Correr no era una de mis actividades favoritas, muy por el contrario, odiaba todo lo que tenía relación con la actividad física, pero esa mañana había puesto a prueba mi cuerpo al correr una maratón hasta la escuela. Nuevamente había dejado sonar la alarma y me había quedado dormida, y como no podía ser de otra manera, justo ese día el motor de mi camioneta había decidido averiarse y no funcionar. Llegaría tarde a clases, otra vez.
Había perdido la cuenta de las veces en que le dije a mi padre que me comprara un nuevo auto.
Corrí a lo Forrest Gump los 3 kilómetros de camino de piedra que hay que tomar para llegar a mi casa y logré llegar a la carretera viva, bastante jadeante pero eso no estaba tan mal considerando que soy asmática. Mientras esperaba a que un autobus apareciese, me inhalé tres veces y logré regularizar mi respiración agitada.
El autobús se demoró un siglo en llegar, por lo que decidí caminar por la carretera a paso lento para no ahogarme. Probablemente había llegado tarde y el autobús ya se había ido.
De entre todas mis amigas, yo tuve que ser la que vivía más lejos de la escuela, a las afueras de la ciudad, en una casa grande de tres pisos en medio del bosque y naturaleza. La casa grande no me molestaba, ahí teníamos las mejores noches en pijama junto a mis amigas desde los 11 años, teníamos mucho espacio para todas las locuras que se nos ocurría hacer.
¿Su único problema? Era la distancia a la que estaba de la civilización. Si no tenías un auto propio, era casi imposible que pudieras salir de ahí.
Cuando cumplí los 16, mi padre me compró aquella camioneta Chevrolet C-10, porque prácticamente era gratis en la tienda. No me molestaba que el auto luciera como un vejestorio o que sus asientos fríos y duros fuesen tan incómodos, tampoco me molestaba que el volante me quitara toda la fuerza que poseía cada vez que me estacionaba o tomaba una curva cerrada, pero odiaba que de vez en cuando el motor decidiera echarse a perder solo. Esa mañana, había sido una de esas veces.
No sé realmente qué es lo que le sorprende a mis amigas, todos los días me veían llegar tarde, que esta mañana me haya saltado una clase, no era para tanto, solo me había demorado 30 minutos más de lo normal. Sky realmente no podía creerse mi irresponsabilidad, sabía que si yo me hubiera levantado 30 minutos antes, habría alcanzado a irme junto a mis padres.
Sky siempre había sido más ordenada y responsable que todas nosotras juntas, gracias a ella Ronnie, Elaine y yo recordábamos nuestros exámenes y tareas. Aun así Sky nos quería, aunque fuésemos un caso perdido con los deberes escolares.
En cuanto me senté en mi pupítre al lado de Sky, Elaine tomó mi teléfono entre sus manos y puso la clave de acceso (ellas eran las únicas que conocían todas mis claves y hasta la clave de la alarma de mi casa), pronto mi mejor amiga había modificado la hora. Lo había adelantado 10 minutos.
La mayoría de las veces me preguntaba lo mismo con respecto a Elaine, nunca tenía idea de qué es lo que realmente estaba haciendo hasta que lo explicaba.
Me demoré tan solo dos horas en olvidarme de que la hora estaba adelantada. Me frustraba en cada clase porque pensaba que la campana se había atrasado con 10 minutos, pero luego recordaba que Elaine había modificado la hora. Necesitaba seriamente unas pastillas para la memoria y concentración.
Decidí que esa tarde le pediría a mi madre unas vitaminas para el cerebro, o como se llamen, pero algo que me ayude a despabilar un poco. Aunque lo más seguro es que se me olvide de aquí a la tarde.
Soy un caso perdido.
Mis padres y yo somos bastantes unidos como familia, muchas veces les cuento a mis padres los problemas que tengo con la vida cuando mi personaje favorito se muere en un libro, les cuento lo enamorada que estoy de alguien que solo existe en libros de tapas duras y de lo mucho que me intrigan las historias paranormales. Mis padres se limitan a seguirme el juego o simplemente a ignorar mis palabras cuando se cansan de oír tantas historias repetidas.
Como dije antes, mi concentración en clases no es mucha y por esa razón necesito ayuda, vitaminas, lo que sea que me haga concentrarme en algo más de veinte minutos. La clase ya había empezado y yo seguía mirando por la ventana.
Sky empujó el codo que sostenía mi cabeza y me hizo darme cuenta de que debería haber sacado mi cuaderno hace varios minutos. Le sonreí culpable.
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Editado: 14.05.2019