Una parte de mí quería matar a Carter por lo que había hecho con Nate y otra parte de mí quería agradecerle eternamente. Nunca habría sospechado que Nate fuese tan amigable al momento de entablar una conversación con otra persona, pero me encantaba el hecho de que cada vez que hablara, me mirara a los ojos y sonriera hasta que se le marcaran los hoyuelos de las mejillas.
Era adorable.
Los amigos de Nate también hablaron bastante con Carter y Ronnie, mientras que Eli solo se dedicaba a mirarlos con la mejor cara que tenía. Fue una situación incómoda y extraña al principio, pero poco a poco se fue dando una buena conversación que luego fue interrumpida por la mesera que nos entregó la primera pizza.
Llegamos a la casa de Carter solo con una pizza para compartir, los padres de Carpi nos miraron extrañados ante tan misterioso suceso, pero no comentaron nada al respecto. A ellos igual les pareció extraña la piña en la pizza, pero igualmente la probaron. Carpi y Ronnie también accedieron a probar, pero solo a Carpi y a Eli terminó por gustarle la piña en la pizza.
Nuevamente estuvimos discutiendo una hora para ver una película que estuvieran dando en la televisión, pero finalmente nos aburrimos de darle la vuelta a los canales y dejamos la tele sonando en un canal de películas de terror antiquísimas, de esas películas que a hasta Carpi le daban risa. Nos pusimos a conversar de la inesperada boda de mi madre mientras nos pintábamos las uñas y Carpi nos las decoraba con diseños y un pincel. No tenemos recuerdos de cuando fue que nos quedamos dormidas, pero cuando la madre de Carter nos llevó unas frazadas para taparnos, me di cuenta de que estábamos todas acurrucadas en el suelo cerca de la chimenea.
Volví a cerrar los ojos, tenía una sonrisa grabada en mi rostro que no pude borrar desde que salimos de la pizzería y Nate se despidió de mí con un beso en la mejilla.
Esa misma sonrisa se mantuvo en mi rostro hasta el otro día.
Mi madre me abrió la puerta de mi casa mientras saludaba a Carter, que se encontraba en la camioneta, con una mano desde la entrada. Esa mañana al mediodía, cuando todas nos habíamos despertado, nos dimos cuenta de que Eli ya se había ido. Estábamos acostumbradas a no despertarnos junto a ella, ya que Eli tenía la costumbre de despertarse temprano todas las mañanas (incluso los fines de semana). A Eli le gustaba caminar por el camino de la casa de Carter, así que estábamos seguras de que había tenido un buen viaje. Ronnie y yo en cambio, preferíamos el auto, aunque fuese una camioneta que nos pudiera dejar botadas a mitad de la carretera, preferíamos eso antes que caminar, así que después de comer algo, Carpi nos fue a dejar a nuestras respectivas casas.
Cuando teníamos 13 o 14 años, solíamos hacer ese camino en bicicleta, Carpi tenía las bicicletas de sus padres (que nunca ocupaban) y con ellas recorríamos los alrededores del bosque, solían ser paseos agotadores, pero eran los más memorables para recordar.
No tuve que mirar mucho alrededor de mi casa para darme cuenta de que mi madre había comprado revistas de boda. Sabía que tenía que asumir aquella noticia tarde o temprano. Inmediatamente escuché a Elliot bajar por las escaleras, me saludó con un beso en la mejilla y se dirigió a la cocina para buscar comida. Era un poco extraño, no estaba acostumbrada a recibir cariño o aprecio de parte de él, miré a mi madre extrañada y ella solo me respondió con una sonrisa, pronto ella también desapareció en la cocina con una revista de bodas en la mano.
Elliot volvió a encontrarme antes de que me decidiese a subir a mi habitación, traía un pan relleno con jamón y mayonesa en la mano y la boca llena de migas. Se acercó a un par de cajas que seguramente habían llegado esta mañana y comenzó a abrirlas. Lo más seguro es que fuesen sus pertenencias que habían llegado desde Boston.
Elliot no suele referirse a mis amigas con esas palabras. Sonaba tan extraño escucharlo.
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Editado: 14.05.2019