Aquellos pasos se escuchaban hasta la sala donde se encontraba los androides, algunos de ellos podrían haber dicho y asegurado que quienes venían lo hacían de prisa, más ninguno lo hizo.
Aria, o mejor conocida como 102, se encontraba sentada frente a aquella mesa con mantel blanco esperando para recibir órdenes, ninguno de los androides que estaba con ella había dicho una palabra, y si aquello llegaba a suceder, debían temer.
Su postura era recta, su cabeza en alto y su voz un susurro, a nadie le gustaría morir, ¿verdad?
102 fue creada siete años atrás, un modelo que, dicho por su creadora, era el "cambio". Las puertas se abrieron, más ella no pudo ver quien había ingresado, no podía, no debía.
—De pie —ordenó una voz femenina, a lo que todos obedecieron.
Aisha era la jefe de todo el territorio, mejor conocida como la "salvadora", una bil mentira que había creído desde su invencion, las pequeñas historias que se relataban en aquel lugar era donde Aisha, le había hecho un favor a los humanos inventando a los androides, donde dejando los estereotipos de la humanidad aparte -los cuales ella no entendía- era la primera mujer con una capacidad mayor logrando crear androides, o como los llamaban los gobiernos, inteligencia artificial.
—102 sígueme —ordenó de nuevo Aisha a lo que ella obedeció, sus mano temblaban y sentía su corazón latir con fuerza, si, no debería estar sintiendo aquello, ahora tendrían que volver a configurarla.
Los pasillos en algún momento se volvieron oscuros y los gritos invadieron su cabeza. Intento mover su cuerpo, más no pudo, estaba allí, en medio de todos esos cadáveres, había sangre por todos lados y el sonido de las armas siendo disparadas hacia que su corazón cada vez más se acelerará. De pronto su vista se fijo en la niña que paso corriendo a su lado y en aquel momento la reconoció, era ella.
—102 —la llamaron más no hubo una respuesta. —102 -
—otra vez, ella despertó.
—Madre —fue lo primero que dijo al despertar.
—Aria, ¿te duele algo? —inquirió Aisha preocupada, no, no pueden haber errores.
—El pecho, siento leve pulsadas Madre —respondio 102 a lo que Aisha tomo una jeringa la cual tenía un líquido.
—No te muevas —y con aquello volvió a perder la conciencia.
***
—¡Mami! —exclamó la pequeña con la esperanza de volver a ver a su madre, lo que no pasó, entonces un hombre el cual llevaba un esmoquin se acercó a ella.
—¿Mami? —pregunto la pequeña ladeando su cabeza.
—No Aria, no soy tu mami —respondio el hombre alzándola. —Pronto la verás, no te preocupes pequeña, ahora me acompañaras —y de pronto todo el lugar estaba en llamas con miles de personas gritando.
***
—¡Madre! —exclamó asustada cuando despertó.
—Tranquila 102, tranquila —hablo Calissa.
—Calissa —dijo intentando recuperar el ritmo para respirar. —¿Que ha pasado?
—Estábamos arreglando algunas cosas en tu sistema, pero por lo que veo un bloqueo se ha dado en tus recuerdos y no había ninguna forma de despertarte, solo lo podías hacer por tu cuenta. Ahora, tu núcleo está sufriendo daños, no se que los esta causando, ¿102, nadie te ha agredido o algo parecido? —explicó Calissa a lo que Aria recordó, no hacia mucho de había dado una pelea entre 370 y 203, a lo que ella intento intervenir, pero mientras lo hacía había recibido un golpe en el estómago.
—Yo.... el día que 370 y 203 pelearon me he metido para intentar arreglar las cosas y no ha funcionado, así que 370 me ha dado un golpe en el estómago —respondió Aria.
—Primera regla del reglamento 563, los androides no pueden intervenir en alguna pelea a menos de que sea autorizado, quienes los detienen son los guardias —habló de repente Aisha, si, Aria sabía que Aisha estaba enojada.
—Perdón madre, actúe sin autorización, no volverá a pasar.
—Eso espero 102, ahora, Calissa, ponle la glafina y déjala volver —ordenó a lo que la nombrada obedeció.
Largos minutos pasaron y el silencio invadía aquella sala, Calissa estaba concentrada viendo algunos aparatos y midiendo las dosis de medicamentos, mientras Aria solo pensaba una y otra vez que habría pasado con 370 y 203. Las horas pasaban y pasaban, nada que Calissa terminaba, el daño en su núcleo podría haber sido más complicado de lo que pensaba, y en aquello entendió, después de todo, el silencio también tiene sonido, y es la ansiedad que da este.