#1 Criada por el vampiro.

Capítulo 22

Pov’s Shayla.

Odio estar en este maldito lugar, sé que ya lo he dicho antes, pero me siento en mi total derecho de pensarlo nuevamente. Aún no he logrado averiguar el motivo exacto por el cual me encuentro en este asqueroso sitio. Cabe decir que cada día el maldito anciano dice menos palabras y se desespera con mayor rapidez.

—Buenos días Shayla… — saluda Miguel desde el otro lado de la puerta que me prive de mi libertad.

Cada mañana, a las siete en punto, él llega a cuidar mi puerta, haciéndome guardia desde el pasillo. No tengo claro la hora en la que se va, pero sospecho que es después de que el anciano sale de mi habitación y yo ya me encuentro dormida.

—Buenos días — una sonrisa aparece en mis labios. Estos días le he tomado un cariño especial a este hombre.

Puedo oír claramente como él se acomoda en la pared, al igual de como hace sonar algo de metal o algo parecido.

—¿Cómo has dormido?

—Supongo que bien — muevo de un lado a otro la cabeza intentando recordar como he pasado la noche — ¿y tú? — doy unos cuantos pasos en dirección a la puerta.

Todas las mañanas es el mismo dialogo, pero luego comenzamos a hablar de diferentes cosas, algunas más interesantes que otras, al igual que nos confiamos problemas personales.

—Bien — se aclara la garganta — hoy por la mañana he leído en el diario que la mayoría de los días de esta semana van a estar como el de hoy. Grises — me recargo en la puerta y miro por la ventana en dirección a las lejanas nubes, estas se encuentran grises, como si de esa forma ocultaran sus secretos, por alguna extraña razón eso me recuerda a Dante — ¿tienes fríos ahí dentro? — Curiosea — Breck me ha mencionado que el intento de ventana que hay, solo tiene unos barrotes y no vidrio.

Miro al chico, Breck es el hijo mayor de Miguel, él mismo joven que se encuentra viéndome.

—Me encuentro bien… no tienes de que preocuparte — sonrió de medio lado mientras me dejo caer en el suelo y me abrazo mis rodillas — ¿Cómo se encuentra él? ¿No se ha enfermado después de estas fuertes lluvias?

Él joven se encuentra en la misma posición de siempre. Al igual que los otros días, deja su arma a un lado y comienza a ponerse el impermeable, sin mucho apuro o cautela. Él siempre luce tranquilo, pero a la misma vez su semblante serio te deja en claro que se encuentra atento y preparado para cualquier movimiento en falso que te atrevas a dar.

—Se encuentra bien, sus defensas son dignas de admiración — no sé porque, pero me imagino a aquel hombre sonriendo, al algo dentro de mí que siente que Miguel tiene una sonrisa en sus labios en estos momentos — la que si se encuentra un poco decaída es Sofía, pero ayer me han pagado, asique la he llevado a un buen hospital y le he comprado sus medicamentos. Se supone que dentro de pocos días ella ya va a estar como siempre.

Este hombre me encanta y desearía haber tenido una figura paterna como la que él le da a sus hijos. Siempre está preocupado por ellos y en más de una ocasión me ha dejado más que claro que esos dos jóvenes siempre van a estar delante que su propia vida.

—Me encantaría algún día poder conocerla… — susurro.

—Ella también quiere lo mismo — ríe —, les he hablado tanto de ti a mi esposa y a Sofía, que creo que las he incitado a ambas a intentar conversarme de traerlas algún día a verte, claramente mi pequeña es la que se encuentra más ilusionada con todo esto.

Me quedo viendo unas marcas de garras que se encuentran en la pared al frente mío, la verdad es que en esta habitación hay muchas garras marcadas, como si alguien se hubiera descontrolado aquí dentro.

—Hoy por la mañana mi mujer se encontraba molesta conmigo, cuando le he preguntado a que se debía su enojo, me ha dicho que es porque no te dejo en libertad — debe ser una mujer muy comprensible, después de todo, no cualquiera dejaría, y tomaría bien, que su esposo llegue a hablar de una adolecente con la que pasa casi todo el día conversando de cosas bastante personales — no le gusta la idea de que aún me encuentre trabajando en este sitio.

Mi sonrisa se borra cuando noto el sufrimiento en el tono de voz del hombre, dejo que un suspiro se escape de mis labios. Nerviosa, e incómoda, me paso mi mano por mi cuello, mis dedos pasan rozando la cadena del collar que me ha dado Adrien cuando cumplí los diez años. Este regalo es tan importante para mí, que jamás me la he quitado. Me ha hecho compañía todo este tiempo. Con una sonrisa en mis labios me la quito y me la quedo viendo unos segundos, se me ha ocurrido una idea. La cadena es bañada en oro, al igual que el dije en forma de pluma, la verdad es que siempre me ha gustado llevarla conmigo, me hace sentir protegida.

—Miguel — lo llamo, aun mirando el colgante en mis manos.

—¿Qué ocurre?

—Quiero que se la des a Sofía — se la paso por debajo de la puerta, aún tengo la sonrisa en mis labios — me has dicho que no le has podido dar nada para su cumpleaños la semana pasada, es por eso mismo que quiero que le des como obsequio este collar — cierro mis ojos unos segundos — si no le gusta, o necesitas con urgencia dinero, la puedes vender. Esta bañada de oro y tiene siglos de antigüedad, te puedo asegurar de que te darán una buena cantidad por ella.




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