Zona de Vuelo [omegaverse]

Capítulo 8 – Bajo los Reflectores

El set de grabación de Alas de Guerra era una construcción monumental dentro de un antiguo estudio remodelado. Aviones de utilería colgaban del techo, el fondo era una réplica meticulosa de una pista militar, y el aroma a polvo escenográfico y madera fresca lo envolvía todo. Cámaras, luces y técnicos corrían de un lado a otro, afinando cada detalle antes del ensayo general.

Damian había llegado puntual, con las manos en los bolsillos y una expresión que confundía a medio mundo. Algunos lo reconocían —no por la prensa, sino por su porte de militar auténtico—, y eso bastaba para mantenerlo al margen. No lo habían invitado oficialmente, pero Ren sí lo había hecho. Y ese detalle lo mantenía de pie ahí, observando desde las sombras.

Ren apareció entre los decorados, con un uniforme de piloto ajustado al cuerpo, guantes en mano y el cabello peinado hacia atrás. Se movía con seguridad. No como Ren. Sino como su personaje.

Y, por supuesto, él también estaba ahí.

Julius Vail.

Actor alfa, treinta años, mandíbula perfecta y sonrisa que parecía esculpida por los dioses del cine. Compañero de escena de Ren… y, al parecer, muy amigo. Aunque nadie en el set lo decía en voz alta, su interés por Ren era tan evidente como el reflector principal apuntando al protagonista.

Damian entrecerró los ojos.

—¡Damian! —Ren lo vio finalmente y trotó hacia él, su sonrisa rompiendo el gesto severo de su personaje—. Me alegra que vinieras.

—Dijiste que sería un ensayo. Esto parece una premiere.

Ren rió. Llevaba aún las marcas del maquillaje en los pómulos. Estaba radiante.

—Es un ensayo importante. La escena del segundo acto. La confrontación entre el teniente Rohan y el capitán Sinclair. Es algo... intensa.

—¿Intensa en qué sentido?

Antes de que Ren pudiera contestar, Julius apareció detrás de él, lanzándole una mirada curiosa a Damian.

—¿Y tú debes ser el famoso asesor de vuelo? El alma misteriosa de la base aérea. —Le tendió la mano—. Julius Vail.

Damian la estrechó con firmeza, sin sonreír.

—Damian Sorel.

—Ah, así que eres Sorel —dijo Julius, sonriendo más—. Ren habla mucho de ti. Al parecer, sus ojos se iluminan cuando te menciona.

Ren se atragantó en seco con su propia saliva.

—¡Julius…!

—¿Qué? ¿Dije algo falso? —rió el alfa, dándole una palmada en el hombro a Ren, quien pareció encogerse un poco con el contacto.

Damian lo notó. Notó también que Julius se acercaba demasiado. Que tocaba el brazo de Ren con familiaridad. Que lo llamaba “Reny” entre risas. Que lo hacía sonrojar.

Y una parte primitiva, escondida muy dentro de él, gruñó.

Pero se quedó donde estaba. Silencioso. Inmóvil. Su mirada era la de un lobo que observa a otro más joven acechar en su territorio.

—¿Empezamos, Ren? —preguntó Julius, aún mirándolo con esa camaradería masculina que entre alfas suele oler más a competencia que a simpatía.

—Sí, claro. Solo déjame hablar un segundo con Damian.

Julius se alejó hacia el set. Ren exhaló, volviendo a girarse hacia Damian.

—No es lo que piensas.

—¿Qué pienso?

—Que hay algo entre Julius y yo. No lo hay. Somos amigos desde hace años. Él fue uno de los pocos que me apoyó cuando rechacé tomar supresores.

Damian apretó la mandíbula. Lo sabía. Lo entendía. Pero eso no calmaba la sangre que comenzaba a calentársele bajo la piel.

—No dije nada —murmuró.

—Pero lo estás pensando tan fuerte que casi lo huelo.

Él no respondió. Solo lo miró un momento más, luego asintió en silencio.

—Voy a observar desde allá. Haz lo que viniste a hacer.

Ren bajó la mirada, pero no discutió. Volvió al set mientras Damian se acomodaba en un rincón apartado. Desde ahí, podía verlo todo.

La escena comenzó como una explosión: Julius, como el capitán Sinclair, entraba con rabia contenida, y Ren —como el joven teniente Rohan— respondía con una mezcla de miedo, admiración y desafío. Sus voces resonaban por todo el set. Era un duelo emocional.

Damian observaba cada gesto, cada roce de manos, cada mirada sostenida por demasiado tiempo. La cercanía entre Julius y Ren no era solo actuación. No desde el lado de Julius, al menos. La intensidad con la que lo miraba, la forma en que su cuerpo se inclinaba hacia él, cómo sus dedos se demoraban en el contacto. Era más de lo que un profesional requería.

Damian apretó los puños.

Pero no se movió. No interrumpió. No dijo una palabra. Solo su aroma cambió ligeramente, apenas perceptible entre las luces del set. Una advertencia contenida. Una marca territorial que ningún otro alfa pudo identificar, pero Ren sí. Ren la percibió. Y aunque no volteó a verlo, supo que estaba ahí.

Cuando la escena terminó, el director aplaudió satisfecho.

—Perfecto. Excelente trabajo. Quiero esa energía en la toma final.

Ren se quitó el casco que llevaba como parte del vestuario y caminó hacia Damian con pasos más lentos esta vez.

—Gracias por quedarte. A veces estos ensayos pueden durar horas.

Damian asintió, aún sin quitar los ojos del set.

—Buen trabajo.

—¿Buen trabajo... o buena actuación con Julius?

Damian giró apenas el rostro.

—Fue profesional. Aunque él no me lo parece tanto.

Ren sonrió apenas.

—No eres el único que lo ha notado.

Damian se quedó en silencio, pero sus ojos hablaron por él. El mensaje era claro: No voy a intervenir… pero ese alfa no tiene oportunidad.

Ren se acercó un poco más, bajando la voz.

—Sabes que, si quisiera algo con Julius, ya habría sucedido. ¿No?

—Lo sé.

—Entonces no gruñas desde las sombras. Si quieres marcarme, hazlo con acciones.

Esa frase encendió una chispa en los ojos de Damian. Pero aún no. Todavía no. No ahí.

—Lo haré, Ren. Pero en el momento y lugar en que tú no puedas olvidarlo.

Y con eso, se alejó.

Ren se quedó quieto, con el corazón latiéndole fuerte. Julius lo llamaba para otro ensayo. Pero su mente, su cuerpo y sus feromonas… ya estaban en otra parte.




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