Algunos años antes...
La paz reinaba en las tierras de Vailak, un planeta lejano, gobernado por cuatro Vairant sobresalientes de entre los suyos, sus nombres eran: Yzis Kalael, gobernante del Sur, Zet Kalael, gobernante del Norte, Xíon Zelteal, gobernante del Oeste y Syria Deabel, gobernante del Este; todo era muy tranquilo hasta que ese día llegó, habían peleas entre ellos, sus tropas se negaban a combatir, algo o alguien había roto toda confianza entre ellos, pero ¿De que se trataba?
A varios kilómetros de dónde reinaba el escandalo, yacía una estructura un tanto peculiar, cuatro grandes pilares ubicados en cada esquina de un cuadro perfecto, el cual era el acceso a unas largas escaleras, estas conducían a una puerta doble, cerrada fuertemente y sobre su metálica superficie, una especie de dibujo o texto parecía evitar que la entrada fuera abierta, y no solo eso, una daga con empuñadura retorcida se encontraba clavada en la delgada linea entre ambas puertas, el arma iluminaba y parecía absorber una energía de tonalidades naranjas.
Hubo una corta risa, alguien se encontraba ahí, aquello sonaba macabro y a la vez alegre, el dueño de aquella arma salía lentamente de entre las sombras proyectadas en lo profundo de aquella tumba, cuando la luz lo reveló, se pudo notar a un jovial guerrero de tez blanca, cabello rojo y largo hasta la altura de sus omóplatos, sus pupilas de tonalidad vino emitían un suave brillo y una sonrisa llena de satisfacción se dibujaba en su rostro.
- Daiónes: Es increíble... ¿Tan fácil resultó ser? Tanto tiempo de planeación y al final fue mas fácil de lo que pensaba. Falta poco para que Yzis y los demás se peleen a muerte... su debilidad será mi momento... ¡Que ansiedad! ¡Ja, ja, ja, ja!
Exclamó con clara emoción aquel sujeto, mientras flexionaba las rodillas para tomar un impulso, al saltar, de su espalda brotaron dos grandes alas de plumaje grisáceo, el suelo retumbó, una vibración lo acompañó y después, una onda de viento se expandió hacia todas direcciones justo cuando el pelirrojo alzó vuelo hacia el desierto de Hadalea, lugar dónde la disputa por un culpable se estaba acrecentando.
¿Por qué nadie peleaba? ¿Por qué las tropas de todos los reinos no se movían? Simple, una energía llena de colores iluminaba el cielo, toda esa energía provenía de un solo punto, un gigantesco árbol que reinaba sobre una duna de arena en aquel desierto de arena fina, absolutamente todos los habitantes, con excepción de doce y de aquel pelirrojo, se encontraban mirando al cielo, todos en la misma dirección, inmóviles, sin expresión en sus rostros, solamente reflejando el colorido tono en sus brillantes ojos.
Una segunda daga descansaba en la corteza del enorme árbol, Yzis, el hermano mayor de los Kalael e hijo directo del rey, fue el primero en llegar junto a su hermano menor, Zet Kalael, con la daga en mano, el hombre de larga cabellera oscura retiraba lentamente el arma blanca, la miraba atento, un entrecejo fruncido en su rostro demostraba que no se encontraba de humor tras su hallazgo. Lentamente giró su rostro y posteriormente se daba la vuelta por completo hacia el menor, el jovial príncipe de cabellera rubia, esperaba alguna palabra de su hermano, estaba cruzado de brazos, mirando con cierta duda a su hermano mayor.
- Zet: ¿Y bien? ¿Qué ocasionaba esto, Yzis?
- Yzis: ¿Crees que esto es gracioso, Zet? ¿¡Crees que es gracioso usar la energía de todos en esta tontería!?
- Zet: ¿De que demonios estás hablando, demente?
- Yzis: De esto.
El azabache lanzó la daga con total confianza, apuntando directo al pecho del joven de cabellos rubios, con gran agilidad, Zet atrapó la hoja del arma sin sufrir daños en su palma y levantó el arma para mirar la empuñadura, sus ojos celestes enfocaron bien aquel objeto y para su sorpresa, era el arma que anteriormente Yzis había forjado para él.
- Yzis: ¿Te atreviste a probar tus juegos en la tumba de nuestro padre? Esto es el colmo...
- Zet. ¿Y como sabes que fuí yo? No tienes ninguna prueba... además...
Ahora Zet regresaba el arma a su hermano, lanzando esta y calculando que la misma no impactara al azabache, Yzis no se movió de su lugar, dejó que el arma impactara de vuelta el árbol, aunque esta vez quedó echa pedazos al momento de golpear contra el tronco.
- Zet: Esta no es la que tu me forjaste, Yzis, ¿Por qué me culpas sin analizar antes el arma? ¿Qué estás tramando?
- Yzis: No necesito revisar nada, tu energía irradia por toda la empuñadura, ¿Qué otra prueba quieres?
- Zet: Y la tuya, la de Xíon, hasta la de tu esposa Syria está ahí, ¿Por qué me culpas a mi?
Y cuando no parecía haber marcha atrás en aquella disputa, un viento gélido se apoderó del lugar, haciendo incluso que el calor infernal del desierto desapareciera, la arena se cristalizaba en una delgada capa de hielo, se trataba de Xíon Zelteal, uno mas de los gobernantes había llegado, una especie de carta le estuvo esperando sobre un escritorio, la misma indicaba con una foto el lugar en el que se encuentran ahora, alguien lo había citado ahí como al resto.
Sus alas de pronto desaparecieron junto a una suave brisa helada, su cabellera morada se ondeaba al son del viento, suelto al frente y amarrado detrás en una coleta, era la manera en la que acostumbraba a llevar su cabello, sus ojos azules se fijaron en aquel par, el ambiente estaba tenso, lo podía notar, las expresiones, la energía desbordante, todo indicaba que llegó justo para evitar un conflicto innecesario. Poco después, alguien mas se unió a la reunión, Zurick Vestream, el alto mando de los ejércitos de Zet, el bárbaro guerrero de cabellera plateada se hizo presente, llegando justo a espaldas del rubio.
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Editado: 26.07.2021