Yo no quería un almuerzo familiar, porque no necesitaba celebraciones extraordinarias ese día. Mis padres aceptaron a regañadientes a no hacerme nada, pero entendieron mis motivos de no querer compartir con más gente en mi casa. Simplemente aun no tenía el humor necesario para soportar a más personas.
En vez de quedarme en mi casa, decidí que era tiempo de hacer una visita.
Toqué la puerta de aquella casa que se me hacía tan conocida y esperé a que me abrieran. Cuando la madre de Lee me vio, sonrió débilmente y me abrazó con cariño.
Almorcé con ella, preparamos puré y carne y nos sentamos a conversar junto al hermano de Lee. Me contó que el padre de Lee estaba superando la muerte de su hijo a su manera, se había ido de viaje por negocios para mantener su mente ocupada, hay algunas personas que se refugian en su trabajo para no tener que pensar en sus problemas, era comprensible. Ella por su parte lo estaba llevando bien, dice que tiene que ser fuerte porque aún le queda un hijo por el cual luchar, y tiene toda la razón.
Mientras la contemplaba lavar los platos después de almorzar, ella me preguntó cómo me encontraba yo y tuve que ser sincera.
No lo estaba llevando mal, no me iba a echar a morir cuando mi vida recién comenzaba, pero tampoco se me hacía fácil asimilar que él no estará a mi lado para acompañarme en el camino. La madre de Lee, Katy, me entregó su celular y sus discos de regalo, me dijo que podía llevármelos a casa, porque yo les daría un mejor uso que ella. Agradecí el gesto.
Entré a su habitación y recorrí cada rincón con la mirada. Me senté en aquella cama conocida y me recosté al mismo tiempo en que cerraba mis ojos. Recordé su tacto, su respiración en mi mejilla, sus brazos fuertes y sus besos suaves. Es probable que jamás vuelva a entrar a esa habitación, la cual me vio ser feliz. Una idea loca se me pasó por la mente, tomé mi celular y marqué su número de celular. Estaba apagado, pero eso no importaba, porque no tenía intenciones de responder a mí propia llamada.
Había visto que la gente masoquista lo hacía en las películas, y yo nunca lo había entendido, hasta ahora.
“¡Hola soy Lee! Probablemente esté ocupado en estos momentos o simplemente se me perdió el teléfono debajo de la cama… Otra vez. Lo siento, deja tú mensaje.”
La voz de Lee retumbó en mis oídos, mi corazón dio un vuelco al oírlo, su voz, su humor, su risa… Si alguna vez notaba que su voz se me olvidaba, volvería llamar al mismo número para escucharlo todas las veces que sea necesario. Ahí estaba, por lo menos una parte de él estaría conmigo.
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Editado: 14.05.2019