El amanecer en la base tenía el color del acero. Damian ya estaba en pie desde mucho antes del toque de diana. Los ejercicios físicos no eran suficientes para calmar la ansiedad que venía arrastrando desde que dejó a Ren en tierra.
Volaba bien. Volaba con determinación. Pero cada despegue lo sentía como una cuenta regresiva. A qué, no sabía.
—Sorel, reunión táctica en cinco —avisó Vargas desde la puerta.
Damian asintió y limpió el sudor de su frente. En la sala de mando, una nueva operación estaba en marcha: una misión de rescate en territorio de difícil acceso. Una aeronave médica no había regresado a su ruta prevista y habían perdido contacto con la tripulación.
—Operación Alfa-Bosque. Nivel de riesgo: alto. Se necesita maniobra táctica y reconocimiento visual. Escuadrón Sorel, ustedes encabezan.
Damian sintió el zumbido de la adrenalina. Lo conocía. Era su viejo lenguaje.
Pero por primera vez en mucho tiempo, antes de levantar el casco, pensó: ¿Y si esta vez no vuelvo?
...
Mientras tanto, al otro lado del mundo, Ren se preparaba para una entrevista importante. El programa se transmitía en vivo y tenía alcance internacional. Su equipo corría de un lado a otro, ajustando micrófonos y maquillando hasta el más mínimo reflejo.
Pero Ren se sentía raro. Inquieto.
Como si una sombra lo acariciara por la espalda sin tocarlo.
—Cinco minutos al aire, Ren —dijo Eve—. ¿Estás bien?
—Sí —mintió—. Solo… nervios. Supongo.
Se acomodó en el sillón del set. El monitor frente a él mostraba la transmisión previa al noticiero: titulares del día, resúmenes visuales, flashes internacionales.
Y entonces, la imagen.
Explosión. Humo. Una zona boscosa. Un helicóptero caído.
“Última hora: aeronave militar sufre accidente en zona de conflicto. Reporte inicial indica heridos. Se sospecha que un escuadrón de élite lideraba la misión.”
El corazón de Ren se detuvo.
La cámara giró en directo desde la zona. Rostros cubiertos, soldados evacuando. Y aunque la imagen era borrosa… ahí estaba.
Damian.
Con el brazo ensangrentado, ayudando a cargar una camilla. Su rostro tenso. El uniforme chamuscado. Pero vivo. Ren lo reconocería aunque estuviera a kilómetros, cubierto de barro o fuego.
Damian…
—¡Ren, ya estás en vivo! —susurró alguien fuera de cámara.
Ren no respondió.
—¡Ren!
Pero ya se había quitado el micrófono. Ya estaba caminando hacia la salida.
...
La base médica improvisada era un caos funcional. Damian tenía el antebrazo vendado, una herida por metralla menor. Había salido del helicóptero apenas segundos antes de que la cola estallara contra un árbol.
—Tuviste suerte —le dijo Ledezma, que también tenía un corte en la ceja—. Si hubieras sido cinco segundos más lento…
—Pero no lo fui —dijo Damian, mirando el cielo.
Uno de los oficiales se le acercó.
—Comandante Sorel, alguien de la cadena de noticias le dejó esto. Dijo que era personal.
Damian abrió el sobre.
Una foto impresa. Suya. En el set improvisado de vuelo que construyó meses atrás para la última lección de Ren. Estaba con las manos cubriendo las de su omega, ambos en la cabina, sonriendo.
Y detrás, con tinta negra:
“Vuela alto. Pero vuelve.”
...
Esa noche, Damian no durmió.
Y Ren tampoco.
Uno con el cuerpo herido. El otro con el alma agrietada.
El mundo parecía colapsar en silencio entre ellos. Pero la conexión seguía. Aunque la señal fallara, aunque los rostros se perdieran entre estática… había algo que ningún obstáculo podía borrar:
El amor que habían construido entre turbulencias.