Ren sonrió para la cámara.
Era su sonrisa número doce del día. Había aprendido a medirlas. Había una para los periodistas insistentes, otra para los fans nerviosos, una más para las entrevistas en vivo. Pero ninguna de ellas se sentía como la que usaba con Damian. Esa… esa no era una sonrisa. Era un suspiro con forma.
La gira de medios por la película estaba siendo un éxito arrollador. Portadas de revistas, nominaciones, entrevistas en programas de horario estelar. El joven omega que un año antes apenas lograba llenar salas de teatro, ahora era considerado una de las promesas más brillantes de la industria.
Pero cada paso sobre la alfombra roja se sentía hueco sin las botas de Damian acompañándolo.
—Ren, mira hacia la izquierda. —El fotógrafo agitó su mano—. ¡Perfecto! Ahora un poco más serio… sí, como cuando piloteas en la película.
Ren lo hizo. Pero lo único que vino a su mente fue la mirada de Damian aquella noche antes de que se fuera. La ternura furiosa. La promesa en su abrazo.
Y la duda. Esa que aún se aferraba a su pecho como una marca.
...
—Estás perdiendo peso —dijo Eve, su asistente, mientras le extendía una botella de agua en el camerino.
—No tengo hambre —murmuró él, quitándose el maquillaje con movimientos cansados.
—No me digas que es por el militar sexy que no te llama.
—No es que no quiera. Es que no puede.
Eve lo miró desde el espejo.
—¿Y tú puedes seguir así? ¿Sonriendo, fingiendo que no te desmoronas entre las entrevistas y los eventos?
Ren suspiró. Se apoyó en la silla, la vista perdida entre las luces del espejo.
—Creí que esto me bastaría. Que por fin cumpliría ese sueño que tengo desde los doce. Estar aquí, en el punto más alto. Pero cada vez que me aplauden, siento que falta algo.
—¿O alguien?
—Sí.
Eve no dijo nada más. Solo le apretó el hombro con suavidad y salió del camerino.
...
Días después, durante una entrevista en vivo para una premiación internacional, la reportera se acercó con una sonrisa calculada.
—Ren Lysander. Actor, cantante, bailarín, ícono. Pero lo que todos quieren saber… ¿tu corazón está ocupado?
Ren se quedó congelado una fracción de segundo. Pensó en mentir. En evadir. Pero al final, dijo lo único que se sentía real.
—Sí.
Un murmullo recorrió la sala. La reportera sonrió con más fuerza.
—¿Nos puedes decir quién es el afortunado?
—No. Pero… —y esta vez sí sonrió de verdad, con esa que era solo para él—…es alguien que vuela más alto de lo que cualquiera de ustedes podría imaginar.
...
Esa noche, volvió solo a su departamento. Se quitó el saco, aflojó el moño del cuello y se desplomó en el sofá, exhausto.
En la mesa, una caja sin abrir. El equipo de producción le había hecho llegar los recuerdos del set. Entre ellos, una réplica de la cabina del avión que usó en la película. Ren la sostuvo con cuidado, recorriendo los controles con la yema de los dedos.
Entonces lo sintió. El nudo en su pecho.
El que se formaba cuando extrañaba tanto que dolía respirar.
—Damian… ¿me ves desde allá?
Apoyó la cabeza contra el cojín, y susurró en la oscuridad:
—Yo sí te veo. Todo el tiempo. En cada cielo de pantalla verde… solo falta tu voz.
El celular vibró.
Una imagen se cargó con lentitud. La señal no era buena. Pero era suficiente.
Una foto.
Damian, con uniforme, cubierto de tierra, sonriendo frente a un avión militar. Y el mensaje:
“Sigo volando por ti.”
Ren lloró. En silencio. Con el teléfono en el pecho.
Y por primera vez en días, durmió tranquilo.