-Hemos llegado – distraje a Eros de su juego con unos caballos tallados en madera – papá te ayudará a bajar.
Efectivamente, diez minutos después de parar y de escuchar dar órdenes a diestro y siniestro, Samuel abrió la puerta y nos ayudó a los dos bajar de aquel carruaje. Llevábamos una hora de viaje, volvíamos al castillo dos meses después de dar a luz a mi bebé.
-Mi madre y hermana están aquí – cogida de su brazo avanzamos hasta el interior del castillo.
-Hijo – mi suegra saludó a Samuel y luego a mí – qué tal? Me enteré de lo que te ha sucedido, lo siento.
-Mamá, no se lo recuerdes – él intentaba que yo no sufriera bajo ningún concepto y se lo agradecía – hermana, me enteré de que te vas a casar.
-No – gritó asustando así a Eros – fue un error.
-Madeleine – me contó Samuel mientras nos sentábamos en la mesa para desayunar – fue encontrada besándose con Connor McClain.
-Es un maldito viejo que me tendió una trampa.
-Deja de llorar Madeleine – la riñó su madre – no se ha podido demostrar que lo que tú dices es verdad, por lo tanto la semana que viene habrá una boda real.
-No me voy a casar con ese viejo – gritó esta asustando otra vez más a Eros.
-Madeleine, eres hija y hermana de Reyes, haz el favor de comportarte o yo misma te encerraré en los calabozos.
-Nooo – volvió a gritar
-Queréis dejar de gritar que estáis asustando a Eros – ahora hablé yo firme – Madeleine nadie te encerrará en el calabozo pero si debes cumplir. Haya sido un error o no, no te van a permitir avergonzar a esta familia.
-Tú si la has avergonzado – me miró con los ojos llenos de odio – que te has casado en cuanto supiste que mi hermano estaba muerto y trajiste al mundo a un bastardo. Más vergüenza que ha pasado mi familia por tu culpa no pasarán por mi.
-Madeleine – intervino Samuel.
-Qué hermano? Ahora vas a cuidar a un niño que no es tuyo, sino de esta fulana con a saber quién, igual que cuando dio a luz a mi sobrino que la pillaste con otro. Me va a decir a mi que voy a avergonzar a mi familia cuando tu has sido el hazmerreír de todas las Highlands.
-Ya está bien niña – ahora gritó Samuel – te he perdonado mil cosas pero esto ya no.
-Hija – su madre se situó al lado de Samuel – a Ibeth le tendieron una trampa y cuando dio a luz a tú sobrino fue sola y no tuvo ningún amante. Cuando a tú hermano lo dieron por muerto, año después, ella tuvo que casarse porque los nobles la obligaron.
-Madeleine, igualmente irás al calabozo. Guardias.
Besé a Eros en la frente y dejé que siguiera desayunando pero yo me retiré a la que fue mi habitación tanto tiempo. Me quedé de pie, frente a la ventana.
-Lo siento – Samuel me asustó - está desquiciada.
-Cada día desde que me exigieron volver a la corte, iba a tu tumba – le señalé la tumba que se veía desde donde me encontraba – la puse ahí por que así – me rodeó con sus brazos la cintura – los días que llovía y no podía salir, la veía desde aquí y te hablaba. Cuando me dieron la noticia de que debía casarme, me negué a elegir marido y me negué a conocerlo o a ser cortejada, pero aún así, casada con otro hombre, nunca dejé de ir a tu tumba, aún sabiendo que estaba vacía. – me giré y me quedé frente a él – cuando di a luz a Eros te juro, te prometo, lo que quieras, pero créeme no sabía que Juan estuviera ahí.
-Lo sé, te creo amor.
-Entonces qué haces que no me das un beso, si parece que estoy frente a un fantasma y me muero por besarte desde que apareciste.
Dios, me moría por tener esos labios en mi piel. La sensación de volver a tenerlo en mis brazos cuando me besó y alcé mis manos hacia su cara, esa sensación fue impresionante. Las mariposas volvieron a aparecer, la necesidad de tenerlo junto a mi, volvió. Lentamente y sin dejar de besarnos, nos acercamos a la cama y poco a poco nos fuimos despojando de la ropa para así tener mejor acceso a nuestros cuerpos a nuestra piel que en ningún momento dejamos de besar. Entró en mi y esperó un buen rato para que fuera acostumbrándome a su tamaño. Comenzó a moverse llevándome como él siempre lo había hecho, al cielo.
-Te quiero – dije entre gemidos y él solo aumentó el ritmo, cogiéndome de la cintura y dejándome inmóvil a la cama.
Besó cada parte de mi cuerpo, y yo besé cada parte de su cuerpo. Dejé que me hiciera suya, me entregué por primera vez en mucho tiempo, en cuerpo y alma al que era mi amor, al que tanto quise y seguía queriendo. Volví a sentirme amada y volví a ser suya.
-Te quiero mi Reina – me dijo al oído mientras recuperaba el aliento y seguíamos conectados – te eché de menos.
-Qué te sucedió? – vi su espalda llena de cicatrices – que fue lo que te paso?