Zombies. Mea Culpa

Parte 2

— Lo siento mucho — susurro la rubia.

— ¿Ellos están muertos? — Rosita lloró sin darse cuenta de nada, uno de los que pasó por afuera cerró la puerta y se llevó a los más pequeños para que no escucharan el llanto de la muchacha — ¡No les pasó eso! Ellos deben estar vivos, debo ir a ...

Ana le dio una cachetada.

— Este es nuestro refugio, si sales de aquí considérate muerta, como tu familia. Pakuq vendrá más tarde, ahora ve a cambiarte, necesitamos más manos para cultivar comida y ayudar a los niños.

Rosita quedó sin saber que decir, la otra la tomó de la mano y la llevo al baño, allí venía agua de una vertiente, que llenaba una especie de piscina pequeña, cuando salió, Ana le dio ropa nueva y zapatos.

En el comedor se encontró con el resto de quienes vivían allí, eran seis, de ellos cinco tendrían entre 18 y 15 años, el otro era de tres años, todos se veían bien alimentados, vestidos, aunque sus miradas parecían la de alguien mucho mayor.

— ¿De dónde vienes? — preguntó Benjamín, el más joven de todos.

— De New York, luego vinimos a Montana porque nos dijeron que no había tantos zombies.

— Yo soy de Oklahoma, ella es mi hermana — el niñito apuntó a Ana — Paku nos trajo a todos.

En eso como invocado, apareció el hombre en su traje de aislamiento.

— Buenas días a todos — dijo con su voz metálica.

— ¿Cómo te fue? — preguntó Juan de 18 años, el mayor de todos y segundo al mando del lugar.

— Bien, encontré un mall, traje en el vehículo zapatos, ropa, y comida que no estaba vencida, cuando terminen el desayuno pueden bajar todo, por favor.

— Eso haremos — respondieron a coro los jóvenes.

Mientras los demás guardaban las provisiones, el hombre se reunió con Rosita.

— Siento no haber llegar a tiempo, solo te salve a ti.

— No se preocupe, gracias por ayudarme, es usted muy bueno.

Pakuq se mostró algo incómodo.

— No digas eso, ahora debes tratar de adaptarte a la comunidad, Ana te ayudará, cualquier duda o consulta puedes hacérsela a ella.

— Gracias Sr. Pakuq.

— Dime solo Pakuq.

Al otro día quiso ir a hablar con el líder, pero cuando iba a entrar a su habitación Ana la detuvo.

— No debes entrar, nadie pasa sin ser llamado.

— Lo siento... solo quería preguntarle...

— ¿Qué cosa?

— ¿Por qué usa ese traje? No se ve nada de él.

— Lo supuse — miró para todos lados — vamos a un mirador, esos lugares son los mejores para hablar de lo que te contaré.

Cuando llegaron se sentaron, la niña fue directa.

— Él es un zombies.

— ¿¡Que dices!? Entonces... — su mente era un lio.

— No es como los otros, no ha perdido la razón. Usa ese traje para evitar pudrirse tan rápido.

— Hay que huir, pronto va a querer matarnos.

— Te repito, él no es como los otros, nos protege y nos cuida, no debemos tenerle miedo, si lo prefieres ve donde los que te atacaron, a ver si ellos te darán comida.

— No... claro que no lo harán... ¿Por qué es así?

— No lo sé... nadie lo sabe. Por favor, no toques este tema con él, ni con nadie más ¿Entendido?

— Sí — contestó insegura, la niña la dejó sola para que asimilará lo que le había dicho.

Rosita meditó un rato, al final decidió seguir como hasta ahora, Ana tenia razón, si él los protegía que importaba que fuera un zombies, aunque igual dormiría con un ojo abierto.

Ahora su nueva vida era muy tranquila, quedó en el grupo que cuidaba el perímetro, los más pequeños se encargaba de las cosechas y de cocinar, el lugar donde estaban estaba conformado por varias cavernas en medio de una gran montaña, al centro faltaba el techo, por allí les llegaba el sol para los cultivos que tenían, pasaban lo más que podían en el subsuelo, para que los vieran los zombies.

Con los de su edad, se empezó a entrenar para ser más rápida y poder combatir si tenía que enfrentarse a los muertos vivientes. Antes de un mes se volvió mejor que todos, incluso Juan, quien siempre la presionaba al máximo, sin darse cuenta que así lograba que ella se volviera mejor cada día.

— Ten cuidado con él — le recomendó Ana un día a Rosita.

— ¿Por qué?

— Juan ya te tiene entre ceja y ceja, eso es malo.

— No me da miedo — perdí a mi familia, ya me he enfrentado a los zombies al ir en las incursiones por comida, no le tengo miedo a ese prepotente, pensó la muchacha.

— No quiero que te pase... como a Carlos — susurro la menor.

— ¿Quién es Carlos?

— Fue otro que estuvo unos meses aquí, él se enfrentó a Juan directamente — su tono se volvió nerviosa — a la siguiente excursión fue el único que atraparon los zombies.

— Gracias por el dato, me cuidaré ¿Pakuq no hizo nada?

— No creo que haya dado cuenta, esa vez él no fue con ellos... Pakuq confía mucho en Juan.

— Ya veo. Gracias por contarme.

La siguiente vez que fueron de incursión solo fueron los jóvenes, al llegar Juan dejó a la muchacha en un lugar a cuidar, sola, Rosita, desobedeciendo, se fue a un lugar más alto, desde allí vio como los zombies habían sido atacados por sus compañeros, y obligados a ir donde ella debería haber estado, sino se hubiera movido, ya habría estado muerta.

— Vamos — dijo el líder — ya tenemos lo que vinimos a buscar.

— Espera — rebatió uno de ellos — falta Rosita.

— Ella ya no...

— Ella ya está aquí — la muchacha apareció frente a todos — vamos.

Juan la miró asombrado, y luego molesto.

— Vamos — el líder se fue silencioso todo el viaje.

"Esta se cree más lista que todos, no sabe quién soy yo. La dejaré confiarse, y me desharé de ella".

Unos meses después, cuando Juan estaba de guardia, se empezó a dormitar ya que la noche anterior había ido a un lugar para estar con su novia a solas, así que no vio unas sombras moverse, por suerte como Pakuq no dormía mucho, como todos los zombies, notó el movimiento inusual.



#302 en Terror

En el texto hay: tragedia, redención, muerte

Editado: 06.02.2024

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