164 Girasoles

20.Es una lástima

GIRASOL NÚMERO 57

 

Zayn Sanderson

Hoy, luego de la universidad fui a mi departamento a estudiar y terminar algunos proyectos. Ahora voy de camino a la tienda a comprar un par de latas de pintura en aerosol.

Estaciono mi motocicleta y entro a la tienda, lo primero que percibo son un par de risas. La italiana, como siempre, está detrás del mostrador en la caja y a su lado está el tal compañero de ballet, ambos ríen por alguna situación.

En silencio, me giro a mirar las latas de pintura en aerosol. 

—¡Zayn!

Me giro y la italiana se acerca a mi rápidamente con una sonrisa. Cuando está cerca, la miro hacia abajo.

—¿Vas a ir al callejón?— me pregunta y solo asiento— ¿Puedo acompañarte? Mi horario de trabajo termina en diez minutos.

Miro atrás de ella, el chico nos está mirando, la italiana también se gira.

—Oh. Johan, él es Zayn y Zayn él es Johan— nos presenta, el tipo se acerca.

—Es un gusto— dice, estrechamos manos y mis ojos se fijan en la forma en que rodea los hombros de la italiana de forma... casi protectora o posesiva.

La italiana lo mira hacia arriba extrañada.

—Te espero— le digo a la rubia, ella vuelve a mirarme, sonríe y asiente.

La italiana vuelve a la caja y el tipo la sigue, yo me quedo mirando algunas cosas, pero aún puedo oírlos.

—Es una pena que tenga que volver ya a Juilliard, me habría gustado que pasemos más tiempo juntos. Aunque, si estás de acuerdo podemos hacer videollamadas.— dice él.

—Uhm... si, estaría bien.

—Podríamos hablar todos los días.

Madre mía, qué intenso.

—Si... sería lindo.

Sonrío al notar el poco interés en la italiana. Cuando se entusiasma por algo, por mínimo que sea, prácticamente comienza como saltarina a dar saltitos y a gritar como una desquiciada. Lo bueno es que ella no parece estar interesada aunque se nota que el chico si.

—Escucha... En dos horas tengo que viajar y ya tengo que irme, pero me preguntaba si podríamos hablar en privado antes— le dice, finjo que no escucho nada, pero la verdad es que si lo hago. Claramente.

—Oh, vayan, yo me quedo en la caja— dice la dueña de la tienda apareciendo de la nada.

La italiana sonríe y desaparecen por una puerta.

Mierda.

Ya no podré escuchar nada. Me pregunto si a donde sea que han entrado, será un espacio pequeño o grande. De pronto siento la necesidad de que no estén demasiado juntos.

—¿Quieres comprar algo?— me pregunta la mujer, despego mi vista por donde la torpe italiana se fue y suelto un bufido, llevo las latas de pintura en aerosol. Me cobra, le pago y me da el vuelto.

Decido salir de la tienda, montarme en la motocicleta e ir directamente al callejón.

Cuando veo la muralla me doy cuenta de que este es el un último grafiti que me va a alcanzar.

Paso la lata por todos lados, pintando y dibujando. Por alguna razón solo puedo pensar en esa niña.

Comienzo a molestarme en serio, ¿Qué pasa conmigo? Joder, ¿Ya somos amigos? ¿Cómo dejé que pasara eso? No tiene sentido, ella y yo siendo amigos no tiene sentido, ¿Por qué la querría como amiga? ¿Por qué la querría cerca para cualquier cosa?

Me detengo, dejo de hacer lo que hago abruptamente y me doy cuenta que la verdadera pregunta es... ¿Por qué no iba a quererla cerca?

Joder, si, somos demasiado diferentes y durante casi  dos meses lo único que he hecho es intentar alejarla, pero es que es imposible. Ella... tiene algo, la forma en que se entrega de tal forma e intenta que todos a su alrededor estén bien y... si, tal vez le dije cien veces que se alejara, que no me gustaba que intentara ayudarme. Pero ella... en algún lado de su ser sabía que no era cierto... nadie había intentado hacer algo por mi con tanto esfuerzo como ella, la traté pésimo y ella... simplemente siguió ahí, porque sentía que necesitaba que alguien se quedara.

Necesitaba que alguien, por una maldita vez en mi vida se quedara. 

Y ella lo hizo, no la conocía y en su momento no supe valorarlo, pero ahora la conozco y me alegro de que me haya ignorado y haya insistido.

Esa es la diferencia entre ella y yo.

La italiana vio a un chico triste y no le importo no conocerlo, quiso ayudarme a pesar de lo idiota que fuera con ella... Sarah simplemente entrega sin esperar nada a cambio.

Miré el grafiti que estaba haciendo, es un corazón roto lleno de heridas.

—Hey, me dejaste tirada.

Giro mi rostro y frunzo el ceño al ver a la italiana.

—¿Qué haces aquí?— le pregunto, se acerca a mi.

—Te dije que quería acompañarte.

—Si y yo iba a traerte, pero me fui. Este lado es peligroso, no deberías andar sola.

Me mira un par de segundos y sonríe.

—¿Estás preocupado por mi?—pregunta, y pongo los ojos en blanco.

—Pude haberme ido a mi departamento, no debiste haber venido. Es peligroso.

—Si, pero estás aquí. ¿Qué estás haciendo?— pregunta girándose a ver la muralla.— Es... un poco triste— dice al ver el corazón dañado, me quedo en silencio. 

La italiana se vuelve a girar y me mira a los ojos. Sonríe de oreja a oreja, no puedo evitar sonreír solo un poco de lado.

—¿Qué?— le pregunto ante su felicidad.

—¿Te importa si le hago una modificación?—pregunta

—Adelante.

Toma una lata en aerosol de pintura blanca y comienza a hacer cosas encima de mi grafiti. Siento que mi respiración se acelera un poco cuando me muestra el resultado.

—¡Ta-daa!— lo señala.

Le puso unas vendas a las heridas del corazón y pareciera que las partes rotas se están uniendo con unos hilos.

—Es... algo muy utópico—digo negando con la cabeza.

—¿Utópico?— pregunta ladeando la cabeza, confundida por el término que usé gracias a su, aún limitado inglés.



#24682 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, sadstory

Editado: 05.09.2021

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