Semana 1. Miércoles.
David se despertó un día más mirando hacia al techo. Y tras despejarse un poco sobre el extraño sueño que había tenido, se giró hacia el lado derecho de la cama y se asomó lentamente por el borde. Observando que Ángela seguía durmiendo sobre el viejo colchón que David y su padre le habían ofrecido. Y es que, después de la matanza de la graduación, Guillermo ofreció a su amiga la posibilidad de quedarse a vivir con ellos a pesar de no tener casi espacio.
Ángela se lo pensó durante una larga semana. Pero tras asimilar que se había quedado casi sin familia y tras darse cuenta de que no estaba bien, decidió aceptar la propuesta. Lo que le permitió a David, el tener a su amiga cerca y el poder vigilarla.
Los primeros días fueron bastante extraños, ya que Ángela no hablaba con nadie y ni si quiera comía. Así que tras hablar con su padre, decidieron llevarla de manera semanal a un psicólogo. Logrando que poco a poco, Ángela volviese a ser ella misma.
Tras observarla detenidamente durante unos segundos, David encendió el móvil y se dedicó a responder a todos los mensajes pendientes que tenía. Entre ellos a Nicole, que le había preguntado sobre el estado de Ángela.
Cuando acabó de contestar a todo el mundo, David se dio cuenta de que aún no eran ni las nueve de la mañana. Pero cómo ya se había desvelado, abandonó su cama sin hacer ni un solo ruido, salió de su habitación de manera sigilosa y se fue a la cocina. Encontrándose por sorpresa con su padre.
– ¿Papa? – Se sorprendió él –. ¿Qué haces aquí a estas horas?
– Hoy entraba a trabajar un poco más tarde – le comentó su padre –. ¿Y tú qué haces en pie a estas horas?
– No podía dormir, así que he decidido levantarme – contestó David dirigiéndose hacia la nevera.
– Te entiendo – asintió Guillermo –. Y por cierto, acabó de recibir una carta de Robinson en el que explica las nuevas propuestas para el próximo curso escolar.
– ¿Y cuáles nos afectan? – Preguntó David sacando un brick de zumo y otro de leche.
– Todas – sentenció su padre –. Aunque la más importante, es que quiere adelantar el inicio del curso para el día 21 de este mes.
– ¿Y crees que los padres lo aceptaran? – Curioseó David cerrando la nevera y acercándose al mueble.
– Primero haber que ocurre mañana y después ya veremos qué es lo que pasa con las propuestas – le dijo Guillermo –. Y hablando de propuestas. El director quiere ofrecer a Ángela la posibilidad de hacer un máster sobre los elementos de sonido y luz – le explicó.
– ¿Las nuevas asignaturas? – Preguntó David mientras sacaba un vaso.
– Si – afirmó su padre –. Ya que al parecer, Robinson quiere que se impartan en tu curso este año.
David no supo que contestar a eso.
– Vamos, David – refunfuñó su padre –. Sabes de sobra que es la mejor opción que tiene ahora mismo. Ya que este año, y dada el estado en el que está, no creo que se ponga a trabajar...
– Sí, sí estoy de acuerdo contigo – respondió él –. Pero la que tiene que aceptar la propuesta es ella, no yo – dejó el vaso en la encimera.
– Eso está claro – afirmó Guillermo –. Pero quizás tú puedas ayudarle a darle un empujoncito.
David se quedó quieto y miró a su padre para sentirle con la cabeza.
– Bueno, te dejo que desayunes. Yo me voy ya – anunció él –. ¿Qué planes tenéis para hoy? ¿Vais a seguir entrenando?
– Tengo cita con la psicóloga a las 11. Ya sabes, para hablar sobre cómo va Ángela – pausó –. Y esta noche tenemos el evento benéfico de Emily, ¿recuerdas?
– ¡Es verdad! – Exclamó Guillermo –. Toma, donad esto – abrió su cartera y sacó un billete de 50 euros que a continuación se lo dio a su hijo –. Bueno, me voy, ¿vale? – Se guardó la cartera –. No sé si te veré luego, así que si no se da el caso, pasadlo bien, ¿entendido? – Le guiñó un hijo –. ¡Adiós!
– Hasta luego – agregó David.
Más tarde...
David estaba sentando en una silla enfrente de una mesa en la que se encontraba Yoanna, la robusta y seria psicóloga de Ángela.
Era la tercera vez que David acudía a su despacho, por lo que apenas estaba nervioso, ya que sabía perfectamente que aquello ayudaría a Ángela.
– Muchas gracias por venir un día más a mi consulta, David – le dijo Yoanna mientras que apuntaba algo en el cuaderno.
– No es nada – afirmó él –. Es más, me alegro de poder servir de ayuda.
– La próxima vez citaré a tú padre, ¿vale? – Le comentó ella mientras que seguía apuntando cosas –. Quiero tener el punto de vista de una persona adulta.
– Mmm... – Susurró David.
– No es nada malo, David – le comentó ella –. Es que a veces, en dadas situaciones, es mejor tener la opinión de alguien mayor – le explicó mientras pasaba de hoja al cuaderno.
– Está bien – contestó solamente él.
– Bueno... – Yoanna dejó de mirar el cuaderno para fijarse en él –. ¿Cómo ves a Ángela?
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Editado: 30.03.2022