Simplemente Romano

Cuando al fin termina mí última clase, estoy tan cansada que bajar por las escaleras es casi una tortura. 
En resumen, mí día entero se esfumó entre clases y Sofía arrastrándome por tiendas de ropa como pudo, en el horario de almuerzo. Su misión, encontrar algo especial para esta noche fue cumplida con éxito, pero ahora cargo una mochila que pesa la mitad que yo, y además, otras tres bolsas que no me acompañaban cuando salí de casa. Solo quiero una ducha y dormir veinte horas seguidas, pero cuando llego a la planta principal, veo a Romano y esos planes tan placenteros se esfuman de mí mente. Lleva esperando por mí por quien sabe cuanto tiempo, porque no me mando un mensaje para no interrumpirme. Esta sentado en los escalones, de espaldas a la puerta principal, con un cigarrillo en la mano. Las luces del atardecer golpean su piel, haciendo que parezca salido de alguna portada de esas revistas que nunca leí. Suelta una bocanada de humo, y este se desvanece en el suave viento de la tarde. Oh! Cómo odio ese maldito habito, pero no puedo negar que también se me hace jodidamente atractivo. Le dá ese aspecto de chico malo que tanto me gusta. Me acercó a él caminando despacio, sin dejar de observar cada detalle de este chico que me vuelve loca. Su cuerpo esta pulido por el Rugby, deporte que practica desde que es un niño, y su rostro... o eso esta a otro nivel de belleza... Mí suegra no es precisamente la persona que más me agrade en el mundo (La verdad es una vieja bruja) pero tengo que hacerle un monumento por hacer tan bien a su hijo. Y luego mí mirada se detiene en la parte posterior de su cuello, en el cual destaca el tatuaje de una cruz.
Según él, representa sus pecados y los lleva en la piel para nunca olvidarlos, para no volver a cometer los mismos errores. Y cada vez que lo veo, no puedo evitar preguntarme que fue aquello tan malo que hizo, que fue lo marcó en el alma y en la piel. Jamás lo haría directamente. Preguntar es habilitarlo para que haga lo mismo, Y yo Aún no estoy lista ni siquiera para pronunciar el nombre de ese que marcó mí cuerpo, mí alma, y mí destino.

Las zorras de la universidad prácticamente le están haciendo una resonancia, pero él simplemente las ignora. Parece estar en su mundo, completamente ajeno a las miradas y a los susurros. Una de ellas toma valor para acercarse y preguntarle quien sabe que, pero él le habla de forma educada, pero fría y cortante y ella termina por alejarse.

–¡Ese es mí novio!– Grito orgullosa para mis adentros sonriendo estúpidamente. Prometió que nunca dejaría que las dudas me hicieran daño. Dijo que cualquier situación que se preste a malas interpretaciones la hablaríamos, que siempre me daría mí lugar y por lo visto, cumple su palabra al pie de la letra. A Romano no le gustan las cosas a medias, me lo dejó claro desde el principio, cuando, desde el primer beso que me dió nos puso el título de "Novios". Aquello significa para él "fidelidad y respeto absoluto", así que aunque no me gusta mucho ponerle categorías a las relaciones, acepte. Una de las cosas que más me gusta de estar con él, es que sabe exactamente lo que quiere, como lo quiere y cuando lo quiere, demuestra con hechos lo que siente. No se deshace en palabras vacías...–Estar con Romano se siente tan diferente... ¿Será que esto es ser amada de verdad?– me preguntó mientras mí mente sigue divagando. Permitirme volver a soñar, bajar mis defensas y abrir mí corazón fue todo un desafió, y de cierta forma lo sigue siendo. Todo se volvió mas simple cuando decidí que el miedo a volver a salir lastimada no seguiría controlando mí vida, pero los fantasmas siguen estando allí, dentro de mí cabeza. Mil veces me pregunté si valía la pena intentarlo, Y la verdad es que aún no lo se. Lo único que tengo en claro es que en Romano encontré a una persona que no pretende cortar mis alas, él vuela a mí lado. Romano me impulsa a arriesgarme, a probar cosas nuevas, a vivir mil aventuras, saca lo mejor de mí y soy feliz a su lado.

¿Lo amo? Definitivamente no siento lo mismo que la primera vez que me enamore, pero los amores nunca son iguales, o al menos eso leí por ahí. Y tiene sentido, porque yo ya no soy aquella chica que jamás había sufrido ninguna penuria. Ahora estoy rota, y una chica rota ama de forma diferente. Cuando ya conoces el dolor que se sientes cuando te rompen el corazón, no quieres volver a sentirte así. Vas más despacio, con más cautela. Te cuesta mucho más asumir lo que sientes...

Solo unos pasos nos separan, él sigue sin notar mí presencia, y mí corazón late desesperado como si hubiéramos estado lejos una vida entera aunque solo fueron algunas horas. Es inútil seguir negando lo evidente, seguir intentando me tiene a mí misma. Estoy estúpidamente enamorada de él, con lo bueno y con lo malo, de lo que se ve a simple vista y de lo que no también. Estoy enamorada de su universo entero, de su forma de amar tan sana, tan pura, tan libre... No puedo pensar en un "para siempre" (porque puede que suene pesimista, pero el no tener grandes expectativas con alguien ayuda a que el golpe cuando te decepciona sea menos doloroso), pero voy a disfrutar de estar enamorada de él por el tiempo que dure. Así sean cinco horas más, o tal vez hasta que mí rebelde corazón decida dejar de latir.

–Hola Roma...– Suelto trayendolo a la realidad. Se gira, nuestras miradas se encuentran y me sonríe haciéndome querer perderme en él para siempre.
No hay palabras, solo me arrebata un beso "marca Romano", que no me toma por sorpresa pero igualmente me roba el aliento y me acelera el pulso. Me besa con la ansiedad de quién bebe agua tras estar días vagando en el desierto. Me besa y su cuerpo me grita que me necesitó tanto como yo a él. Me besa y se hace la magia. Me arrastra al paraíso y al mismo tiempo al infierno. Mí alma estalla de felicidad, y siento que estoy justo donde quiero y necesito estar, entre sus brazos. Me besa y hace que la tierra dejé de girar, y congela el tiempo en un instante eterno que sabe a la más irreal perfección.