1. ¿qué quieren los aliens? (primera edición)

Capítulo 8

 

 

Me acomodo la mochila y sigo a Benjamín. Salimos con el resto de los chicos que van felices a sus casas porque el fin de una dura jornada académica llegó.

—Se pelearon, ¿no?

—¿Qué?

Benjamín señala con el mentón hacia mi novio que ahora charla con Elena mientras Santi come chisitos naranja. Los tres van varios metros delante de nosotros dos.

—No estamos peleados, solo quería pasar tiempo con otra gente. —Me encojo de hombros—. La cosa se puso tensa porque a Ángel no le caés bien.

Antes de que lleguemos al puente que divide nuestros caminos, tiro de su manga para que nos quedemos un rato en el portón de la esquina, donde entran los de jardín.

—Ángel es medio cerrado. Es un poco complicado de explicar, pero va por ese lado la cuestión de por qué no nos llevamos tan bien como antes.

—Tenés derecho a enojarte sobre algo que no te gusta. Sabés cómo es tu amigo, pero es obvio que no todo de él te va a agradar; y está bien porque no podemos aceptar todo de todos —explica con un suave tono de voz—. Supongo, es solo una observación, me puedo equivocar; que le gustás y por eso las cosas parecen un poco difíciles de llevar.

Encojo y suelto los labios al darme cuenta de que no le dije a Benja que Ángel y yo somos novios. Bueno, no es que pueda andar con el cuento a todo el mundo.

—Mmm… Benja. —Pongo una mano en su hombro—. ¿Me guardás un secretito?

Benja mantiene firme la seriedad en su cara.

—No sé si quiero saber.

—No es malo, es más… clandestino. —Contengo la risa cuando veo que sus ojos se vuelven más grandes—. Lo que pasa es que Ángel y yo somos novios; pero como le prohíben hasta respirar, no podemos hacer público nuestro amor porque yo terminaría castrado y quizás a él lo obliguen a ser cura.

—¡Ah! ¡con razón me mira con tanto odio! No sé si quiero estar en el medio.

—No te preocupés por sus arranques de idiotez —insisto antes de que Benja salga corriendo—. Se le va a pasar, pero por ahora quiero estar bien lejos.

—Bueno, guardo el secreto.

Paso un brazo por los hombros de mi compañero, pero se me desencajan hasta los ojos cuando él pone distancia entre nosotros.

—Evitá ser confianzudo, por favor.

—Salí de guatemala a Guatepeor —murmuro.

—¿Qué? —Él me mira con el ceño fruncido—. Yo solo estoy poniendo la distancia que debe haber con alguien que acabo de conocer.

—Fuaaa, Benjamín, no seas tan rígido.

—O me respetás o no te juntás conmigo.

De repente escucho la discusión de algunos chicos. Doy vueltas mi cabeza de un lado a otro, siguiendo el sonido, hasta que veo a unos changos en las vías del tren, empujándose, insultándose, y gritándose hasta casi agarrarse a las piñas.

—No me digás que es por lo de las fotos de Instagram.

—Tenemos que avisarle a alguien —dice Benja.

—Estoy muy seguro de que ya saben qué está pasando. —Paro al justiciero que quería correr de vuelta a la entrada de la escuela—. Es mejor que nos quedemos fuera de esto.

—León, si no avisás de estas cosas, se repiten hasta que todo termina por ponerse peor. —Lo suelto lentamente mientras la voz áspera que utilizó se desliza por mis oídos, causando que cierto cosquilleo atraviese mi cuerpo—. No voy a ser cómplice con mi silencio.

Él me da una última mirada antes de volver.

Lo alcanzo en el portón de la escuela, donde algunos profes y el psicoloco salen al despatarro. Benja detiene sus pasos al ver cómo todos los adultos se apresuran a correr hacia la vía.

Yo no presto atención al lío alrededor porque me fijo en Ángel saliendo detrás de los adultos alterados. Al momento en que cruzamos miradas, frena sus pasos. Sus anteojos están sobre la punta de la nariz, y la forma en la que la mochila lo mantiene erguido hace pensar que lleva libros pesados. Si me fuera a la casa con él, estaría llevando esa mochila mientras hablamos de lo que pasó en la escuela.

—¿Fuiste quien avisó sobre lo que estaba pasando en la vía? —le pregunto.

—Sí, justo andaba por ahí y me volví para contar lo que vi.

Relamo mis labios, mirando un poco hacia atrás solo para encontrarme a Benjamín en mi costado derecho. De pronto siento lo que en algunas oportunidades escuché decir: la tensión podría cortarse con un cuchillo.

—León no quería meterse, ¿cierto? —Ángel gira su cabeza hacia Benjamín.

—Sí, algo así. De todos modos, no le estaba haciendo caso —responde mi compañero.

—Hacés bien en no seguir la corriente de algunas estupideces que dice o hace.

Frunzo el ceño cuando me doy cuenta de lo que está haciendo. La última vez que escuché ese tipo de cosas teníamos doce años y yo me había juntado mucho con un compañerito, que ahora no recuerdo el nombre, pero fue porque tenía la Play nueva y siempre me invitaba a jugar a su casa.

—No hablés de mí como si fuera un animal del que conocés hasta la cantidad de pelos que tiene —reclamo—. No me estás prestando a alguien tampoco.



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Editado: 07.06.2021

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