Zona Mixta

Capítulo 7

Alana

Tenía la agenda abierta sobre las piernas y sostenía un bolígrafo entre las manos, pero mi mirada no estaba en ella. Estaba al otro lado de la sala, donde Fran terminaba de responder a un par de preguntas de compañeros. Su tono era cortante. Su gesto, serio. Desde aquel día, era como si cada palabra suya estuviera recubierta de escarcha.

No me había vuelto a escribir. No me había respondido más. Y cuando me lo cruzaba, apenas me miraba. Con ese gesto que duele más que cualquier insulto: el de la indiferencia aprendida a la fuerza.

Nuestras miradas se cruzaron un instante. Y enseguida la apartó de mi. La entrevista había acabado y los jugadores salían de la sala. Bajé la mirada hacia mi agenda abierta como si acabarán de clavarme un cuchillo en el pecho.

—¿Estás bien?— preguntó Lucas, apoyado contra la pared con los brazos cruzados.

— Sí. — mentí, cerrando mi agenda y levantándome de la silla.

—No lo parece. — me miró unos segundos mientras guardaba las cosas en mi bolso.— Ese tío no te merece, Alana. Te habla cómo si fueras una desconocida. Vamos joder, si apenas te mira. —Se río con ironía.

Giré la cabeza. Su tono era suave, casi protector. Pero algo en su sonrisa me pareció fuera de lugar. Demasiado cómoda en medio del caos.

—No es tu problema. — respondí sin intención de sonar brusca, pero sin ganas de fingir una cercanía que no sentía.

Lucas se encogió de hombros.

—Lo sé, lo sé. Pero lo veo todos los días. Cómo te mira. Como te ha ignorado hoy. Que cliché.. el futbolista estrella y guapo que se cree con derecho a jugar con chicas preciosas como tú.

Me volví hacia él.

—No es así. No lo conoces.

Sus labios se torcieron en media sonrisa. Una que no llegaba a los ojos.

—Tampoco tú, por lo visto.

Me giré y comencé a andar hacia la puerta sin intenciones de dirigirle una palabra más.

—Perdona, ¿Vale? —me cogió del brazo haciendo que me girase.— Quizá yo no tenga millones en el banco. Pero se valorarte más de lo que el nunca podría hacerlo.

—Lucas, tengo trabajo. —me solté de su agarre y salí por la puerta con prisa.

Horas más tarde, caminaba sola por los pasillos de Valdebebas, con la entrevista a medias. Había logrado un par de respuestas interesantes de otros jugadores, pero el ambiente con Fran era irrespirable. Me lo crucé en el pasillo de salida, justo cuando hablaba con Brahim. Se callaron al verme. No fue casualidad.

—Alana. —dijo Brahim en modo de saludo, con una sonrisa cordial.

Fran solo desvió la mirada.

—Hola. — respondí, mirando a ambos.

—Nos vemos en la cena. —le dijo Brahim a Fran mientras se iba.

Él asintió y se giró para irse, pero antes de hacerlo, sus ojos se cruzaron con los míos. Un segundo. Apenas eso. Pero suficiente para que algo dentro de mí se removiera.

—¿No vas a decirme nada? — pregunté, sin alzar la voz.

Se detuvo lentamente.

—No. —dijo sin girarse. —No tengo nada que decirte.

Y siguió caminando.

Sentí un nudo en la garganta, uno que apreté con los dientes para no dejar salir. Porque lo peor no era su frialdad. Lo peor era la falta de duda en si voz. Como si ya no quedara nada que pudiera decir para hacerle cambiar de opinión.

—Te tengo un material muy bueno para tu sección. — dijo Lucas esa misma noche, mientras tomábamos un café rápido en la cafetería de la esquina de la oficina de redacción.

Valeria estaba concentrada en su portátil mientras tecleaba con los auriculares puestos.

—¿Ah, sí?

— Sí. Capté unas declaraciones de un jugador del banquillo que se quejaba de minutos. Puede dar algo de juego.

— ¿Y cómo lo has conseguido? — pregunté, alzando una ceja. —Esas cosas no se dicen así como así delante de una grabadora.

Lucas sonrió.

—Digamos que.. sé cuando dejarla encendida sin que se note.

Mi piel se erizó. No por la anécdota, sino por la naturalidad con la que lo dijo. Como si fuera normal. Como si esa trampa fuese parte del oficio.

Lo miré. Y por un instante, algo en mi interior se tensó. ¿Y si..?

Sacudí la cabeza. No. No podía ser. ¿Por qué iba a hacerlo?

—¿Qué pasa? —preguntó Lucas al notar mi silencio.

—Nada. —dije devolviéndole la sonrisa. Pero mis pensamientos estaban lejos, muy lejos. —Prefiero buscar otra cosa para mí sección. Pero gracias.

Esa noche, en casa, volví a escuchar la entrevista con Fran. No la oficial. La otra. La que nunca debió salir a la luz. Su voz sonaba más íntima, más suave. Casi vulnerable.

No la había vuelto a escuchar desde aquel día. La de ahora era fría, seca y distante.

—No sé si encajo. A veces siento que estoy en un mundo que no es mío. Solo juego. Pero todo lo demás..

Cerré los ojos. Esa parte. Esa era una de las frases exactas que apareció en la publicación. Como si alguien hubiera copiado la línea. Como si alguien más hubiera tenido acceso a esa grabación.

Y esa persona.. no era yo.

Miré mi móvil. Dudé. Mi dedo floto dentro del chat de Instagram de Fran. Había por lo menos cinco mensajes sin respuesta.

Pero no volví a escribir.

Un pensamiento rondaba mi cabeza. Y ahora, más que nunca, necesitaba estar segura.

Y si Lucas había hecho lo que empezaba a temer.. iba a descubrirlo. Aunque me gustara lo poco que quedaba entre Fran y yo.

Fran.

El balón salió desviado. Otra vez.

Golpeé el suelo con la bota y mascullé algo entre dientes. No llevaba ni media hora de entrenamiento y ya sentía que el día me había derrotado.

—Tío, ¿Qué te pasa hoy? — preguntó Brahim, acercándose con una sonrisa ladeada y el ceño fruncido a medias.

—Nada.

—Claro, “nada”. Por eso llevas veinte minutos pateando como si quisieras romper la portería.

Lo miré de reojo y no respondí.
Brahim se cruzó de brazos, paciente.

—¿Es por Alana?

El nombre cayó como una piedra en el estómago. No dije que sí. Pero tampoco dije que no. El silencio bastó.



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En el texto hay: fanfic, slowburn, sportsromance

Editado: 02.06.2025

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