Me quedé allí, de pie, mis pensamientos un torbellino. Las palabras que Luke nos transmitió hace apenas un par de horas resonaban en mi mente, cada una una punzada. El simple hecho de recordar lo que podría suceder creaba un pequeño y doloroso vacío dentro de mi corazón, como si una parte de mí se encogiera de miedo.
No quería pensar en nada que arruinara más a este pobre mundo. Ya era suficiente con nosotros, los mundanos, y la constante amenaza de lo desconocido. El mundo no necesitaba más destrucción ni seres sobrenaturales que vinieran a desequilibrarlo todo. Ya teníamos bastante con nuestras propias miserias humanas.
¿El Anticristo estaba entre nosotros? ¿Quién podría ser aquella abominación, capaz de traer el fin? No sabía absolutamente nada; era nueva en ese mundo, un lienzo en blanco. Había cosas que aún me faltaban por recorrer, por aprender, pero sabía, o al menos quería creer, que por cuan doloroso fuera, podría lograrlo. Tenía que hacerlo.
Caminé con lentitud hacia la cocina, mis pasos arrastrándose en el silencio de la casa. Quería saber lo que estaba sucediendo allí dentro, harta de tantos secretos en mi vida. Mi existencia, que creí normal, se había desmoronado en un instante.
Una pequeña sonrisa se dibujó sobre mis labios al ver a Castiel. Ahí estaba él, mi padre, un ángel, cocinando. Me resultó bastante interesante verlo en esa faceta tan mundana; supuse que no me imaginaba a un ángel del señor haciendo un desayuno. Lo sabía, sonaba ridículo, pero ahí estaba. El aroma a café y tostadas llenaba el aire.
—Hola, Rubby, ¿en qué piensas? —Pude sentir su mirada sobre mí, una mirada que me conocía a fondo.
Aunque me estaba observando, él seguía trabajando con aquel desayuno, su concentración inquebrantable.
—Pensaba en demasiadas cosas, padre… —Me armé de valor, la pregunta quemando en mi garganta, y decidí que ya era tiempo de preguntar lo que más vueltas daba dentro de mi subconsciente—. ¿Qué es Luke? —Mi voz sonó más temblorosa de lo que quería.
Castiel me observó con el ceño fruncido. Dejó lo que estaba haciendo, el cuchillo en la tabla de cortar, para prestarme más atención. Por un segundo, creí que había preguntado algo indebido, ya que su accionar no me dejó pensar en nada más que lo peor. Pero no fue así; él simplemente me observó con sus ojos azules, una mirada profunda, y luego decidió responder mi interrogante.
—Luke es un Nefilim, mayormente conocido en el Cielo como Nephilim. —Su voz era tranquila, pero las palabras resonaron en mí.
Ahora me encontraba mucho más confundida. Nefilim, un término que jamás había oído. Quería creer que esas cosas no eran malas. Luke no parecía serlo, a pesar de su actitud. Había algo en él que me intrigaba.
—¿Qué es una cosa de esas? —Decidí que lo mejor sería que mi padre respondiera aquellas preguntas, que disipara mi ignorancia.
—El hijo de un ángel y un humano. —Explicó, su voz cargada de un conocimiento ancestral.
Mi ceño se frunció inmediatamente. Ahora estaba más perdida que antes.
—¿Y eso sería? —Insistí, la lógica intentando abrirse paso.
Castiel me miró como si estuviera loca; su mirada azul penetró mi alma, buscando respuestas que yo no tenía.
—Lucifer es el Rey del Infierno, pero aún así, él sigue siendo un Arcángel. —Su explicación era un rompecabezas.
Alcé ambas cejas, mirándolo del mismo modo que él me observaba, esperando la pieza que faltaba.
—¿Entonces… Luke es un ángel? —La idea me sorprendió.
—Mitad ángel, mitad demonio. Es uno de los Nephilim más poderosos que existen, es el primero de la creación de Lucifer. —Sus palabras me golpearon como un trueno.
—¿El primero? —Mi voz era apenas un susurro.
Castiel asintió con la cabeza, confirmando mis temores.
—Así es, no salió mucho del Infierno. —Añadió, un matiz de ironía en su voz.
Asentí. No era lo que me estaba esperando, pero sonaba muy interesante saber lo que existía en el mundo, más allá de mi vida cotidiana. La realidad se expandía ante mis ojos.
Quería suponer que había comprendido aquella extraña plática con mi propio padre, pero una cosa más aún no lograba comprender.
—¿Por qué Jenna lo persigue? —La pregunta se escapó antes de que pudiera detenerla.
Castiel alzó una ceja, su expresión, una mezcla de sorpresa y preocupación.
—No es su intención. Jenna está en desventaja. —Sus palabras eran crípticas.
No comprendía lo que me estaba diciendo. ¿Por qué me resultaba tan extraño de comprender? ¿Qué secreto se ocultaba detrás de esas palabras?
—¿Qué quieres decir con que está en desventaja? —Mi voz era una mezcla de impaciencia y curiosidad.
—Luke puede ver lo que Jenna hace. —Su brazo se estiró y me mostró la taza de café humeante con una pequeña sonrisa sobre sus labios, como si la respuesta fuera tan simple como el desayuno.
—Claro… —Agarré la taza, sintiendo el calor—. ¿Qué la conecta con Luke? —Bebí un poco de café, el amargo sabor, un contraste con la dulzura del momento.
—No lo sé… algo que lo trajo aquí. —Su ceño se frunció, un gesto que denotaba su propia incertidumbre.
—¿Sabes qué fue lo que lo trajo? —Pregunté, lleno de intriga, la voz apenas un susurro.
Solté un suspiro de mis labios ante aquella pregunta; no lo esperaba, pero no podía hacer nada para cambiar los minutos anteriores. Ahora solo quedaba ser lo más sincera posible, así como él lo había sido conmigo.
Lo observé fijamente, dejando la taza sobre la mesa, el tintineo, un sonido lejano. Hice una mueca con mis labios y me armé de valor para contarle la verdad.
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Editado: 26.06.2025