Amaia Devone:
Pisar tierras Argentinas me inunda de una sensación de nostalgia. Son demasiados los recuerdos buenos y malos los que me atan a esta tierra que se transformo en mí lugar en el mundo. Solo ahora noto cuanto extrañe estar aquí, cuantas fueron las cosas que dejé atrás el día que tome ese avión a España y me marche sin mirar atrás.
No hay bienvenidas, al menos no en el aeropuerto. Alai no quiere que nadie sepa que estamos aquí, pero yo soy de las que creen que lo mejor es enfrentarse a los problemas de una vez y no darle largas a las cosas. Una selfie de los tres es todo lo que necesito para solucionarlo. Ali se molesta un poco cuando su teléfono comienza a inundarse de mensajes, sin embargo allí esta Ezequiel para desdramatizarlo todo. No se que se traen estos dos, pero solo tengo en claro una cosa, entre ambos hay una atracción innegable. Siento alegría por mí prima, ella se merece ser feliz, pero al mismo tiempo siento pena por Ezequiel. Ese tío es más bueno que el pan, se merece un amor completo no un amor a medías, pero no voy a entrometerme en sus asuntos. Se que si hay alguien que le puede traer luz a su vida, ese es él, y se que tiene todo para borrar a cualquiera del mapa.
La gente de Buenos Aires me recibe con los brazos abiertos. Apenas llegamos a dejar las maletas en nuestras habitaciones cuando la gente comienza a llegar. Todo empieza como una pequeña reunión de bienvenida, pero pronto se convierte en una multitud de gente bailando y bebiendo sin control bajo la luz del atardecer, que lo tiñe todo de los colores del fuego. Muevo mí cuerpo como si no existiera un mañana al ritmo de la música en el centro del jardín, el cual se convirtió en una improvisada pista de baile, soy el centro de todas las miradas y eso me encanta.
Los porteños son guapos, pero ninguno de los que están acá me interesa particularmente. Creo que inconscientemente estoy esperando por mí eterno tormento. Se que vio la foto, se que sabe que estamos aquí y estoy segura de que va a venir. Aunque no sea por mí, pronto le veré cruzar la puerta. Solo es cuestión de tiempo, pero la paciencia no es una de mis virtudes. Intento sacarlo de mis pensamientos, y cuando menos lo espero, está justo frente a mí. Y no puedo evitar que mi cuerpo se paralize automáticamente. Luce prácticamente igual la última vez que lo vi, pero al mismo tiempo esta muy cambiado. Tiene un aire de seriedad y de madurez que le sienta extremadamente bien. Aun conserva su cálida sonrisa, y esa mirada tan pacifica y al mismo tiempo tan llena de misterio que me enamoro a primera vista... Joder como puede ser tan guapo, es un pecado contra la naturaleza.
Camino idiotizada en su dirección. Él ni siquiera me nota, porque esta buscando a mí prima. Siempre fue Alai, solo Alai ¿y yo? Yo le conocía desde mucho antes que ella, yo era la tonta que le perseguía, la que suplicaba por que siquiera notara que existía. Pero nunca lo hizo, solo tuvo ojos para ella. Pensé que después de tantos años estaría preparada para verle una vez más, que le habría superado, pero ahora que una vez más lo tengo tan cerca me siento igual que cuando tenía 16. Me ata una conexión especial que nunca me permitió borrarlo del todo de mí ser, que lo convirtió en el fantasma contra el cual comparaba constantemente a cada chico que se me cruzaba en el camino. Quizás sea porque fue mí primer amor, él que me hizo mujer y eso me dejó marcada para siempre. Quizás por eso ninguno pudo compararse con él. Tal vez sea su rechazo, nunca fui buena lidiando con el rechazo, y eso me llevo a cometer demasiados errores. Sea lo que sea ya no importa, solo quiero estar una vez más en sus brazos, y ahora no hay nada ni nadie que me detenga. Una parte de mí espera que sea como en una de esas novelas románticas de wattpad que devoro una tras otra, que me estreche entre sus brazos, me bese con desenfreno y me diga que no ha parado de pensar en mí, que tampoco me ha superado, pero eso ocurre solo en mí cabeza. Él nunca me extrañó porque jamás me quiso a su lado...
–¡Alexander!– Exclamo con una gran sonrisa dibujada en el rostro sujetándolo por el cuello. Su cara habla por él. No esta para nada feliz de verme. Lo inunda una sensación aflicción, de molestia, desagrado y preocupación. Formo parte de un pasado que quiere olvidar, fui su más grande error, como me dijo la última vez que lo vi. Al sentir que mí abrazo no es correspondido, me aparto. Todos nos miran. Me siento apenada y humillada, sin embargo, el orgullo me obliga a fingir indiferencia y solo suelto una carcajada.
–¿Por que volviste?– Articula en tono frío y distante. –No tienes nada que hacer en Argentina.–
–No necesito razones para volver a casa. Antes te gustaba que fuera espontánea. ¿Acaso Ali te pego lo controlador y obsesivo? Supe que ahora sois buenos amigos.– El cuerpo de Alexander se tensa. –Vamos joder, ¿No me extrañaste siquiera un poco? hasta donde recuerdo la pasábamos bien juntos.– Sonríe de lado.
–¿Quieres la respuesta correcta o la respuesta sincera?– Un nudo se hace presente en mí garganta cuando acorta la distancia entre nosotros y soy incapaz de contestarle. –Veo que quieres la correcta... esta bien, supongo que decirte lo que verdad pienso de que estés aquí no sería demasiado educado de mí parte. Alai te extraño, siempre te quiso como a la hermana que nunca tuvo, aunque el sentimiento nunca fue recíproco y vos y yo lo sabemos... Yo por el contrario, solo deseaba que te quedarás lejos, aún más lejos de lo que estabas, quizás en Siberia, pérdida para siempre en el medio de la nada, sola, dónde no le puedas hacer daño a nadie... Pero ya ves, las cosas aveces no son como queremos y ahora tengo el desagradable gusto de tenerte en frente.– Algo dentro mío parece romperse. No entiendo por que aun me lastima tanto su rechazo, por que me hiere tan profundo con solo unas palabras.
–Sabes que soy yo la que tendría que odiarte después de todo lo que me hiciste.– Reprocho dolida dejando de lado mí mascara de seguridad y superioridad.