Zona de Vuelo [omegaverse]

Capítulo 4 – Simulador

Ren llegó al día siguiente vestido como le indicaron: camiseta blanca, chaqueta de algodón y jeans. Damian le abrió sin saludar, pero su mirada se detuvo un segundo más en el omega, como si quisiera memorizarlo.

La sala de simulador estaba lista. Damian había limpiado la zona y preparado los controles. Se veía más animado que el día anterior, pero aún así, había algo contenido bajo su piel. Un eco de batalla aún presente.

—Ponte los audífonos —indicó Damian mientras se acomodaba en la silla del copiloto. —Vas a aprender a despegar hoy.

Ren se sentó, obediente. Su pulso iba rápido, pero su rostro intentaba mantenerse sereno.

—¿Esto es como un videojuego? —bromeó con una sonrisa nerviosa.

Damian arqueó una ceja. —¿Vas a bromear cada vez que estés nervioso?

Ren bajó la mirada. —Solo cuando no quiero parecer tonto.

—No eres tonto. Eres solo nuevo en esto.

El comentario fue seco, pero justo. Ren se lo agradeció con una leve inclinación de cabeza.

Durante dos horas, Damian le explicó cómo leer las pantallas, cómo sentir el peso de la aeronave aunque estuviera sentado en una silla, cómo controlar el impulso de entrar en pánico. Le habló de la presión en el pecho, del rugido de los motores, del momento exacto en el que las ruedas dejan el suelo.

Y mientras hablaba, Ren lo miraba. No con admiración romántica todavía, sino con una especie de respeto tembloroso. Como si pudiera intuir que aquel hombre estaba roto, pero no destruido.

—¿Siempre fuiste piloto? —preguntó en una pausa.

Damian dudó.

—Desde los diecisiete. Fue lo único que supe hacer bien durante mucho tiempo.

Ren lo observó, queriendo preguntar más, pero no se atrevió.

—¿Y actuar? —preguntó entonces Damian.

Ren sonrió. —Desde los ocho. Me gustaba transformarme en alguien más. Era más fácil que ser yo mismo.

Hubo un silencio largo después de eso. Y cuando sus miradas se encontraron, algo se sostuvo en el aire. Un reconocimiento no dicho.

—Tienes buen oído —comentó Damian. —Y buenos reflejos. Mañana haremos una simulación nocturna.

Ren se levantó. —¿Puedo traer algo de comer? Cocino bien. Así... podríamos almorzar juntos.

Damian no respondió de inmediato. Luego, asintió con un gesto lento. —Hazlo si quieres. Solo no prepares cosas con salsas dulces. Las odio.

Ren rió bajito. —Lo recordaré.

Y mientras salía, el corazón le latía aún más rápido que el día anterior. Ya no era solo admiración. Empezaba a ser algo más peligroso. Más dulce. Más inevitable.




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