Zona de Vuelo [omegaverse]

Capítulo 3 – Vuelo Estático

La casa de Damian quedaba a las afueras de la ciudad, cerca del bosque. Era una construcción sobria, de piedra y madera, con ventanas altas y una chimenea apagada. El aire olía a tierra húmeda y a café, y aunque el aroma venía del interior, Ren pensó que esa fragancia ya era inseparable del hombre que lo había dejado entrar.

Llegó puntual el lunes por la mañana, con una libreta nueva y una pluma en el bolsillo de su abrigo. Llevaba un suéter de cuello alto que le cubría el cuello, tímido gesto para ocultar sus feromonas. Cuando Damian abrió la puerta, vestía un suéter negro de manga larga, pantalones deportivos y calcetas gruesas. Nada en él decía "aviador", pero todo en su postura lo gritaba.

—¿Vas a quedarte ahí parado? —dijo Damian sin amabilidad, pero sin desdén.

Ren entró.

La primera hora fue tensa. Se sentaron en la sala, donde el silencio competía con el crujido ocasional de la madera. Damian apenas hablaba. Ren solo tomaba notas de todo lo que veía: los cuadros en la pared, los libros técnicos en la estantería, los instrumentos de navegación junto a la repisa.

—¿Tienes idea de cómo funciona un HUD? —preguntó Damian de repente, como si disparara una prueba.

Ren negó con la cabeza.

—Pensé que podríamos empezar por lo básico.

Damian lo evaluó un segundo más, luego se puso de pie. Lo guió hasta una habitación en la parte trasera, una oficina que parecía congelada en el tiempo: una maqueta de un F-16 sobre el escritorio, diagramas desplegados en las paredes, un simulador de vuelo antiguo y una computadora.

Pasaron horas hablando de instrumentación, altitud, velocidad, y de cómo se mantiene la calma a 10,000 metros de altura con el corazón acelerado. Damian hablaba como si se le olvidara quién tenía delante, como si por un momento su mente volara otra vez. Ren lo escuchaba en silencio, absorbiendo cada palabra.

Pero nunca preguntó por la guerra. Nunca preguntó por el amigo perdido.

Al anochecer, Ren recogió sus cosas con lentitud. Afuera caía una lluvia suave.

—Gracias por hoy —dijo al levantarse.

Damian lo observó desde su rincón junto al ventanal.

—No eres como los demás.

Ren parpadeó.

—¿Los demás?

—Los que solo quieren verte actuar. Tú pareces escuchar con todo el cuerpo. Como si el silencio también te enseñara.

Ren bajó la mirada, avergonzado por el cumplido. Se ruborizó levemente, algo que no pasó desapercibido para Damian, quien ladeó la cabeza, curioso, pero no dijo nada más.

—Hasta mañana —murmuró el omega.

—Trae ropa cómoda. Mañana haremos simulador.

Ren asintió antes de marcharse. Ya en la calle, mientras el aire frío le mordía la piel, se llevó una mano al pecho. El corazón latía fuerte, pero no por el frío.

Había algo en la forma en que Damian lo miraba. Algo que lo dejaba sin palabras.

Y algo en él empezaba a desear que la semana fuera más larga.




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