El lugar vacío que dejó Kevin, el socio degenerado de Manuel, lo ocupa Benjamín Morales.
Hoy, más despierto que ayer, cuando la prece Ceci estaba pasando lista me di cuenta de que no había ningún Benjamín en segundo A.
Ayer estaba solo, pero hoy Emanuel está con él y parece que lograron llevarse bien al primer saludo. Emanuel le charla y el nuevo escucha con atención.
Benjamín tiene una voz tirando a grave, no muestra muchas expresiones y parece ser más traga que mi novio. También, le gusta venir de punta en blanco a la escuela. Su guardapolvo está más planchado que el pelo de las chicas ruludas; hasta tiene una línea en medio de sus mangas y es tan blanco que estoy seguro brilla en la oscuridad.
—¡León! ¡dos escones para cada uno! —Ángel se tira sobre su banco y cierra el táper con el último escón—. Los escones de mi madrina son sagrados.
En medio de las quejas de mi novio, Elmo aparece cantando.
Algunos chicos tirados sobre sus bancos se despierten y putean al infeliz. Santi canta una canción en inglés, o creo que es inglés porque la pronunciación es un desastre; como todos los que somos coyas lambe-loyas y nos cuesta dejar la lengua bola de nuestros ancestros.
—¡Mi Elena de Troya! —exclama al ver a Elena detrás de nosotros.
Mi amiga no puede hacer otra cosa que aceptar las cursilerías del Elmo.
—Esa Helena es con hache —corrige Ángel.
Elmo se sienta y rodea los hombros de su novia, rascando su cabeza con pelos revueltos.
Creo que Santi se levanta de la cama, se cepilla los dientes porque eso es ley social y viene a la escuela. Hasta juraría que tiene el pijama debajo del guardapolvo.
—No sé cómo se escriba, pero cuando noenseñaron que hubo una Elena que hizo que medio mundo se peleara por ella, en la primera que pensé een la mía.
—¡No contés esas cosas! —se queja Elena de Troya, pero no puede evitar ponerse roja. —¿Y qué te hiciste en la cabeza? A ver, vení que te peino.
Santiago se ve como un perrito que es chochiado por su dueño y no le cabe la felicidad en los ojos.
Si yo viniera despatarrado a la escuela mi novio lo único que haría sería preguntar por qué decidí no peinarme cuando sé que debo hacerlo.
Suena el timbre para la formación. Los cuatro salimos del aula con la marea de zombis-doctores detrás de nosotros.
—A ver, dejá que te peine un poco.
Trato de quitar algunos pelos de los ojos de mi novio mientras nos acomodamos en la formación.
—¿Qué? Pará. León dejá de despeinarme. —Ángel quita mis manos de su pelo—. ¿Qué te pasa?
Dejo mis manos quietas a un costado mientras Ángel vuelve a mirar hacia el frente.
Un amigo puede peinar al otro, ¿no? O sea, no estaba haciendo nada raro. Solo quería acomodar un poco el pelo que a veces le cae en los ojos, no es como que iba a robarle un beso en medio del proceso, aunque así lo quisiera.
La formación son los diez minutos de bostezos disimulados y pies entumecidos de todos los días.
Después de cantar el himno, nos despedimos del director y vamos a las aulas para seguir con la rutina escolar: saludar a los profes, clases, deberes, retos.
Estoy bostezando y apenas son las diez de la mañana, pero me fuerzo a sonreír cuando llega Pancha para darnos un respiro. Dejamos de lado nuestras tareas para tomar el desayuno.
En este mini recreo todo el mundo se pone a charlar sobre lo que quedó pendiente de ayer. En nuestro grupo no hay tanto bochinche como en los otros porque Ángel practica ejercicios de matemáticas y Elena junto a su Elmo se fueron con Camila y Cielo.
Saboreando la cremosidad del yogurt más rico de toda la capital, y muy bien llamado “Mú”, pongo miro hacia el lado donde se sienta Benjamín. El chico nuevo lee un libro en inglés, y es un inglés bien yanqui porque ni siquiera con mi básico nivel de turista puedo entender el título.
Aparte de todo lo traga que se ve, también se puede decir que algo de lindo tiene.
No me había dado cuenta, la primera vez que lo vi en la Costanera, que sus ojos parecen dos piletas de café enmarcadas por unas cejas finas y bien formadas; aparte de que su misma cara ya refleja la pulcritud que seguro caracteriza a su actitud.
A diferencia de los mechudos de mis compañeros, Benjamín tiene el pelo negro-azabache-lustroso-pomada para zapatos Cobra bien recortado. Todo en él es un contraste con los demás.
Cuando el profe Ernesto preguntó hace un rato sobre un tema, Benja nos iluminó la mente, además de hacernos girar la cabeza hacia su voz. Esa voz calmada relaja tanto como meter los pies en agua fría después de mucho caminar.
—¿Qué mirás? —Ángel enrosca las manos en mi brazo—. ¿El nuevo?
—Sí.
—Es mi competencia —sentencia él.
—¿Competencia de qué?
—Notas.
Suena el timbre del segundo recreo. Salimos con Elmo y Elena al tinglado donde todo el mundo grita o juega a lo bruto.