En la mañana Daniel pasa en su auto temprano para recogerme.
—¡Con cuidado, mis amores! —Grita manu desde la puerta.
—¡Sí, manu! —Respondo.
El estéreo del auto de Daniel se escucha a todo volumen en la colonia. Arrancamos. Él empieza a hacer caras chuscas mientras imita a Britney Spears. Con una mano finge sujetar un micrófono. Mueve su boca pronunciando la letra de Baby One More Time. Lanzo una sonrisa y él me la devuelve.
Llegamos al deportivo que nos indica el mapa electrónico. Nos estacionamos enfrente. Está cerrado, pero por lo manos ya ubicamos dónde está. Daniel baja unos momentos y se para a la entrada con sus dos manos en la cintura.
—¿Qué haces? —Pregunto con una ceja levantada.
—Sólo admiro…—Dice, mirando a la persona en la imagen promocionando natación.
Daniel se queda un poco más, después vuelve a subir al carro y proseguimos a la escuela. Dany se baja primero, me abre la puerta y como un caballero, me ofrece una mano para poder salir del auto. En eso, Anthony y Marielle se acercan.
—Vaya, vaya… Eso si es interesante… La época de apareamiento entre hipopótamos al fin ha llegado linda…—Dice Anthony mirando a Marielle.
—Parece que sí, ¡Pero vaya, se tardaron mucho! —Dice Marielle burlona, haciendo una seña obscena.
Me aparto de Daniel rápidamente avergonzada, pero él no se mueve.
—Si quieres decir algo, ¡dímelo en la cara! —Reta Daniel a Anthony.
Los dos se ponen de frente, viéndose cara a cara.
—¿Con qué te crees muy valiente, idiota?
—No lo sé. Tú dime. ¿Estás asustado?
Anthony lo duda un poco, después retrocede.
—¡Tienes suerte de que tu novio esté aquí, Marlín! ¡Pero no durará para siempre!
Anthony se aleja con su novia. Yo sigo apenada por la discusión y su comentario tan fuera de lugar. Ya que Daniel es de otro salón, me despido de él y voy a clases.
Por primera vez al terminar la escuela, ya tengo a alguien con quien reunirme. Salgo del salón apurada. Camino tan rápido que choco con Daniel ocasionando que todos los libros se me caigan.
—¡No sabes como lo siento! —Digo recogiendo todos mis apuntes, hojas y útiles.
—No te preocupes, Mar. Eres un torbellino en estos días, ¿no es así?
—¡Ja! Ni me lo digas…
Daniel me ayuda a recoger todo y de nuevo lo coloca en la mochila.
—Y… ¿Ya nos vamos? —Me pregunta.
—¡Sí, claro! —Respondo.
Los dos nos montamos en el coche y regresamos a donde fuimos en la mañana. Daniel se la pasa un rato hablando con la recepcionista.
—¡Ya nos registré! —Me dice—, Ahora, ¡ya vamos a poder hacer natación cuando queramos! Y no sólo eso, tenemos acceso a demás deportes, ¿cuál eliges primero, Mar?
—Bueno, de chica papá me llevaba a jugar tenis…
—¡Tenis será!
Antes de que pueda rechazarle la oferta, él me lleva de la mano a las canchas de tenis, me entrega una raqueta y da el primer golpe. Respondo con éxito. Daniel corre de un lado a otro para golpear la pelota. Al final, yo termino ganándole por 6 puntos.
—Vaya…—Dice cansado—, Eres buena en esto… Respondes como si le estuvieras dándole con la pelota a Anthony.
Sonrío y me siento un rato. Daniel me acompaña.
—Oye, Mar… Me preguntaba si tú… Estás libre mañana…
—¿Mañana?
—Sí, en la tarde. Para ver una película.
—¿En el cine?
—Sí. ¡Ya tengo los boletos! Pero… Pensándolo bien, no debí adelantarme hasta que aceptaras, jeje…
Me río un poco. Le digo a Daniel que acepto su invitación. Sus ojos se iluminan de inmediato. Dany me trae a casa y yo muy entusiasta, le pido la báscula a mi mamá. Manu la saca de su caja y las dos nos alegramos mucho al ver que ésta registra dos kilos menos.