Me miraba al espejo y lo primero que observaba eran mis ojos.
Mis ojos. Cafés y grandes. Fríos a la par que cálidos. Difíciles de explicar, como yo.
Siempre me han llamado mucho la atención los ojos, aunque sentía que pasaban desapercibidos a la vista, paradójicamente, de todos, salvó por algunos atípicos, ya sean verdes o azules.
...
Típico día, el colegio me esperaba para absorberme el cerebro debido a la carencia de buena transmisión de algunos profesores. Ya me estaba acostumbrando.
Lo que yo no sabía, era que mis ojos mirarían lo más hermoso hasta esta corta vida.
Entré con la cabeza gacha, harta de la rutina y con espera a algo nuevo, aun sabiendo que sólo pasaba en mis pensamientos. Todos los días pensaba lo mismo y simplemente pasaba eso: nada.
Alcé la mirada y vi unos ojos clavados en mí. Extraño. No estaba segura si encontré yo esas circunferencias o ya me habían visto antes, sólo sé que le miré. Soy muy buena sosteniendo miradas, pero simplemente no pude. Me aterré aún más cuando me encontré con la mirada "desviada" para evitar esos ojos en mí. Me producían ardor y frío. Difícil de explicar, cómo yo.
Estaba sintiendo eso, otra vez, pero esta vez me daba más miedo. Tenía calor, aunque mis manos temblaban del frío. Sentía mi corazón palpitar precipitadamente y me vi en problemas. Unos malditos ojos me estaban metiendo en grandes líos.