Semana 10. Miércoles.
Hoy era el día que muchos estaban esperando, la vuelta al colegio. Lo que significaba el regreso de las clases, de la magia, de los retos y de la vieja normalidad. Así que este año, cómo David había aprendido a hacer portales, no necesitaban un taxi mágico, por lo que aprovecharon cada minuto que les quedaba.
– ¿Lleváis todo? – Preguntó Guillermo al observar que los dos estaban listos en el salón.
David se giró y echó un vistazo rápido a lo que llevaba. Una maleta de ruedas, una maleta de mano, una mochila pequeña y a Kinnei.
– Sí – afirmó él al ver que no se le olvidaba nada.
Ángela hizo lo mismo que él y reviso lo suyo. Un bolso, una mochila y una gran maleta azul en la que llevaba todo.
– Todo ok – confirmó ella.
– Pues nada. Cualquier cosa, ya sabéis, podéis contar conmigo – se ofreció su padre.
– Siempre contamos contigo, papa – le comentó David.
– Ya lo sé, ya lo sé. Era solo por asegurarme... – Refunfuñó Guillermo.
Ángela sonrió al ver esa mueca.
– Y recordad. Tened cuidado, ¿vale? – Agregó él seriamente.
– Nos cuidaremos el uno al otro, así que no nos pasará nada – le dijo Ángela.
– Pues... Imagino que ya nos veremos, ¿no? – Preguntó su padre.
– Claro que si, papa – David se acercó a él y le dio un abrazo –. Intentaremos venir en cuanto podamos – rompió el abrazo y regresó hacia sus cosas para empezar a cogerlas.
– Ángela... Cuídate mucho, ¿vale?
– Por supuesto – Ángela le sonrió y a continuación se giró para coger la mochila y agarrar la maleta.
– Estas listo, ¿Kinnei? – Preguntó David a su zorro, que estaba sentado en el suelo junto a la maleta de ruedas.
La mascota de David aulló eufóricamente en significado de sí.
– ¿No deberías de llevarle en la jaula? – Le preguntó su padre.
– Debería... Pero no tengo manos para más. Así que sí en algún momento lo necesito, ya te escribiré para que me lo mandes – respondió él.
– Muy bien... – Añadió Guillermo.
– Pues nada, allá vamos – anunció él.
– ¿Seguro qué puedes hacerlo? – Le preguntó Ángela.
– ¡Claro qué sí! – Soltó él sin estar muy seguro, ya que la última vez que fue al colegio apareció en el salón de actos. Así que para esta ocasión, se centró en la puerta principal del terreno del colegio. Bueno, un poco más para atrás, ya que no quería aparecer en el camino y que diese la casualidad de que pasase un taxi mágico. Así que se concentró en esa ubicación hasta que un portal se abrió justo delante de ellos –. Bingo – dijo en cuanto lo vio aparecer –. Las damas primero – observó a Ángela.
– No, gracias. En esta ocasión te dejo que vayas primero – le comentó ella.
– Cómo quieras... – David miró que llevase todo y a continuación se dirigió al portal –. ¡Vamos Kinnei! ¡Ven! – Le dijo a su mascota antes de cruzar, pudiendo así atravesar el portal los dos a la vez.
Aparecieron justo en dónde él quería, delante del terreno de la escuela y justo al otro lado del camino. Aunque esto último le hubiese dado igual, ya que no había ningún taxi por la zona.
– No está nada mal, no... – Dijo Ángela en cuanto salió del portal.
– ¿Ves cómo puedes confiar en mí? – Bromeó él.
Y a continuación, David dirigió su mirada hacia la entrada del colegio, llevándose una sorpresa al ver que no estaba la caseta de inspección que hubo en los últimos meses. Si no que había de nuevo una verja grande que cubría toda esa zona.
– Siempre haciendo cambios... – Susurró Ángela el percatarse de eso también.
– No lo dudes... – Añadió él dirigiéndose hacia la valla.
En cuanto estuvo delante de la verja, se dio cuenta de que era distinta a la antigua, ya que la nueva era mucho más alta y mucho más gruesa. Por no olvidarnos, de que en lo más alto había unas puntas muy afiladas.
– ¿La seguridad de todos por delante, no? – Comentó Ángela poniéndose a su lado.
– Y seguro que este no es el único cambio... – Agregó él observando el interior del terreno y sin encontrarse con nada nuevo –. Vamos, entremos dentro – dio un paso hacia delante y puso su mano derecha en la puerta de la verja.
– No hay nadie en el patio... ¿No te resulta extraño? – Preguntó Ángela al darse cuenta de ese detalle.
– Sí, es raro... Pero quizás estén todos dentro, ¿no? – David empujó la puerta hacia dentro, pero no se movió ni un centímetro, así que intentó empujarla hacia él, pero tampoco se movió –. ¿Pero qué? – David, extrañado, fue a quitar su mano de la verja. Pero cuando lo hizo, se dio cuenta de que no podía, ya que parecía que su mano se había quedado pegada a la valla –. ¿Qué cojo... – Y de repente, la puerta se abrió hacia dentro de forma brusca y de por sí sola. Arrastrando a David hacia el terreno del colegio sin su consentimiento –. ¿Pero qué diantres pa... – David tiró de su mano y esta vez sí que se pudo soltar de la verja. Cerrándose a continuación la puerta sola y justo delante de las narices de Ángela –. Mmm...
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Editado: 30.03.2022