Semana ¿?.¿?.
David abrió los ojos unos pocos milímetros, casi imperceptibles para los que estuviesen allí, viendo que se encontraba tumbado y con Kinnei durmiendo encima de su pecho.
A punto estuvo de volver a cerrar los ojos, de no ser por un movimiento que vio a su izquierda, lo que significaba que no estaba solo. Así que hizo un esfuerzo muy grande para mantenerlos abiertos y descubrir así quien era.
Le costó muchísimo enfocar con los ojos, ya que el cansancio le obligaba a hacer lo contrario. Pero cogió un último alirón de fuerzas y vio el rostro de la persona que estaba con él. Emily.
Pero no pudo hacer ni decir nada, ya que se le cerraron los ojos de nuevo y volvió a caer dormido.
Tiempo más tarde...
David abrió, ahora sí, los ojos de par en par, siendo el techo negro lo primero que vio.
Estaba algo aturdido, ya que no sabía en dónde estaba ni porque se encontraba allí. Pero en el momento en el que recordó toda la batalla, saltó de golpe de la cama. Haciendo que un dolor agudo le recorriese el cuerpo desde la cabeza hasta los pies.
– ¡Au! – Se quejó.
Y antes de que pudiese hacer algo, Kinnei saltó encima de él y le empezó a lamer la cara a la vez que aullaba de felicidad.
– Tranquilo, chico. Tranquilo – le acarició el cuerpo en muestra de gratitud –. Ya estoy bien, así que no hay nada de qué preocuparse, ¿vale? – Le dijo a Kinnei mientras que éste le seguía lamiéndole.
– ¡Estás despierto! – Ángela entró por una puerta que David no se había dado cuenta de que estaba ahí, ya que su mascota le interrumpió antes –. ¡Estás despierto! – Corrió hacia él y le abrazó fuertemente aún con el zorro entre medías.
– Me estás ahogando... – Susurró él casi sin respiración. Momento en el que Ángela le soltó. Acción que Kinnei y David agradecieron mucho.
– Uy... Lo siento – se avergonzó ella.
– No pasa nada – David aceptó la disculpa –. ¿En dónde estamos? – Miró a su alrededor y vio que estaban en una habitación cerrada en la que solo había una cama y una silla –. ¿Y por qué estoy aquí? – Preguntó mientras que Kinnei seguía jugueteando con él.
– Estamos en uno de los refugios de Michulles – respondió Ángela algo seria –. Y estás aquí porque... ¿De verdad qué no te acuerdas? – Pausó –. Utilizaste tanta magia Equial, que agotaste toda la energía de tú cuerpo.
A David le vino a la cabeza el momento en el que lanzó aquella onda blanca.
– Por eso llevas dos días durmiendo aquí. Para poder recuperarte – le contó ella.
– ¡Dos días! – Se exaltó David al escuchar eso, llegando a la conclusión de que era miércoles.
Pero aquello le quitó importancia cuando se acordó de la cosa más importante de la batalla.
– ¡Nicole! – Gritó de repente e intentando levantarse de la cama.
– Tú no te vas a ninguna parte – contestó ella decidida mientras que le agarraba de los brazos para impedirle levantarse.
– ¡Déjame, Ángela! – Gruñó él –. ¡Necesito ir a verla! – Insistió con mucha fuerza.
– ¡Estate quieto, David! ¡Estate quieto! – Gritó Ángela echa una furia.
Era la primera vez que David la veía de esa manera, cosa que le impresionó mucho. Así que dejó de insistir y se tranquilizó.
– Gracias – agregó ella al ver cómo su amigo se tranquilizaba.
– Al menos dime que está bien... – Quiso saber él.
– Está estable, David... – Dejó la frase a media.
– ¿Pero...? – Continuó él al saber que quedaba algo por contar.
– Esta dormida – soltó ella –. Y los médicos no saben cuando se despertará, si en unas horas, en unos días o en unas semanas – sentenció.
– Vaya... – Suspiró David.
Sabía que aquello era una muy buena noticia, ya estaba bien. Pero por otro lado, se sentía culpable por lo que le había pasado a su compañera.
– No ha sido culpa tuya, David – le comentó Ángela en cuanto vio aquella cara de culpabilidad –. Ni de nadie. Solo ha sido la mala suerte. Podía haber sido ella, podía haber sido yo o podías haber sido tú.
– ¿Puedo ir a verla? – Preguntó él tras unos segundos en silencio.
– Ahora mismo no creo. Ya que se encuentra en el hospital de Londres – le contó ella.
– ¿Londres? – Se sorprendió David. Aunque luego entendió que era probable que se la hubieran llevado allí porque era el mejor hospital –. Ya veo...
– No pasa nada, David. Ya tendrás la oportunidad de ir a verla – le intentó animar Ángela.
– Yo... – Pausó –. Tengo que ir al despacho del director para hablar con él.
– ¿Al despacho del director? – Se sorprendió ella –. Estamos en Michulles, David. No en la escuela.
Y entonces, David se dio cuenta de aquel detalle.
– Mmm... – Susurró él –. ¿Por qué estamos en Michulles y no en el colegio?
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Editado: 12.05.2021