Alguien que merezca tu amor, un comienzo contigo

Capítulo VI

Decidí hablar con Mario, aunque no creía que podría hacerlo, quería tener la iniciativa y ver como reaccionaria al ver que era yo quien comenzaba con la conversación.

Él no era un mal chico. Solo que... Tenía una manera tosca al hablar y su actitud tampoco lo ayudaba mucho. Casi todas las veces en las que hablábamos, Mario sacaba un tema y venían los celos.

Estaba harta de esto, Mario exageraba todo. Era como si desconfiaba de mí, tal vez tuvo.

Yo no era la más amorosa que digamos. Además, como serlo si ni siquiera gustaba de él.

No me gustó ni por un momento.

Pregunté si podíamos hablar y creo él hubiera aceptado si no hubiera llegado el profesor.

El profesor empezó a hablar y a escribir en la pizarra al mismo tiempo, dijo: "Chicos, buenos días. Cambiaremos de asiento".

Todos empezaron a quejarse, excepto yo. Además, no tenía que hacerlo.

El profesor no hizo caso a las quejas. Solo puso la tapa a su marcador y antes de retirarse dijo: "Por favor, acérquense y siéntense en su respectivo lugar. Nos vemos".

Lista de asientos respectivos:

4. Lisa y Jimena.

7. Mario y Celeste.

Todos empezaron a cambiarse de asiento haciendo murmurios de lo malo que el profesor los había hecho sentar.

—Hola.

—Hola... —dije para no dejarla en el aire.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Sí, dime.

—¿Quieres ser mi amiga?

—¿Eh? —dije sorprendida.

Jimena mantuvo su mirada firme.

—Oh... Es de verdad. Está bien.

Jimena era rara en ese momento.

—Y... ¿Cómo conociste a Mario?

No quería contarle todo.

En ese momento, ella era solo una compañera con la que me dejaría de hablar cuando nos cambiáramos de asiento. Así que traté de ser breve.

—Bueno, cuando se me cayó mi cartuchera... Mis colores salieron de la cartuchera y él me ayudó a recogerlos. Y desde ahí nos conocemos. —Sonreí incómoda.

Jimena dijo que eso era bueno, miró su cuaderno y volvió a mirarme.

Preguntó: "¿Cómo te hiciste novia de Mario?".

No sabía cómo contestar.

Jimena al ver esta reacción dijo rápidamente: "¿Fue un clic?".

No sabía que era eso.

—Ya sabes... Un clic. O sea que se enamoraron en el instante... Como un amor a primera vista.

Desvié la mirada y dije:

—No creo que eso haya pasado entre nosotros

—¿Entonces qué?

Me sentía un poco agobiada.

«¿Qué pasa con esta chica?», me pregunté.

Con un gesto deje entender que no había entendido.

—¿Y ese chico de la vez pasada?

No sabía cómo reaccionar.

«¿El chico de la vez pasada? ¿Sebastián?», me pregunté.

Respondí irritada:

—¿Quién? ¿Sebas?

Cortó ahí Jimena con un sí que podría escuchar Dios. Siguió con sus preguntas: ¿Cómo lo conociste?

No sabía que responder, sabia como nos habíamos conocido porque Sebastián me lo había dicho un par de veces y, claro, por mi versión borrosa, pero por qué contárselo a ella.

—Parecían cercanos.

Como siempre, respondí con un 'solo somos amigos'.

Jimena para terminar, preguntó:

—¿Te gusta alguien?

—Sí —respondí sin pensarlo.

—¿Quién es?

Nerviosa me puse de pie y fui al sitio de Mario.

Aunque podría haber disimulado que el chico de quien gustaba era Mario. Pero no pude.

De nuevo nuestro compañero se le acercó a Mario, le dijo que si harían el proyecto.

Mario solo siguió viendo su celular y respondió en un tono desagradable:

—Estoy ocupado, dile a Lisa.

—Lisa... —Me miró.

—¿Eh? Sí, dime.

—El proyecto. ¿Lo tienes?

—Claro, está...

Claramente no lo había traído, pero... disimulé.

Lo miré con una sonrisa incomoda.

Mario alzó la mirada, podía sentirlo.

—Bueno, el proyecto desapareció —dije sin pensar.

De nuevo.

—¿Desapareció?

—Ahora vuelvo —dije nerviosa, me dirigí a la puerta y salí del salón.

No era la primera vez que me olvidaba los proyectos, así que sabía que me lo tenía merecido.

Bajé a secretaria. Pregunté si podría traer el proyecto que se quedó en mi casa.

Y como me lo esperaba, me dijeron que no.

Rogué, pero la secretaria dijo que eso estaba prohibido.

Traté de dar varias excusas como que había visto a muchos alumnos que se iban y luego volvían como si nada, que por qué no podía hacer lo mismo.

La secretaria dijo que no y siguió con sus cosas.

De un momento a otro vi que Joel estaba a mi lado.

Dijo que tenía que irse.

La secretaria nos miró y dijo:

—¿Por qué salen los dos al mismo tiempo? ¿Se van a escapar?

Joel volteó a mirarme y dijo:

—No, nosotros no...

Interrumpí.

—¡Somos primos!

Joel me miró con una expresión de "¡Qué estás haciendo!".

Seguí hablando, hice caso omiso a Joel:

—Nuestra abuela nos pidió ir a la casa temprano porque se siente un poco mal y necesita nuestra ayuda.

Joel al ver que la secretaria caía en el juego, agregó:

—Sí, nuestra abuela está un poco grave...

La secretaria con una cara de condolencia dijo:

—Bueno... Si así lo dicen... Creo que pueden irse.

Sacó dos cartillas de uno de sus cajones y empezó a escribir.

El director era un hombre ocupado y la mayoría de tiempo estaba ausente del colegio. No solo teníamos una sede, si no que habían 16 en todo el país.

Al haber logrado nuestro cometido, Joel y yo nos dimos cuenta de que se estábamos yendo por el mismo camino.

—¿Tenemos que ir juntos?

—Tenemos que ir a ver a nuestra abuela, ¿no? —Lo miré y sonreí.

—¿Graciosa o qué?

—Solo digo que me gustó que me sigas la corriente. ¿Y por qué estás aquí?

Joel me miró y dijo:

—¿Cómo que por qué?

—¿Por qué quieres irte a tu casa?




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