2. Oscuros: El poder del olvido

14. Red

 

 

 

 

Caminando con lentitud estos dos seres supieron que algo no estaba bien. 

Las palabras de Alondra no ayudaban en lo absoluto al joven Alexander.

   — ¿Tu regalo? ¿De qué hablas? —Preguntó él con el ceño fruncido y luego recordó que el regalo era su pequeña hermana Camille—. ¿Nunca me dirás porqué tienes a lobos? ¿Tienes una pequeña obsesión por ellos? —Alex se estaba introduciendo en un terreno bastante incómodo para la joven bruja. 

— ¡Wow, alto ahí! —Exclamó ella mirando los bellos ojos azules de él y luego agregó en la conversación algo que dejó completamente perplejo al joven Alex—. No es de tú interés, pero diré que me encantan las lobitas y tú me diste una muy hermosa. Esos bellos ojos esmeralda  —La joven sonrió ampliamente recordando aquello.

Para Alex aquello era demasiado para él. No deseaba seguir oyendo esas cosas tan obscenas para él.

—Ya, bastante información. Necesito que hagas esos dos hechizos. —Dijo él.

Ella alzó ambas manos y asintió.

La joven bruja se encontraba con la fabricación del medallón de Tessa, le había comentado al joven Alex que se alejará y se fuera a divertir un poco en la fiesta ya que habría muchas cosas que le fascinarían, así ella podría no distraer su mente en otra cosa y seguiría con el trabajo, al menos con el tema del medallón. Sus manos no se movían, ni un simple movimiento, pero mediante sus magníficos poderes mentales ella lograba el mismísimo calco del medallón. Esas cosas solo serían pequeños brillos y demás, pero luego se harán sólido y se logrará a la perfección el medallón de la joven Theresa Wilmeroong. Todo lo que ella hacía era por su bien, pero muy en el fondo de su interior reconocía que le debía muchas cosas a la familia Lohan.

Alex salió del lugar junto a la pequeña ángel de ojos turquesas, al parecer ella le había comentado algo gracioso, ya que él comenzó a reír a carcajadas negando con su cabeza, su cabello castaño oscuro se movía al compás de su negación. La jovencita tomó dos copas que contenían una bebida alcohólica que daban en el lugar, Alex se negó por unos minutos pero luego no resistió la tentación y la tomó. Él no tardó demasiado en terminar el contenido de la copa, levantó esta y observó con detenimiento los grabados que se encontraban en ella. Él se dio cuenta enseguida que los grabados eran pequeñas runas angelicales que nunca antes había visto, ni siquiera en los libros de la biblioteca en la que su hermana trabajaba. 

— ¿Qué hora es? —Preguntó él bailando al lado de la joven.

Ella lo miró fijamente a los ojos y se encogió de hombros por un instante.

—No lo sé, no importa. ¿Por qué? ¿Acaso tienes mejores cosas que hacer? ¿Ya te aburriste? No puedo ni creer que eres ese ángel que mis amigas nombran y luego sueltan un pequeño suspiro de amor. —La joven Sophie dijo aquello y luego soltó una risita pícara de sus labios.

Alex frunció inmediatamente el ceño y volvió a tomar de otra copa de un joven alto que pasaba con su bandeja justamente para que los jóvenes tomarán de ella una pequeña copa, el sabor era dulce y con un pequeño toque de amargura que apenas se lograba notar. Pero todos lo bebían y el ángel de ojos azules no se libraría de la diversión de lo que aquello le produciría. Él oyó con detenimiento la pregunta de Sophie y negó con la cabeza, como si estuviera olvidando la razón por la que se encontraba allí. Porque así era, él estaba olvidando la razón.

—No tengo idea, solo olvida mi pregunta —Respondió con un tono de diversión en su voz.

La joven de ojos turquesa y tatuajes angelicales tomó otra copa mientras danzaba, alzó sus manos en el aire sintiendo como la lluvia de colores le pegaban el su cuerpo, aquella sensación le produce muchas más ganas de danzar. Su cadera se movía de un lado al otro con sutileza, siguiendo el ritmo de la música. 

—Ajam, eso haré. —Dijo ella mirando los ojos azules de él. Una pequeña carcajada salió de los labios de la joven al notar los movimientos extraños que él hacía con su cuerpo—. Deberías tomar más, estás muy sobrio y tus movimientos son horribles. No sabes bailar ¿Verdad? —Preguntó ella sin descaro alguno.

Él la miró con ojos de perrito triste por lo que estaba oyendo salir de los labios de la joven ángel, se acercó a ella para que oiga con detenimiento lo que tenía que responder por su triste comentario. La música no la dejan oír aquello, ella frunció el ceño y negó con la cabeza. 

—No te oí. —Dijo. 

Él alzó una ceja y se acercó nuevamente la música terminó justo. 

— ¡Que debería estar sobrio! —Exclamó él a los gritos, todos los habitantes se dieron vuelta y lo observaron. 




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