Alexander Valkov:
Soy de los que aman con intensidad, de esos que cuando se enamoran, estas dispuesto a entregar su vida a su ser amado, de aquellos para quienes el rechazo es la misma muerte. Siempre se me dijo "tu no sabes amar", pero la verdad es que lo hago de una forma diferente, de una forma que nadie comprende, solo yo.
Fui un cobarde, un idiota quizás. No me lamento, se qué merezco estar así, en compañía pero al mismo tiempo solo, buscando eternamente llenar el vacío que dejo cuando con sus ojos cargados de lagrimas me dijo:
–Puede que para ti no sea suficiente... pero se lo que valgo... Y quiero algo mejor que esta mierda... Merezco a alguien mejor que vos...– dice fingiendo fortaleza mientras a través de sus ojos se ve que cómo se rompe su corazón. Sus ojos están llenos de lagrimas que lucha por no derramar, porque a pesar de todo lo ama, pero sabe que de aquello no va a salir nada bueno. Los dos lo saben –ya no voy a perder mí tiempo buscando que cambies por mí, no lo vales Alexander... Se feliz, te lo deseo de corazón. Se feliz en medio de toda esta basura... al final es tu habitad...–
Luego se marchó para jamás volver, mientras yo, estúpidamente, juraba que a la semana estaría tragándose sus palabras. Pero no volví a saber de ella. Antes del mes era yo quien se había tragado su orgullo y La estaba buscando, pero nunca contesto mis mensajes o mis llamadas. Se rumoraba que estaba conociendo a otras personas, que se puso aun más hermosa si eso es posible, y finalmente se fue de la ciudad sin dejar rastro.
A pesar de todo, después de tenerla frente a frente una vez más, se que ella me ama de la misma forma en la que yo lo hago. Sin embargo su maldito orgullo nunca dejará que admita que me necesita tanto como yo a ella, que sus labios también suplican por los míos, que solo se metió con Romano para llenar el vacío que dejé en su vida. ¿Mi misión? lograr que eso cambie. Alexander Valkov nunca se detiene hasta conseguir lo que quiere, Alexander Valkov no conoce de imposibles.
Los primeros rayos de sol comienzan a filtrarse desde el horizonte. Mí desafortunada acompañante de esta noche se pone de pie con dificultad, y camina paso lento y evidentemente adolorida en dirección al baño.
–¡Mira como me dejaste idiota!– Grita tras verse al espejo.
–No hagas tanto escándalo Lucia. ¡Se me parte la cabeza y no tengo ganas de soportar tus chillidos infernales!– Cuando Alai se fue con Romano, convirtió todo el deseo que sentía por ella en rabia. Rabia que descargue en el cuerpo de Lucía... Mujer por La que siento nada, ni siquiera simpatía. Ella solo llena un espacio vacío en mí vida por algunas horas. Muero del cansancio, definitivamente fue una noche para el olvido. Ya no vuelvo a escuchar la irritante voz de Lucia, pero aun logro oírla sollozar. –Cálmate ¿si?... Te pagaré lo suficiente como para que cubras cada marca que te dejé con esa ropa de mal gusto que tanto te gusta, y aún te sobre.– No responde, y la verdad no me importa. El agua comienza a caer. No se si sigue llorando, pero al menos no logro escucharla y eso me trae un poco de paz. Incluso respirar comienza a doler ahora que la adrenalina abandono mí sistema. Le doy un trago a la botella de Gin que se encuentra junto a la cama, esperando que el alcohol ayude a calmarme, pero es un terrible error. Mi labio inferior reacciona al alcohol provocando una descarga de dolor inmensurable, y termino soltando una catarata de insultos que abarcan a toda la ascendencia y la descendencia de Emiliano y Alai.
–¿Estas bien Alex?– pregunta tímidamente Lucía desde el otro lado de la puerta con la voz rota.
–si... no es nada.– Suelto molesto. Pero no es con ella, es con la vida, con todo...
–¿Puedo saber al menos que pasó? ¿Por qué estás tan enojado?– Indaga cautelosa. Tiene miedo de mí o de la reacción desmesurada que puedo llegar a tener, y es lo más inteligente que puede hacer –Nunca antes habías sido tan... intenso...–
–Intenso... bonita forma de decir que fui un jodido bastardo contigo. Supongo que a menos eso te debo...
Una perra que se atravesó en mí camino otra vez. Ella es la única culpable de que los dos estemos así.– Abre la puerta y camina en mí dirección sin despegar sus ojos tristes de los míos, cosa que por alguna razón me molesta así que desvió la mirada a su cuerpo. Me permito contemplar a detalle cada centímetro de su desnudez. No soy de los que admiten que se equivocaron, o de los que sienten remordimientos por cosas absurdas, pero lamentablemente tengo que darle la derecha. Esta vez se me pasó la mano. Su delicado rostro está enrojecido por las lágrimas que inundan sus ojos color miel, sus labios están hinchados, su cuello ligeramente morado, sus brazos y sus piernas comienzan a llenarse de moretones producto de La brusquedad con La que La sujetaba mientras La hacía mia. –No me mires de esa forma, que tu dijiste que te gustaba rudo Lucía... ¡Soy tu Christian Gray!– Ella frunce el ceño evidentemente molesta.
–¡No estoy para tus chistes malos Alexander! sos un animal... esto... esto no es lo que quería...– Una lagrima resbala por su mejilla, pero la seca rápidamente en un intento de mantener su orgullo en alto.
–Y tu no eres a quien quería tener en mí cama esta noche. De hecho, si te comparo con ella no eres nada... pero ya ves, no siempre podemos tener lo que queremos.– confieso de forma directa e hiriente.
–¡Eres un maldito idiota Alexander!– mascuya molesta.
–Dime algo que no sepa. Soy un idiota arrogante, un bastardo miserable, un ser despreciable... pero te metiste a mí cama por gusto. Yo no te obligue a nada Lucía.– no suelta palabra alguna, pero si las miradas mataran, mí cabeza habría estallado en mil pedazos. –Toma lo que quieras de mí billetera y ya no molestes. Al final, es lo único que a las mujeres como tu les importa...– Por un momento duda. Es casi como si estuviera peleando contra ella misma para salvaguardar lo que queda de su dignidad, pero finalmente toma el dinero y lo guarda en su cartera. –Lo sabía. Juegas a ser diferente, pero siempre terminas demostrando que eres igual que todas. Solo otra perra interesada del montón. –Comienza a vestirse sin decir nada, mientras la observo sentado en el borde de la cama. No puedo quitarle los ojos de encima, y no es porque ella me importe en lo más mínimo, es solo que cuando está de espaldas es idéntica a Alai. Antes de que pueda reaccionar la tomo por el con fuerza por el brazo y la arrastró nuevamente a la cama.