1. Oscuros: el libro prohibido

Capítulo 31

 

Jane

 

Sabía que él quería oír mi voz, mi tono de voz desesperado ante la situación que estábamos viviendo. No era algo nuevo, pero aun así logro sentir como nuevas sensaciones y sentimientos se apoderan de mí ser. Parecía que no tenía vida propia, que no lograba contener mi cuerpo.

No me agradaba la situación, es más me estaba volviendo loca por aquello. No me agradaba para nada. No me gusta no tener el control de mi cuerpo o del cuerpo de otra persona, aquello lo detesto y sé que muchas de las personas que estarán leyendo esto también les agrada el control de cualquier cosa de su vida. Es algo normal que toda persona en su vida desea de algo o de alguien.

 

—Si, lo hago —Dije respondiendo en voz baja casi como un pequeño susurro que se había salido de mis labios sin esperar que él lo oyera. Pero sabía con claridad que aunque yo no quería que me oyera ya era demasiado tarde.

— ¿Quieres sentirlo más? —Su tono de voz era algo ronco pero aun así se entendía con claridad lo que aquellos maravillosos labios me transmitían y lo que deseaban con todo se ser.

 

Mi mente daba vueltas pensando su pregunta, yo realmente quería pero sabía el gran error que estaría cometiendo. No podía romper las reglas de mi mundo. Puede que toda yo lo quería, realmente lo deseaba y sólo para mí. Pero es ahí cuando lo logre comprender, si. Lo comprendí, no necesitaba caer en la situación, no necesitaba hacerlo mío, porque él ya lo era.

Él ya era mío y eso nadie podría cambiarlo aunque yo muera.

Tomo su bello y delicado rostro entre mis manos, una sonrisa amplia se dibujó en mi rostro revelando mis hoyuelos y mis ojos café oscuro se posan sobre sus maravillosos ojos azules que jamás podría olvidar, no podría olvidar lo que esos hermosos ojos me hacen pensar, lo que me hacen hacer. Acerco mis labios a su frente y lo suelto si borrar la sonrisa de mi rostro.

 

—Puede que lo quiera, pero… aunque así sea, no —Negué varias veces con mi cabeza—. Discúlpame, pero… no, no aún. No es el momento, tenemos muchas cosas que hacer. Siento que algo grande se aproxima y ambos tenemos que estar listos, Luke —Mis ojos no dejan de hacer contacto visual con los suyos—. Y sé que tenemos muchas, muchas cosas que hablar y cuando llegue su tiempo te diré lo que me pides a gritos que te diga… pero ahora, ahora no me obligues a ser la mala de la historia.

 

Luke frunció el ceño, su bello y perfecto rostro cambio drásticamente de una manera rápida y luego me soltó sentándose sobre la cama mientras asentía varias veces con la cabeza. Podía sentir las miles de preguntas y todos los sentimientos que vagaban por todo su cuerpo de una manera que jamás había visto. De alguna manera que aunque no quería se sentía él y no había manera de cambiar lo que nos estaba sucediendo, era algo extraño ya que ninguno de los dos sabía lo que el otro sentía por él, pero ambos sabíamos que sentíamos cosas el uno del otro, cosas que no podíamos frenar con facilidad ya que luego nos dolía demasiado no estar para nosotros en momentos duros como los que muy pronto se aproximan.

 

—Nada se acerca, ¡nada! Sólo eres tú, la que se acerca y me mata por dentro y luego pones millones de excusas para no seguir por miedo… por miedo a algo o alguien, pero quiero que sepas que nadie te hará daño, yo estoy aquí y sabes que jamás te dejare… tú me prometiste eso una vez, lo estas cumpliendo, pero aun así no todo lo que me dices es verdad y lo que callas es mucho más peor.

—Luke… no me digas eso, por favor, yo… yo… —Muerdo mi labio inferior con fuerza para evitar que lágrimas de dolor acecharan aquella escena. Sabía que él era y sería mi mejor amigo pero aun así ese era el problema…

— ¿tú?, ¿tú qué? —Alzo una mano mirándome directamente a los ojos—. ¡Dímelo! —Sabía que me estaba rogando que se lo dijera, esa era su extraña manera de pedir algo.

 

Ya no lo soportaba, no podía soportar como mi corazón caía en miles de pedazos a mis pies. El dolor es tan fuerte que ya no sentía nada, sólo oía sus palabras salir de sus labios, esos gritos que me daba y las frías lagrimas que caían de mis ojos formando un gran camino hacia mis mejillas, mis lágrimas saladas me dejaban sin aliento, ese hueco que se hacía aún más grande dentro de mi pecho que cada vez dolía aún más, mucho más.

 




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