En medio de un salón que parecía estar ordenado y limpio, apareció un portal con un halo de color morado junto con la típica esencia mística que desprende este tipo de magia. Aparecieron a través de él, Sarah, Stephen y Eric, que lo hicieron elegantemente y pacíficamente. Cuando Sarah se giró para ver al resto de sus compañeros, echó un vistazo al salón, que era de tamaño medio, el suelo estaba hecho de parqué y la pared pintada de blanca. En un lado había un sofá azul oscuro de tres plazas junto con dos sillones grandes y que parecían muy cómodos. En frente había un mueble de madera que ocupaba todo el largo del salón y que tenía varios estantes llenos de diferentes estatuas, libros, fotos y otros objetos varios.
Sarah reconoció algo en una de las fotos que había en el mueble, así que se acercó para poder verlo más detalladamente. Cuando ya estaba enfrente de la estantería, cogió la foto por aquel marco de color rojo y la echó un vistazo. Eran ellos, Sarah, Stephen, Derex, Katherine y Eric, que estaban posando para la cámara en una fiesta a la que habían ido poco antes de que la mayoría de ellos se marchasen de Nueva York en busca de paz y tranquilidad.
– ¿Es tu casa? – Preguntó Sarah dejando el marcó en la posición en la que estaba antes.
– ¿Sorprendida? – Vaciló Eric.
– Está irreconocible – dijo Sarah sorprendida y echando de nuevo un vistazo a su alrededor.
– Lo sé – pausó Eric –. Todo lo que puede hacer un cerebro humano y un poco de tiempo de libro ¿eh?
– La última vez que estuve aquí… – Dejó Sarah la frase en el aire –. Empezó todo lo malo… – continuó hablando.
– No todo ha sido malo Sarah… Ha habido cosas buenas. Es más, gracias a todo lo ocurrido os he podido conocer y ahora sois parte de mi familia – se sinceró Eric.
– Dejémonos de tonterías – interrumpió la conversación Stephen –. Hay que salvar a Katherine.
Sin apenas hacer ruido alguno, Stephen empezó a caminar hasta la puerta que daba acceso a las escaleras, pero cuando la intentó abrir se encontró con que estaba cerrada, haciendo que se pusiera a refunfuñar por la pérdida de tiempo.
– Tranquilízate ¿Vale? – Eric se hizo paso hasta llegar a la puerta –. Esto no es Estados Unidos, no vamos dejando la puerta abierta de la calle como vosotros – dijo mientras sacaba unas llaves de su bolsillo y las introducía en el cerrojo.
Eric giró las llaves dos veces hasta que las sacó, momento en el que llevó su mano al pomo y abrió la puerta. Se apoyó a ésta esperando a que Stephen y Sarah salieran, pero los dos se quedaron quietos y sin habla mirando hacia la escalera.
– ¿Queréis salir? – Dijo Eric impacientemente.
Stephen, que estaba más cerca de él, le hizo un gesto con la cabeza que iba dirigido hacia fuera, al pasillo.
– ¿Pero qué os pasa? Ya salgo yo primero – dijo Eric desesperado y algo molesto.
Eric se quitó de la puerta y se dirigió a las escaleras cuando se paró en seco al ver que había alguien enfrente de él, entendiendo ya el por qué Stephen y Sarah estaban parados y sin decir nada.
– ¿Izan? ¿Qué haces aquí? – Preguntó extrañado Eric.
– ¡Eric! – gritó de alegría el chico –. Te he estado llamando un buen rato y no me lo cogías, así que he venido aquí para buscarte.
– ¡Buah! – Gritó Eric con rabia –. Lo siento, no he hecho apenas caso al móvil. ¿Qué pasa? Te veo nervioso y preocupado.
– Es acerca de la reunión de los Toros… – Interrumpió la frase al ver que detrás de Eric había gente –. ¿Quiénes son esos?
– ¡Ah! – Se giró Eric y miró a Stephen –. Izan, esto son mis compañeros Sarah y Stephen.
– No me dijiste que tenías una amiga tan guapa y que encima esta bu…
– ¡Cállate Izan! – Gritó Eric incrédulo por lo que estaba diciendo su amigo –. Eso es falta de educación – refunfuño.
– Lo siento – dijo Izan mientras se hacía paso y les ofrecía la mano en modo de saludo.
– Chicos – pausó Eric –. Este es Izan, mi amigo. Es vampiro.
– ¿Vampiro? – Se exaltó Stephen – ¿Es del grupo que está intentado hacer daño a Katherine? – llevó su mano al mango de la espada.
– Tranquilízate Stephen – se acercó Eric a Stephen para quitarle la mano del mango de la espada –. Es de los buenos – pausó –. Me ha ayudado en incontables ocasiones. Por eso y por otros motivos se ha ganado mi confianza.
– Vamos a darle una oportunidad, Stephen – rompió su silencio Sarah.
A Stephen no le gustó nada que Sarah apoyase a Eric, pero no tuvo más remedio que asentir.
– ¿Por qué estás aquí? ¿Qué decías acerca de la reunión? – Le preguntó Eric a Izan.
– La reunión de los Toros se ha adelantado – pausó Izan –. Es en menos de media hora.
– ¿Que qué? – Gritó Eric como un loco.
– No sé el motivo, pero eso me han dicho mis fuentes. El lugar será el mismo, en el interior de la dehesa.
– ¡Hay que irse ya! ¡No vamos a llegar a tiempo! – Dijo Eric con cara de temor.
Todos salieron atropelladamente de la casa de Eric y se quedaron en la escalera esperando órdenes.
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Editado: 19.05.2024