Zorisbel

Dia Numero 3

Hoy he pensado en mi familia más de lo que debería…
Y al mismo tiempo, no sé si realmente existe.
Yaquelin… mi madre, o al menos eso creo.
Rene… mi tío, pero a veces me pregunto si solo me dieron un nombre y un rostro para que lo llame así.
Jean… mi hijo.
Yordan… mi hermano… ¿o solo alguien asignado a ese papel?

Recuerdo el parto de Jean.
El dolor que sentí, la mezcla de miedo y amor, la certeza de que algo dentro de mí estaba cambiando para siempre…
¿Fue real?
¿O es solo un recuerdo que mi mente inventó para sentirse completa?

Me siento extraña al decir sus nombres en voz alta.
Se sienten familiares y, al mismo tiempo, como si estuviera interpretando un guion que alguien más escribió.
Me pregunto si recordar estas cosas me hace fuerte… o si solo me acerca a la verdad que no puedo aceptar.

Hoy me reí una vez, apenas un “jaja” entre susurros.
Fue breve.
No me calmó.
Se sintió como un eco de algo que alguna vez fue natural, pero que ahora no pertenece a mí.
La risa se va desvaneciendo, silenciosa, dejando solo este peso en el pecho…
y la sensación de que estoy observando todo desde afuera, sin poder tocarlo realmente.

Intenté hablar con ellos en mi mente.
Les dije que los extraño, que quiero saber si todo lo que vivimos es real, si los recuerdos que guardo son verdaderos.
Pero no hubo respuesta.
Solo el silencio, pesado, que hace que mi corazón palpite más rápido.

A veces cierro los ojos y los veo.
No es como en las fotos o en los recuerdos, sino como flashes de momentos que siento que existieron…
y que ahora podrían no haber pasado.
Una risa compartida, un abrazo que me sostuvo cuando caí…
¿Fueron reales o inventados?
No lo sé, y eso duele más que cualquier golpe físico.

La duda es un monstruo silencioso.
Se cuela en cada gesto, en cada palabra, en cada mirada.
A veces pienso que mi familia está ahí, que me observa desde el otro lado, esperando que descubra algo que no debo.
O tal vez… tal vez siempre he vivido sola, y todo lo que recuerdo son fragmentos que mi mente construyó para no romperse.

Hoy me aferro a lo que sí puedo tocar: este diario.
Escribo sus nombres, sus recuerdos, sus rostros…
aunque no pueda asegurarme de que sean reales.
Al escribirlos, los sostengo, los mantengo vivos… incluso si solo existen en estas páginas.

Miro mi reflejo en el espejo y me pregunto:
¿Soy realmente yo la que recuerda todo esto?
¿O soy una versión programada para sentir amor y miedo, mientras alguien me observa desde afuera?
La risa que antes me acompañaba se ha ido casi por completo, dejándome solo con la incertidumbre y los latidos que retumban en mi pecho.

Al final del día, me doy cuenta de algo:
no necesito respuestas inmediatas.
No puedo saber si todo es real o inventado, pero puedo seguir sintiendo.
Y eso, aunque pequeño, todavía es mío.
Mientras escriba, mientras respire, mientras vea mi reflejo… al menos soy yo misma en algo, aunque la duda siga siendo constante.

Mañana escribiré otra vez.
Porque incluso en la confusión, incluso sin risa, incluso cuando todo parece una mentira…
este diario es mi hogar.
Y aquí, al menos, puedo escuchar mi propia voz.



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En el texto hay: misterio, diario, soledad extrema

Editado: 29.12.2025

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