1. ¿qué quieren los aliens? (primera edición)

Capítulo 11

Bostezo por milésima vez en el puto día mientras entramos al aula como si fuera una mañana normal de clases, pero en realidad es el segundo taller de los aliens para reacondicionar nuestra mente y ser como ellos. Esta vez el que me convenció de venir fue Benji, prometiéndome que a la salida haríamos algo.

Ángel, por su lado, anoche me mensajeó primero preguntando cómo llevaba la semana sin mi hermano en la casa, después sí me pidió por favor que asista al segundo taller de los aliens.

Me siento de golpe sobre uno de los bancos ubicados de forma circular, el mismo orden que tienen en la cámara de diputados. Según Benji esto lo hacen para que todos nos miremos con todos y nos reconozcamos entre todos, aparte de que ellos pueden ver mejor a cada alumno para que haya una mejor interacción. Obvio que también tiene una función alienígena que no llegamos a comprender, pero aquí estamos, dispuestos para un buen lavado de cerebro.

Bostezo tanto que siento que los costados de mi boca están a punto de rajarse. Ya no disimulo el sueño y ni el café que toma la mami es capaz de sacarme todo esto que obliga a mis ojos a cerrarse como si me hubieran golpeado. El maldito experimento de los aliens me costó más de lo que esperaba.

Aparte de tener que venir a esta mierda un viernes en la tarde, termina justo cuando tengo mi buen tiempo para salir a jugar a la pelota; cosa que tampoco puedo hacer porque cuando vuelva tengo que recoger a los gemelos y hacer la sopa.

Chau cancha de piedra.

Todo se me traspapeló por culpa de esta mierda, programa, intervención, lo que sea, que hacen los aliens.

Para no dormirme mientras gruño para mis adentros, miro alrededor. Mis compañeros de clase se ven como siempre, no hay nadie que meta quejas o ponga cara de odio. Es más, parece que no hacen un choto en su casa porque se los ve super felices de estar metidos en un aula a las cuatro de la tarde de un viernes.

No somos los únicos. Todos los cursos que nombró el alien ese día que vino a dar malas noticias están en la misma.

Al menos me senté con Benji y mi novio no me quiere sacar la cabeza, pero del otro lado tengo compañeros con los que no me hablo mucho porque los aliens dijeron que mientras más dispersos estemos, mucho mejor.

—Bienvenidos a todos —saluda una de las aliens—. Comenzaremos con un ejercicio cortito para introducirlos a…

Ruedo los ojos, tarareando una canción en mi cabeza para evitar escuchar el parloteo sin sentido del alien petiza. Aparte del puto sueño que cargo, no puedo ni cabecear porque estoy a la vista de todos y si me duermo, van a analizar por qué me duermo.

Alguien toca mis costillas un par de veces. Levanto la cabeza de golpe y abro los ojos. Me doy vuelta y me encuentro con que es Benji intentando que me despierte.

Al frente, el alien Pablo está atento a lo que dice la alien, incluso asiente de vez en cuando. Quizás esté pensando:

“Eso es, lavales el cerebro lentamente. Explicáles a estos monos lo que tienen que hacer para así poder evaluarlos y volver a nuestro planeta para exponerlos como los bichos raros que son”.

—Ahora, chicos, comencemos con una pregunta sencilla —dice un alien más alto que la chica anterior. Tienen nombre, pero ni me molesté en escuchar cuáles eran—: ¿qué se les viene a la cabeza cuando escuchan la palabra intimidad?

—A ver, por ahí alguien levantó la mano.

La alien petiza señala hacia un valiente mono que quiso colaborar con el experimento.

—Algo que no se comparte porque es privado, muy de uno. Las dos cosas van de la mano, me parece.

Elena dio una buena respuesta. Los aliens asienten, complacidos, y giran su cabeza hacia algún otro mono que desee hacer su aporte.

—¿Alguien más? —incita la alien que más parece enano de jardín—. No hay respuestas equivocadas, chicos.

—Lo que se construye en pareja. —La voz de Ángel atraviesa todo mi cuerpo—. También, lo primero que puede romperse.

¿Será eso una pista del por qué Gastón y Ángel terminaron?

Al final, nunca le dije que lo encontré con su ex y que eso fue lo que desencadenó mi rabia hacia él; que por eso me alejé de su lado, para que haga lo que se le dé la gana.

No me doy cuenta de que muevo la boca hasta que me escucho a mí mismo diciendo:

—La intimidad es lo que uno quiere que sea. Si siente que debe ser sobre su cuerpo o si debe ser sobre su propia forma de vivir. Uno decide hasta qué punto quiere elevarla o qué es lo que quiere meter en ese saco cerrado.

—Interesante.

Rápido vuelvo la cabeza hacia Pablo en alien. Él me sonríe y por un instante siento que acabo de revelar algo sobre mí que él ya captó.

—Supongo que es una de esas pocas cosas en las que podemos decidir —continúo, sorprendiéndome a mí mismo por participar tanto en esto que tanto odio. 

En mi caso, no puedo decir que no a las tareas de la casa, tampoco puedo decir que no a cuidar de mis hermanitos, pero sí puedo decidir sobre qué decirle a mi novio o a mis amigos y qué mantener solo para mí.

No puedo decir no a casi nada porque siento que todo ya me fue impuesto sin derecho a protestar. En cambio, si hablamos de intimidad…



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Editado: 07.06.2021

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