Zorisbel

Día Número 2

Hoy desperté con un cansancio que no se explica por las horas dormidas.
El cuerpo recuerda cosas que la mente no comprende, y eso es lo más aterrador.
Caminé por mi apartamento y todo parecía igual, pero nada se sentía igual.
Cada objeto, cada sombra, cada sonido… parecía esperar a que me equivocara, a que notara algo que no debía.

Intenté seguir mi rutina como si eso pudiera convencer a alguien —o a mí misma— de que todo está bajo control.
Preparé el café, abrí la ventana para dejar entrar el sol, ordené los platos sucios.
Todo en silencio, porque hablar en voz alta solo amplifica la sensación de estar sola, de que nadie escucha realmente.
Dije mi nombre, Zorisbel, y me pareció extraño.
No lo reconocí del todo.
Es como si, aunque lo pronuncie, el nombre ya no fuera mío.

El día transcurrió lento.
Pensé en mi infancia, en mis risas fáciles, en los días donde confiaba sin temor.
Me pregunté: ¿en qué momento empecé a desconfiar de todo?
¿Fue un solo día, un solo instante, o fue un proceso lento, casi invisible, que me llevó a esta duda constante?

Hoy no vi el ojo.
Eso debería tranquilizarme, pero no lo hizo.
Porque cuando algo desaparece sin explicación, la mente inventa razones.
Y yo ya no sé cuál es la razón correcta, ni siquiera si la hay.
Cada recuerdo se siente sospechoso, cada emoción parece una prueba, y cada pensamiento una ilusión.

Intenté llamar a alguien.
Jaja… solo para escuchar mi voz y asegurarme de que era real.
Pero no hablé mucho.
Es difícil explicar que tu propio mundo te parece ajeno, que tus acciones parecen dictadas y no elegidas.
La psiquiatra pregunta si me siento mejor.
Le dije que sí, aunque no fuera verdad.
Es más fácil fingir que entender y aceptar la confusión que habita en mí.

Pensé en mis recuerdos más recientes.
Pequeños momentos cotidianos: el café caliente, la risa de alguien que creía cercano, un libro que parecía mío…
Todo se mezcla con la duda.
¿Fue real o solo lo recuerdo porque alguien me enseñó a creerlo así?
Cada detalle se convierte en un interrogante, y yo… yo solo quiero descansar, pero no puedo.

Sin embargo, algo resistió:
aunque todo lo demás parezca dudoso, esta voz sigue siendo mía.
Escribo, aunque tiemble, aunque mi corazón palpite con miedo.
Escribo porque es lo único que puedo sostener con certeza.
Si dejo de escribir, temo perderme completamente, sumergirme en el vacío que amenaza con tragarse mi memoria, mis emociones, mi identidad.

Miro por la ventana y veo la ciudad viva.
Gente que camina, autos que pasan, luces que titilan.
Me pregunto si todos están realmente vivos, o si yo estoy observando desde un espacio paralelo donde todo es simulacro.
Jaja… suena ridículo, pero es la sensación que me acompaña.

Hoy decidí algo pequeño, pero decisivo:
aunque dude de todo, no dudaré de lo que escribo.
Porque mientras pueda poner palabras en esta página, mientras pueda mirar dentro de mí misma y reconocer mi voz, todavía hay un hilo de realidad que puedo sostener.

Mañana escribiré otra vez.
No porque tenga respuestas, sino porque tengo que seguir escuchando mi propia voz, antes de que la duda me silencie del todo.



#575 en Thriller
#266 en Misterio

En el texto hay: misterio, diario, soledad extrema

Editado: 29.12.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.