Zona de Vuelo [omegaverse]

Capítulo 20 – El Espacio Entre Nosotros

El sonido del cierre de la mochila militar fue lo que quebró la mañana. Damian lo hizo lentamente, como si alargar el gesto pudiera retrasar el inevitable final de ese día. El sol se colaba por la ventana y doraba los bordes de su figura como si la luz misma intentara retenerlo.

Ren, en cambio, estaba sentado en el sofá con las piernas cruzadas y las manos entrelazadas. Tenía la expresión de alguien que sabía que no debía detener a quien ama… pero tampoco sabía cómo dejarlo ir.

—¿Quieres que te acompañe al aeropuerto? —preguntó, aunque en su voz ya vivía el “no quiero que te vayas”.

Damian negó con suavidad, dejando la mochila sobre la mesa.

—Antes de eso… hay algo que quiero hacer contigo.

Ren alzó una ceja.

—¿Y eso es…?

Damian le tendió la mano, una sonrisa misteriosa en el rostro.

—Ponte algo cómodo. Te llevaré a una cita.

...

El aire en el hangar tenía ese olor metálico y limpio que Ren ya había empezado a asociar con Damian. Frente a él se encontraba una avioneta blanca con franjas rojas, pequeña, elegante, poderosa. Una extensión del alma del piloto.

—¿Estás bromeando? —dijo Ren, con los ojos tan abiertos como un niño en su primer parque de diversiones.

—No —respondió Damian, girándose para mirarlo—. Es mi regalo. Para ti. Para nosotros.

Ren se acercó, casi sin atreverse a tocarla.

—¿Y tú… la vas a pilotar?

—Tengo licencia civil. La renté por hoy. Quiero darte tu primera clase real. La última lección que no pudiste vivir como parte de tu entrenamiento para la película.

—¿Esto no es ilegal?

Damian rió.

—No si no se lo contamos a nadie.

...

El cielo era un océano invertido. Bajo ellos, el mundo se desdibujaba. Todo era azul y libertad. Damian volaba con precisión militar, pero con una ternura que Ren jamás habría imaginado en él. Lo dejó tocar los controles, explicándole cada paso con paciencia.

—¿Ves ese horizonte? —preguntó Damian, señalando el límite entre el cielo y la tierra.

Ren asintió, embelesado.

—Durante años pensé que ese era el único lugar al que pertenecía. El aire, el combate, la velocidad. Pero ahora lo miro… y lo entiendo de otra forma.

Lo miró.

—Tú me enseñaste que también puedo volar sin dejar todo atrás. Que no tengo que elegir entre el cielo… y el amor.

Ren tragó saliva.

—Damian…

—Quiero que sepas esto, Ren. —Su voz era firme, como un juramento—. No importa lo lejos que me envíen. No importa lo que pase allá afuera. Tú eres mi norte. Mi Cielo. Mi punto de regreso. No me importa cuánto brille tu estrella… mientras sepas que este corazón es tuyo.

Ren le tomó la mano. Se la llevó a los labios.

—Gracias por darme alas para volar, Damian.

Damian lo besó justo cuando el avión se estabilizaba sobre una línea infinita de nubes.

Fue un beso de cielo abierto.

...

Horas después, en el aeropuerto militar, el ambiente era otro. Más frío. Más duro. Damian, ahora con el uniforme reglamentario, parecía haber cerrado emocionalmente sus compuertas… pero Ren podía leer en su mandíbula tensa lo mucho que le dolía marcharse.

—No tienes que ser fuerte todo el tiempo —le dijo Ren, acariciándole la cara, justo antes de que sonara el anuncio del embarque.

—Lo soy… porque tú existes.

—¿Volverás a mi?

—Siempre. —Se inclinó y le susurró al oído—. Eres lo único que no pienso dejar atrás.

Lo besó, esta vez con un sabor a despedida amarga. Un beso más largo que el protocolo, más sincero que las palabras.

Y después, simplemente se fue.

Ren no lo siguió. No esta vez.

Solo se quedó mirando el cielo.

Esperando volver a verlo descender de él.




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