Alana
—¿Entonces qué? ¿Le pediste disculpas?— pregunta Valeria al otro lado de la mesa de la cafetería de la esquina, removiendo su café con una cucharilla de metal que tintinea sin cesar.
Asiento, intentando parecer más tranquila de lo que en realidad estoy.
— Sí. Lo hice.
Valeria levanta una ceja, como esperando más. Porque sí, hay más. Mucho más. Pero ni siquiera sé por dónde empezar.
—¿Y?
—Fue.. raro. Diferente. Creo que me sorprendió. No me respondió con frialdad. Al contrario, fue amable. Muy amable.
—¿Amable cómo? ¿"Amable" de futbolista correcto o "amable" de hombre que te mira con algún tipo de interés?
—No lo sé. —respondí en voz baja. — Eso es lo que no dejo de preguntarme desde entonces.
Han pasado tres días, y en mi cabeza no han parado de reproducirse esos segundos en los que nuestras miradas se cruzaron, sus palabras, el tono con el que las dijo..
Me he sorprendido buscándolo en redes, mirando entrevistas antiguas para comparar. Y justo hoy, Instagram ha decidido regalarme una foto suya en un evento con una chica del brazo. Su ex. La misma que dijeron que ya no estaba con el. O eso pensaba.
—¿Crees que sigue con ella? —digo de repente.
Valeria chasquea la lengua.
—¿Le preguntaste?
—¿Cómo le voy a preguntar eso? ¡Apenas le conozco! Ni siquiera sé si malinterpreté las cosas y sólo fue amable..
— Vale. Entonces haz lo que sabes hacer: entrevista. ¿Recuerdas mis preguntas?
— Sí.
— Pues pidamos otra entrevista. Esta vez de verdad. Si vuelve a aceptar que se la hagas.. ahí tienes una señal.
La entrevista se concretó con sorprendente facilidad. Valeria sacó provecho del tiempo que me hizo perder el guardia cuando iba de camino a la primera entrevista, y de que irrumpieran para que Fran fuese a entrenar. Así que el club no puso pegas y Fran aceptó sin dudar.
Estoy nerviosa. Mucho más que la última vez. Estaba en la misma sala. Me senté justo en el mismo sitio mientras miraba mi agenda y leía las preguntas en mi cabeza, intentando convencerme de que mis pensamientos estaban en eso. Pero ya sabemos que no es así.
Escuché la puerta abrirse y ahí estaba. Vestía el chándal oficial. Tenía el pelo desordenado, como si viniese de entrenar.
Volví a mirar la agenda mientras solté todo el aire que había en mis pulmones para tranquilizarme. Para que él no notase lo nerviosa que estaba.
—¿Estás bien?— me preguntó al saludar.
Su voz sonaba más suave que la vez anterior. ¿Siempre fue así o es que ahora la escuchaba diferente?
— Si. Estoy bien. — Sonreí— ¿Y tú?
— Un poco menos nervioso que la última vez. — me devuelve la sonrisa—. Pero no mucho.
Se sienta justo en el asiento de mi lado. No dos asientos más alejados como la ultima vez que estuvimos en esta sala. Sino justo en el de al lado.
Sentí cómo el aire cambiaba apenas Fran se sentó junto a mí. No lo miré al principio, pero su presencia era imposible de ignorar. Olía a limpio, a esa mezcla de jabón, piel cálida y algo que ya empezaba a reconocer como suyo. Cerró los ojos un instante sin querer, como si ese aroma la envolviera por completo, suave y embriagador, colándose por la nariz y bajándole por el pecho hasta dejarle el estómago revuelto.
Entonces lo sentí: el calor de su cuerpo tan cerca que parecía irradiar contra su costado, y el roce leve—casi accidental—de su pierna con la suya. La tela del pantalón de chándal apenas rozó mi piel, pero bastó para que un escalofrío me recorriera la espalda. Mi corazón, que ya venía inquieto, redobló el ritmo como si supiera que estaba peligrosamente cerca de cruzar una línea. No era solo su olor ni su cercanía. Era lo que provocaba.
— ¿Listo?—. Le miré ignorando todo lo que se me pasaba por la cabeza.
—Cuando tú quieras.
Las primeras preguntas son las que Valeria preparó: sobre la presión de ser joven en el equipo, la sobreexplotación mediática, la desconexión mental.
Fran responde con honestidad. Se toma su tiempo. A veces evita mi mirada, otras la mantiene tanto que me obliga a mirar a otro lado.
—¿Te molesta la fama?
— No. Me confunde. No sé cómo actuar a veces. Es como si cada cosa que hiciera tuviera eco.
—Y aún así, nunca estás en polémicas.
—Porque no soy de meterme en líos. No porque sea perfecto. Sólo.. no me gusta ser el centro de atención.
—¿Te molesta tener que estar siempre disponible para la prensa?
Fran respira hondo. Se recuesta un poco en la silla.
— No me molesta. Pero tampoco lo disfruto. Me cuesta mucho.. expresarme. No quiero decir algo malinterpretado. Por eso a veces soy más callado. Supongo que prefiero jugar en silencio y que eso hable por mi.
Le observo durante unos segundos más. Es una de las cosas que más me llamaban la atención de él. En todas las entrevistas que había visto parecía muy tímido siempre. Muy callado, responde tranquilo a las preguntas que le hacen. Incluso cuando marcan un gol y lo celebran, él se queda más al margen que los demás.
Nuestros ojos se encuentran. El aire se espesa un poco. Vuelvo a mirar las preguntas eligiendo una al azar.
—¿Qué consejo le darías a un chico que sueña con estar en tu lugar?
—Que no se olvide de quien es. Que no lo haga todo por el éxito. Que si pierde su esencia por llegar lejos, entonces no vale la pena. Y que hay que seguir siendo humilde siempre.
La conversación fluye. Me olvido de que tengo el papel con preguntas. Me interesa lo que dice. Cómo lo dice. Cómo juega con sus dedos cuando habla, cómo baja la vista al suelo cuando se sincera, cómo se humedece los labios antes de dar una respuesta complicada.
Era uno de los gestos que más hacía. Ya lo había visto antes en otras entrevistas. Y me encantaba.
—¿Puedo hacerte una pregunta más personal? — suelto sin siquiera pensarlo. Me arrepiento al segundo.
Él asiente, sin dudar. Pero algo cambia en su mirada.