra mujer.

—¿Tienes otra mejor idea?

—Sí, llamar a…

—A quien— retó Thab—¿ A la policía, a la marina?, no me hagas reír. Además, observé que las personas que tenían teléfonos y esos aparatos, se convirtieron al instante.

—Estás de broma— respondió la mujer y tomó el teléfono de su cartera, marcó el número de la policía, que era el que tenía en ese momento, y se lo puso en el oído. El tono de espera sonó hasta que se cortó emitiendo un ruido muy agudo, y de fondo unos susurros parecidos al de una mujer.

Emil advirtió su mirada y preguntó—¿Estás bien?

El celular cayó al suelo,—No papá, no lo hagas, soy una niña buena—decía en voz baja, los labios le temblaban y lloraba. Miró a Emil y gritó. Los niños se espantaron y se escondieron tras su madre.

La mujer corrió en dirección a Emil y se lanzó sobre él. Emil la detenía con las manos mientras ella realizaba mordiscos al aire, chocando los dientes desesperadamente y babeando.

Thabie tomó un florero de su costado, y se lo lanzó. La mujer retrocedió tambaleando, tropezó con su taco y cayó dentro del camarote, se apoyó con su mano en el marco y se levantaba. Thab tomó la manija de la puerta y cuando el cuello de la mujer quedo en el umbral, jaló con fuerza y repetía una y otra vez. El golpe era un chasquido de la carne desgarrándose con la sangre combinado con los gritos de la mujer. Al final, su cuello quedo parido a la mitad, mostrando gran parte del hueso y los nervios colgando.

Los niños lloraban abrazados y Emil se quedó atónito ante tal escena.

—Vamos—dijo Thab y le lanzó la mochila a Emil. Antes de agarrar a los niños, se rasgó el vestido y se cambió los tacos por unas zapatillas.

El plan era salir afuera pero cruzando por la cocina, aquellas cosas estaban en el salón principal caminando o tal vez comiendo. Thabie sacó el fierro de la puerta, y con él, armó a Emil para que guiara. Él aceptó, no quedaba otra cosa que hacer.

Caminaron con sigilo y quebraron a la izquierda, por el vidrio de la puerta se lograba avistar la gente, pero no caminando ni comiendo, sino, dormidos. Mas no echados, simplemente yacían ahí parados con los ojos cerrados y emitiendo ruidosas respiraciones agitadas.

Siguieron el recorrido hasta llegar a la puerta de la cocina, dentro el cocinero levaba atravesado un cuchillo en la cabeza y estaba tirado en el suelo.

—¿Niños están bien?—preguntó Thab mientras los miraba fijamente a los ojos. Ellos afirmaron con la cabeza, pero en ese momento no estaban seguros de lo que era estar bien.

—Al otro lado hay una puerta que conduce directamente con la piscina, ahí encontraremos algunos botes—dijo Emil, alzando el fierro.

—Niños, necesito que sean fuertes, está bien. Si nos atacan, escóndanse en un lugar seguro.

Emil empujó la puerta con su mano, caminó y examinó cualquier peligro. No había nada.

—Síganme.

Cruzaron. A su alrededor habían utensilios, ollas y otras cosas. El cuerpo del chef yacía tirado cerca a la puerta trasera. Pasaron sobre él y llegaron al otro lado preguntándose, ¿dónde estaba el asesino del chef?

En el exterior

Unas escaleras se alzaban frente a ellos, a los costados había dos puertas. Siguieron el recorrido, oyendo los truenos a lo lejos, acercándose peligrosamente. La primera puerta estaba entreabierta, y había una mujer con un cuchillo de carnicero en el vientre.

De la segunda, se esparcía un gran charco de sangre que brotaba de algo.

—Hay alguien ahí—susurró Emil señalando con el dedo—caminemos si hacer ruido.

Los niños estaban sin zapatos, sin embargo Thab se quitó los suyos y los cargó en la mano. Se movieron intentando no hacer ruido alguno, en esos momentos, hasta la respiración más agitada era un jarrón de vidrio cayendo al suelo. El sudor empapaba el cuerpo de Emil, quien tomó su corbata cuidadosamente y se la aflojó. Llegaron al primer escalón, luego al segundo y al tercero…Cuando ya estaban por la mitad, Olga soltó una pequeña bola de cristal que tenía en el bolsillo y cayó. Los golpes en cada escalón era una llamada para aquello que estuviera ahí oculto. Rodó y quedó a los pies de la mujer en el piso




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