11:11 Deseo Invertido

Capítulo 1

Adara.

 

 Siempre había sido una persona razonable, pensante y directa. Respetaba los pensamientos de los demás sin reprochar nada, lo hacía de manera complaciente. Ciertas veces me tomaba la libertad de opinar o agregar algo a la incoherencia haciéndolo coherente. Nadie era la excepción —siempre existe un, pero —Y era nada más que alguien que llevaba mi sangre.


 Tomaba el control de las cosas, sean mías o no. No siempre hacia todo bien, trataba de llevar a cabo las cosas de manera correcta. Había obstáculos, siempre existen esos benditos obstáculos. Los míos eran dos y tenían nombres y apellidos.


 Wesen Evans y Stuart Hamilton.


 Ellos eran los suficientemente astutos para enredarme en un mísero segundo, sin contar las acciones que tomaban. Pero siempre existen los arrepentimientos.


 Y ahora los estaba sintiendo.


 —¡¿Cuándo me traen mis cócteles, no ven que me estoy deshidratando?! —inquiere Hamilton mirando su reloj, sus palabras salen arrastradas por el alto consumo de alcohol —. ¿No piensas beber algo, Adara?


 —¿No piensas terminar ya? No eres tolerante a las bebidas alcohólicas —se encoge de hombros, restándole importancia —. Será la última vez que pise un lugar así contigo, la última.


 —Seguro Wesen me traerá, ya lo verás —inquiere al sacar su teléfono —. ¿Una foto? Me agradaría recordar esta noche, tal vez mañana no recuerde nada.


 Niego levemente al mirar el lugar desocupado justo a su lado, se suponía que Wesen estaría allí. Maldije en mis adentros al caminar hacia el baño en busca de un lugar donde pueda utilizar el teléfono sin preocuparme del escándalo.


 Fuera de línea.


 Cómo rayos no pueden contestar, lo necesitaba. No podía llevar a casa a alguien que había tomado dos copas y ya estaba al tope. Cerré la puerta con fuerza y al volver reconocí esa cabellera rubia entre la gente, la conocía como la palma de mi mano. Hamilton señala tras él, y al hacerlo una sonrisa de disculpa adorna sus fracciones.


 —¡¿Dónde rayos estabas?! Se suponía que veníamos a festejar el cumpleaños de este Stuart no...


 —¡Si, mi cumpleaños! ¡Viva el cumpleañero! ¡Que viva! —inquiere moviendo su copa de lado a lado, unos segundos después esta se encuentra en el suelo —. ¡¿Pero qué?!


 —El ratón se la está pasando bien, ¿No crees? —señala a Stuart que recogía el palillo que adornaba la copa junto a pequeñas maldiciones —. Pero ahora necesito ir a otro lugar, por favor.


 Su mirada verdosa súplica, no podía negarme y por ello me odiaba. Acepte sin más, luego tendría tiempo de arrepentimientos. No podía dejar que andará solo, mucho más en la noche.


 —¿Qué estamos haciendo? ¡Es mi fiesta, cumplo dieciocho! ¡¿Dónde está mi abuela?! —grita al estar dentro del auto.


 —Tengo algo —dice Wesen al encender el auto, saca de sus bolsillos una especie de fotografía y se la entrega al Hamilton alcohólico —. Te vendría bien verla, a ver si tomas valor.


 Durante los siguientes minutos estuvo en silencio, no hizo escándalo alguno. Él con mucho cuidado y como si se tratase de algo tan delicado tocaba los bordes. Me acerco más a él y al hacerlo no puedo evitar quitarle la fotografía.
 La miro varias veces, no podía ocultar el asombro que me invadía.


 —¿Por qué? —susurro sin poder creer lo que mis ojos ven.


 Me observa por el retrovisor, su rostro se alumbra pocos segundos con cada auto que pasamos. Su mirada verdosa tiene un abismo de curiosidad y alegría. Supongo que el primero por saber lo que pensaba de ello, y lo otro no tenía idea.


 —No sabía que con dos copas se le subía el alcohol de manera rápida, ese día me contó todo —de mis manos es quitada la fotografía volviendo a Hamilton, éste me gruñe y deseaba reír, pero no podía —. Me había tomado por sorpresa, no sabía que responder. Supongo que, por la sorpresa de tu rostro, tampoco lo pensabas.


 —Si no hubiera visto la manera tan delicada, ese amor hacia un pedazo de foto... No lo hubiera creído viniendo de tu boca.


 Estaciona en un lugar en el que no podíamos estar, es un área no adecuada. Parecía un centro de mala muerte o algo peor. No entendía que venía a buscar en este sitio, o a quién. Sigo sus pasos asegurándome de dejar a Stuart dormido.


—¿Cómo piensas entrar? —inquiero al ver a los guardias custodiando la puerta principal, se podía escuchar la música con claridad —. Es una mala idea, no seas estúpido.


 —Yo no, él sí.


 Sigo su mirada y al hacerlo maldigo mentalmente.


 —¡Déjeme pasar, mis amigos están allí! ¡¿Acaso no sabes qué día es hoy?! ¡Es mi cumpleaños! —grita al tocar el pecho del hombre que le dobla el tamaño, éste se mantiene inmune a los gritos —. Apártense, permiso. 

 

 

 

Besos, J.




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