2. ¿cómo se enamoran los aliens?

Capítulo 1: Benjamín

AURORA - Cure For Me

 

Salgo del super con dos bolsas ecológicas —una en cada hombro—, pesadas por todo lo que don Aquino me encargó que compre. Él me dio más plata por las dudas no alcanzara, pero hice malabares para que me saliera menos. Tiene jubilación básica, necesita ahorrar.

Por suerte el maxi está abierto hasta las nueve de la noche, menos los sábados y domingos. A pesar de ser el único super en la villa, tiene casi todo lo que podría hallarse en un super del centro.

—Benja, ¿cómo te va? —Doña Vilte, la señora que siempre va a la vicaría con su nietita, aparece a mi lado. Melina, a la que peinan con dos colitas y chuleta de cualquier bichito, se esconde detrás de su abuela.

—Buenas tardes, doña Vilte. ¿Paseando con su nieta?

—¡Sí! Vengo de la placita al lao’ de la vía. Íbamos a quedarnos más, pero vo’ vitequetá poniéndose oscuro. Corre ese vientito de lluvia también. Nos vinimo’ rajando a comprá’ algunas cosas del super, ¡y a la casa!

—Bueno, vayan nomás. Lleguen bien a la casa.

Doña Vilte y su nieta corren al super. Se pierden entre la gente que sale y entra con gaseosas o bolsas con mercadería.

Ando por la vereda tratando de acordarme qué otra cosa me falta por hacer antes de tirarme en la cama y descansar por cinco minutos. Veo a más vecinos que corren con bolsas de mercado o vienen del centro con bolsas del super al que fueron.

Anoche el calor no dejaba dormir. Amanecí tan pegoteado que tuve que bañarme otra vez en la mañana, siendo que me bañé antes de meterme a la cama. Mis papás también anduvieron en la cocina por la madrugada porque el calor los tenía locos a ellos que comparten una cama. Si ahora viene la lluvia, que así sea, pero me parece que esto en realidad va a ser una tormenta.

Hubo varias durante las vacaciones. Qué no hubo en las vacaciones, más bien. Granizadas, baldazos de agua contra la tierra; ni una noche pasó sin que se rompiera el cielo por tanto trueno. En navidad casi ni cohetes hubo por tanta agua.

A pesar del clima medio loco, no desaproveché el verano, tuve tiempo para ponerme al día con todos los vecinos de la Costanera, sobre todo con aquellos que tuvieron que buscar las chapas que el viento de las tormentas se llevó, o ayudándoles con algunos arreglos en sus casas. Jugamos al truco con algunos chicos del barrio que recibieron a sus primos de otras provincias. Salí con mis papás, practiqué guitarra y pasé más tiempo en el coro de la vicaría.

Paso por la parada del colectivo que va al centro, cinco cuadras más delante de la que fue la empresa del nueve —una línea de colectivos que no está más—, y me doy cuenta de que tomé la calle que va por la casa de León. Se supone que después de salir del super tenía que doblar a la izquierda, seguir por el pasaje y chocar con la vía.

Chasqueando la lengua, sigo el camino. Ya estoy acá.

¿Qué habrá hecho León?

¿Ángel ya sabrá la verdad?

Espero que al menos lo hayan hablado. Ángel se esforzaba mucho por ayudarlo, aparte de que era bastante tolerante con sus macanas; lo que también estaba mal. Hace rato que el novio de León debía cortarle; pero supongo que como son amigos desde hace bastante ya saben cómo lidiar con el otro.

Nadie merece que lo engañen; pero claro, cuando uno está esforzándose por bajar la luna, seguro que el afortunado está bajándole el calzón a otro. 

Me apuro para llegar a mi casa porque el viento de lluvia, frío como el que sale del frízer o el congelador al abrirlo, sacude cada vez más a los árboles en las veredas. De lejos se escuchan ecos de los truenos. No quiero andar en esta combinación de frío y humedad que podría hacerme mal. No estoy para gripe en este momento, en unos días empiezan las clases.

Justo cuando llego a la casa de bloques sin revocar, la que está al frente de la de León, no puedo evitar pegar una espiada hacia la izquierda. León y Ángel están con otro señor más alto, pero después él los deja y se mete dentro de la casa. En ese momento a solas, Ángel abraza a León que, después de unos segundos, le da un beso.

Casi se me resbalan las bolsas.

Hay dos posibilidades para tener como resultado esa escena: León le dijo a su novio lo que le pasaba conmigo y de alguna manera lograron resolverlo o, la más acertada, León no le dijo nada a Ángel.

Camino hasta la esquina, manteniendo la vista en esa escena. León y yo nos encontramos igual que la primera vez en el curso, nada más que ahora no me parece un chico simpático con pelo color flor de durazno. Sus ojos se ensanchan más que su boca, pero la reacción no dura mucho; en seguida mira para otro lado.

Cuando Ángel vuelve a llamar su atención, no evita cruzar miradas con él, le sonríe descaradamente.

Y sí, parece que no le dijo nada.

Lo peor de todo es que yo sé lo que hizo, soy partícipe de lo que hizo. Aún si solo fue un simple beso, ya es engaño, ya es ponerle los cuernos a alguien que no lo merece. Tal vez tenía que ponerme las pilas también con ese asunto. Estuve dejándolo todo en manos de León, que fue un error; es un irresponsable.




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