Capítulo 32: Elaine
No llovía, pero había un frio de puta madre. Me vestí con un suéter negro y luego me eché una chaqueta verde encima, era la más abrigada que tenía, rellena de plumas. Cubrí mi cuello con una bufanda blanca y escondí mi boca entre la lana, pareciera que fuese de excursión a la nieve y no a un simple viaje al centro comercial.
Tomé el autobús y luego caminé un par de cuadras hasta llegar a la tienda de discos donde trabajaba Lee. Antes de entrar, los nervios se acumularon en mi estómago y me hicieron pensar que aquello no era una buena idea.
Estuve a punto de darme la vuelta, pero antes de salir caminando de la galería, la razón volvió a mi cuerpo. Tenía que hacer esto.
Entré a la tienda y lo primero que vi fue a Lee detrás del mostrador. Él me miró también. Luché para contener mi rubor, no podía ponerme como un tomate por solo mirarlo.
Vaya que era lindo, demasiado para mi gusto. ¿Por qué cuando tengo una relación estable aparece el chico que estuve buscando toda mi adolescencia? Lamentablemente, había llegado tarde. Me dirigí hacía él.
Lee titubeó al verme, pero rápidamente saltó el mostrador sin molestarse en abrir la puerta que se encontraba a un par de metros de él. Se acercó y me encontró en el camino antes de que yo pudiera llegar a él. Se veía preocupado y feliz a la vez. Tenía un moretón debajo del ojo derecho que se veía bastante hinchado y el labio partido. Mi estómago dio un vuelco al confirmar que había sido él. No sabía si sentir alivio o pánico.
- Eli…- Me dijo al momento en que me agarraba la cara entre las manos. Tenía el tacto suave y unos ojos verdes impresionantes. Me miró preocupado. Con delicadeza acarició mi pelo detrás de las orejas. No pude contestar, estaba perpleja y los nervios me traicionaban. – Me alegro de que estés bien. Sabía que vendrías.
- Te golpearon…- Fue lo primero que pude responder. Por inercia alcé mi mano hasta su mejilla y con cuidado la acaricié. Su rostro era suave y cálido, incluso en la parte que estaba moreteada.
- No tanto como yo los dejé a ellos. – Intentó sonreír, pero fue algo forzado, así que dejó de intentarlo. Sostuvo mi mano contra su rostro y luego la acarició. Dios, me estaba matando. No podía pensar.- En realidad solo intenté escapar después. No se me dan muy bien los golpes, pero corro rápido. Por suerte te fuiste, aunque no supe dónde buscarte después, estaba muy preocupado, quería ver que estuvieras bien…
- Lo estoy.- Lo interrumpí y me separé varios centímetros de él. Aquello no estaba bien. Miré mis pies como si ahí fuese a encontrar respuestas.
- Hubiese querido llamarte pero…
- Perdí mi celular. – Levanté mi vista.
- Sí, lo sé. – Lee rebuscó en el bolsillo de su camisa y sacó mi blanco y roto celular. Lo miré sorprendida y lo cogí de entre sus manos. La pantalla estaba completamente trizada. – Lo encontré después. Eli realmente estaba muy preocupado.- Se acercó un paso y yo retrocedí otro. Miré alrededor de la tienda, estaba vacío. ¿Qué acaso nunca iba nadie a ese lugar además de mis amigas y yo?
- ¿Qué hacías ahí? ¿Me estabas siguiendo? – No pronuncié ninguna palabra con agresividad, como tenía planeado hacerlo. Dejé que mi voz sonara dolida, casi asustada.
- No. Me pediste que me alejara de ti, que no te molestara y que no volviera a llamarte y eso fue lo que hice.
- ¿Entonces?
- Eli, mi madre vive por ahí. Es un barrio bastante peligroso como para caminar sola a esas horas si me permites decirlo. – Carraspeó.- Esa noche me dirigí a su casa después de ensayar con mi banda. Terminó bastante tarde y cuando iba en el camino escuché lo que pasaba, pero no me di cuenta de que eras tú hasta que me acerqué. Dios, nunca había entrado en pánico como en ese momento. – Lee miró hacía el techo como si aquel recuerdo todavía lo asustara. Lo entendía, a mí igual me asustaba aún. No pude evitar que las lágrimas se me acumularan en los ojos. – Me pediste que me alejara de ti y es lo que hice. – No sabía que es lo que realmente me provocaba más dolor. Apreté los ojos y bajé la cabeza. Quería irme y llorar tranquila, no quería que me viese llorar. Sentí que sus brazos me rodeaban por los hombros y me apretaban contra su cuerpo, nunca me había sentido tan protegida como en ese momento, era lo que necesitaba, un abrazo. Pero no cualquier abrazo, sino “su” abrazo. Mis amigas me habían abrazado esta mañana y me habían hecho sentir mejor, pero los brazos de Lee eran cosa distinta, me provocaban sensaciones distintas. Me acurruqué contra él y apoyé mi cabeza en su pecho. Las lágrimas desaparecían mientras más me acomodaba entre sus brazos. Entrelacé mis brazos alrededor de su cintura y sentí que nunca más quería alejarme de su lado. No quería volver a soltarlo.
- ¿Tienes una banda? – Dije después de varios minutos en silencio.
- Sí… Son cosas que hubieras sabido si me hubieras dejado acercarme un poquitín. – La voz de Lee volvía a ser la de antes. Graciosa, amistosa, segura.
- ¿Me hubieras contado tus cosas?
- Claro que sí. – Me separé de su pecho y alcé la cabeza para mirarlo a los ojos. Era casi un metro más alto que yo.
- Yo no puedo…
- Me pediste que me alejara y eso hice.- Me interrumpió. – Pero eso no es lo que yo quiero. Aun así, voy hacer todo lo que tú quieras que haga, incluso si no quieres estar cerca de mí, lo entenderé. Tienes novio, lo tengo claro, pero créeme cuando me conformo con ser tu amigo. Podría escucharte, hacerte reír, llevarte a conciertos y darte descuentos en discos… Podría ser un gran amigo si me dejaras.
- ¿Aceptarías ser solo mi amigo? – Pregunté sorprendida. Eso facilitaba mucho las cosas. No era necesario alejarme de Lee si él prometía ser solo mi amigo. Pero… ¿A quién quería engañar?
- Claro. Siempre y cuando no te enamores de mí, porque ahí tendríamos un grave problema. – Solté una carcajada y él sonrió.
- Eso no va a pasar.- No sé a quién intentaba convencer.
- No me prometas nada.