El amanecer se filtraba a través de las cortinas de lino con una suavidad que contrastaba brutalmente con la tensión en el pecho de Damian Sorel. Aún no se había cambiado la ropa del día anterior. El informe del Ejército seguía sin abrir sobre la mesa, junto con la botella de bourbon que había vaciado solo a la mitad. Podía sentir su propio olor impregnando el ambiente: madera y café mezclados con la acidez de la frustración.
En la holopantalla frente a él, una transmisión grabada de la gala de la noche anterior seguía en pausa. Y ahí estaban. Ren… tan perfecto con ese traje azul oscuro que destacaba su piel clara, su cabello peinado hacia un lado con descuido encantador. Y a su lado, Julius. Julius con su sonrisa estudiada, su brazo demasiado cerca, su mano demasiado cómoda en la espalda de Ren.
Damian apretó la mandíbula al recordar las palabras de ese bastardo:
—“Lo nuestro no necesita etiquetas, ¿verdad, Ren?”
Y Ren… Ren no lo había negado. No del todo. Su sonrisa había sido incómoda, sus ojos se desviaron hacia otro punto, pero no dijo lo que debía. No defendió lo que compartieron. No habló de su vínculo. Y eso lo quemaba por dentro.
Pero al mismo tiempo, el alfa sabía la verdad: él había sido quien lo alejó. Él lo había empujado. Él lo había dejado solo antes de la noche más importante de su carrera.
Tomó aire, se pasó la mano por la nuca y cerró los ojos. No podía dejarlo así.
...
Ren se quitó lentamente la chaqueta del traje, colgándola con cuidado. Su departamento se sentía más frío de lo habitual. O quizás era él. Julius ya se había ido, después de soltarle esa última mirada cargada de reproche, como si supiera perfectamente a quién pertenecía realmente el corazón de Ren.
El omega suspiró y abrió la aplicación de mensajería en su pad. Tres mensajes sin respuesta. Tres. Todos dirigidos a Damian. La última decía simplemente: “Por favor”
No hubo confirmación. Ni un visto.
Se frotó los brazos. Aún olía a Damian. Aunque se había duchado, aunque Julius había intentado cubrirlo con su propia presencia, el aroma persistía. Estaba dentro de su piel.
Y lo odiaba por eso. Lo odiaba por hacerlo sentir tanto, por desaparecer, por no haber estado esa noche. Pero lo necesitaba. Por eso tomó el abrigo de nuevo, se puso sus botas, y salió a la noche helada.
...
El sonido del timbre lo hizo sobresaltarse. Damian levantó la vista del suelo, con la garganta seca y los ojos vidriosos.
—Ren…
No podía ser.
Volvió a sonar. Se puso en pie de golpe, cruzó la sala y abrió la puerta.
Ahí estaba. Pálido, con las mejillas enrojecidas por el frío, los labios entreabiertos.
—¿Puedo pasar?
Damian no respondió con palabras. Se hizo a un lado, y Ren entró. Por un instante, el silencio fue abrumador. Solo sus respiraciones llenaban el espacio.
—Vi la entrevista —murmuró Damian, la voz rasposa—. Lo vi todo.
Ren levantó la barbilla.
—Y aún así no respondiste.
—Porque estaba furioso conmigo mismo, no contigo.
—No parecía eso.
Damian se acercó un paso. Luego otro.
—No me gustó lo que Julius dijo —admitió—. Pero más me dolió pensar que te había dejado tan solo como para que no tuvieras otra opción que ir con él.
—Intenté hablar contigo. ¿Crees que no quería estar contigo ahí? Era mi noche… y quería que tú me vieras brillar.
Damian bajó la mirada. Su cuerpo entero se tensó por el conflicto interno. Ren lo notó.
—¿Por qué me alejaste?
—Porque no quiero arrastrarte a mis sombras, Ren. Lo que pasó con Marcus… el juicio… no estoy bien. No estoy entero. Pero no puedo dejar de pensar en ti.
—Pues déjame decidir si quiero quedarme a tu lado —dijo Ren, alzando la voz por primera vez.
Damian lo miró entonces. De verdad lo miró. Y sin previo aviso, cruzó el espacio entre ellos, tomándole el rostro con ambas manos.
—Te necesito —susurró contra sus labios.
Y lo besó.
Esta vez no fue suave. No fue dulce. Fue un beso cargado de rabia, deseo, culpa y amor contenido. Ren tembló bajo sus manos, pero no se apartó. Se aferró a la chaqueta de Damian como si fuera su ancla. Las feromonas comenzaron a mezclarse, llenando el ambiente de vainilla, lavanda, madera y café. El aire se volvió denso. Embriagador.
Damian lo abrazó con fuerza, como si temiera perderlo otra vez.
—Quédate esta noche —pidió.
—Solo si prometes no volver a empujarme lejos —dijo Ren, aún con los labios rozando los del alfa.
—Lo juro.
El omega asintió.
Y esa noche, no hicieron el amor. No fue sexo. No fue furia.
Fue simplemente estar juntos. Dormir enredados, como si el calor del otro fuera suficiente para sanar cada grieta, aunque fuera por un rato.
Al amanecer, Damian despertó antes. Miró a Ren dormir, su cabello revuelto sobre la almohada, el pecho subiendo y bajando con ritmo sereno.
Y en silencio, Damian prometió que haría lo que fuera necesario para proteger lo que estaban construyendo. Aunque sus sombras volvieran a buscarlo.
Hola, pasajer@s :) A partir de hoy, estaré subiendo un capítulo cada jueves. Espero que les esté gustando la historia!