Desde muy pequeña, he tenido una conexión especial y cercana con Dios.
Fui educada con la idea de que orar es hablar con Dios, así que de algún modo, cada que estaba extremadamente emocionada, fuese por alegría o tristeza, buscaba hablar con Él.
Incluso cuando tenía algún deseo, antojo o capricho.
En una ocasión, me ilusioné con la idea de viajar en avión, y cuando le comenté a mi madre lo que deseaba, recibimos una llamada indicándonos que habíamos ganado un concurso donde el premio era un viaje en avión.
Más tarde, siendo un poco mayor, en las escuelas bíblicas de la Iglesia, se hacían cursos de verano, los cuales Dios me mostraba que debía soñar, soñar en grande y sin miedo.
Desde entonces, fantaseo con un sin fin de situaciones, vivencias, historias y proyectos.
Sin embargo, eso no es todo, mi sueño dorado, es ser artista reconocida, incursionar en la música y la literatura.
En cambio, la vida que he llevado me ha movido a diferentes ámbitos, desde la educación, pasando por el emprendurismo, política y gastronomía; quizás exista una conexión entre ellos.
Y, ahora que soy madre, todo eso ha tomado mayor impulso; no es nada sencillo procesar la muerte como una constante que en algún momento ha de pasar, el visualizar la posibilidad de fallecer en labor de parto es tan cruel que te hace reflexionar sobre la vida que has llevado, y si o sí, debes luchar por tus sueños antes de morir.